31. Quizás no

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Habían pasado apenas cinco días desde que mi mamá fue dada de alta del hospital. Ella aún seguía sin poder levantarse de la cama, pero estaba mejorando rápidamente.

Cuando le conté a Melanie lo que le había pasado a mi mamá casi se echa a llorar y llegó como rayo a mi departamento, buscando a mi madre. Melanie era casi como su segunda hija, y mi madre era como la segunda madre para Me, la pobre rubia se espantó demasiado y quería patearles el trasero a los que habían hecho eso, yo también pero no podíamos hacer nada, no sabíamos quiénes fueron los atacantes de mi mamá.

Kyle había ido toda la semana al departamento, preguntando siempre por la salud de mi madre. Ella también estaba agradecida con Kyle, y le daba siempre la bienvenida a nuestro hogar. No le mencioné jamás sobre mi plática con mi padre, aún me daba pena con solo recordarlo y mi papá tampoco había tocado ese tema de nuevo, para mi suerte, no quería imaginarme lo que diría Kyle.

Caminé el tramo de calle que me faltaba para llegar a la farmacia. El medicamento de mi mamá se había terminado y tenía que comprar más. Ya pasaban de las nueve de la noche y tuve que encogerme en mi suéter para obtener más calor.

Nueva York estaba sumamente frío, haciendo que la punta de mi nariz se congelara.

Entré a la farmacia. Un chico con una gran bata blanca estaba atrás del mostrador, y un par de personas estaban checando los precios de alguno que otro medicamento. Caminé directa a la sección de analgésicos y tomé el frasco de pastillas con el nombre que venía en la receta que mi mamá me había dado.

Puse el frasco junto con la receta en el mostrador.

- ¿Solamente eso? - Preguntó el chico, pasando el frasco por el verificador de barras.

- Sí, por favor. - Sonreí amablemente.

- Serían diecisiete dolares. - Dijo mirándome directo a los ojos.

Saqué veinte dolares de mi bolso y se los entregué al chico. Vi cómo este me miraba atento y alcé una ceja.

- Lo siento, ¿te he visto antes?

Esta vez presté atención a sus rasgos faciales, era lindo y sus ojos eran de un hermoso color café. Busqué en mi recóndita mente.

- ¿Tú no eres el chico del club? - Pregunté como si fuera un logro.

Sus ojos se encendieron. - Claro, bailé con tu amiga Melanie.

Reí levemente, recordando a Melanie entusiasmada por bailar con él. Ella no había parado de hablar de eso y yo ya sabía por qué, David parecía ser un buen chico.

- Claro, le has caído muy bien.

Sé que Melanie algún día me lo agradecerá, ella estaba insistiendo en que quería vokver a verlo, bueno yo ya sabía dónde lo podría encontrar.

- Es muy linda. - Vi cómo sus mejillas se tornaban rojas.

- ¿Por qué no la contactas? - Pregunté como si se me acabara de ocurrir. La verdad era que ya lo había pensado desde que recordé quién era.

David sonrió. - ¿Podrías pasarme su número?

- Sólo si prometes que no eres un traficante de órganos.

- Lo prometo. - Sonrió.

- Aún tengo mis dudas. - Froté mi barbilla. David empezó a reír de nuevo y negó con la cabeza.

Después de recibir mi cambio y mi ticket y de pasarle el número de Melanie a David, salí de la farmacia, hundiéndome de nuevo en mi sueter. La farmacia a la que había ido estaba en el centro de la ciudad, un poco lejos de mi casa. Miré al cielo y después a mi celular, calculé el tiempo en el que estaría ya en casa, una media hora máximo.

DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora