32. Oscuro

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El sonido de algo golpeando el suelo hizo que me despertara de mi horrible sueño. Tragué saliva.

Creía haber soñado que un hombre me había raptado en la noche, mi corazón empezó a latir con fuerza al darme cuenta que no había sido un sueño. Intenté abrir mis ojos pero algo estaba obstaculizándolos, no podía abrirlos. Sin pensarlo, empecé a moverme como una loca, sentí que mis muñecas ardían, las habían atado con cuerdas, éstas se estaban enterrando en mi piel. ¿Qué mierdas estaba pasando? No sabía qué hora era, ¿cuánto tiempo había pasado aquí? Sentía que todo se hacía añicos, una oleada de pánico me invadió por completo.

- ¡Ayuda! - Grité a la nada.

No podía ver nada y juraría que con el silencio que inundaba todo sería capaz de escuchar el sonido de un clip al caerse.

Recordaba fragmentos de lo que había pasado antes de que me desmayara. El maldito hombre que me había golpeado y secuestrado me había aventado al auto negro que se estacionó junto a nosotros. Por unos segundos había creído que me ayudaría a escapar del animal que me estaba cargando.

Las lágrimas no tardaron en caer al darme cuenta en lo que estaba metida. ¿Y si me mataban? ¡Por el amor de Dios, en este mes habían tratado de matarme más de dos veces!

- Por favor, - Rogué, esperanzada en salir de aquí. - ¡Saquenme de aquí!

Empecé a retorcerme, me habían atado a una silla, moví mis manos tratando de safarme de las cuerdas y chillé al sentir la cuerda enterrarse más en mi piel.

Se escuchó el sonido de pasos a unos metros de donde estaba, me inmovilicé por completo. La puerta se abrió y aún con los ojos vendados pude percibir una leve luz. Mi corazón daba martillazos contra mi pecho y mi respiración era irregular.

- ¿Despertó la bella durmiente? - Preguntó una gruesa voz a centímetros de mí.

Tuve que tragarme las ganas de vomitar y empecé a retorcerme de nuevo. Tenía que salir de aquí, no podía quedarme y dejarlos hacer lo que quisieran conmigo.

El hombre golpeó una pata de la silla en la que estaba sentada, caí con ella.

- ¡No te muevas! - Amenazó.

Sollocé en el suelo. Mi hombro derecho comenzaba a dolerme a causa del golpe. ¿Mis papás ya se habrán dado cuenta? Sería absurdo pensar que no. El hombre jaló bruscamente la silla de nuevo, poniéndola en su lugar, mi cuerpo se movió, mis muñecas se rosaron, trayendo con eso un fuerte e inaguantable dolor.

- ¿Qué es lo que quieren? - Susurré, el hombre rió.

Esa risa.

- ¿No te haces una idea de lo que queremos? - Se burló.

Agaché la cabeza, tenía ganas de vomitar. Mi estómago aún me dolía de la patada que me había proporcionado el tipo.

Escuché los pasos de él caminar hacia atrás, después sentí que desataba el nudo de lo que tenía atado a los ojos. Cerré los ojos instintivamente, la poca luz me lastimaba. Después de acostumbrarlos a la claridad eché un rápido vistazo al lugar donde estaba.

Me encontraba en un cuarto de no más de cuatro por seis, la única ventana que había se encontraba casi pegada al techo y era muy pequeña. Había una puerta en la parte izquierda del cuarto, la luz que iluminaba la habitación entraba por ella.

- ¿Te gusta? - Se burló.

Giré mi cabeza a la izquierda, evitando ver la horrible cara de mi secuestrador. ¿Qué quería decir? Negué con la cabeza lentamente.

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