29. ¿Por qué no te quedas?

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Las paredes blancas solo hacían que la habitación pareciera aún más triste. Era mediana, pero por la falta de muebles hogareños parecía enorme. Había una sola cama en medio de toda la habitación y sobre ella estaba mi mamá. Su cabello largo estaba suelto y esparcido por toda la almohada. Un aparato parecido a un gancho para tender la ropa estaba alrededor de su dedo índice, y un cable largo lo conectaba con otro aparato que hacía extraños ruidos. Yo me senté en la única silla que estaba junto a su cama.

Tuve que tragarme todas las ganas de echarme a llorar de nuevo. No podía ni debía llorar ahora, no serviría de nada.

- Vas a estar mejor. - Susurré, tomando su mano derecha. Habían pasado más de tres horas desde que yo estaba aquí y por fin me habían dejado entrar.

Una intravenosa salía por encima de su muñeca y estaba conectada a un suero y otra bolsa con un contenido transparente. Las náuseas se hacían presentes de nuevo y tuve que tragar saliva para no salir corriendo a vomitar al baño.

- Te quiero, mamá. - Besé con delicadeza su mano y recosté contra su pecho mi cabeza. - Te quiero tanto.

Lo único que se podía escuchar dentro de la habitación eran mis susurros y los aparatos que estaban junto a la cama de mi madre. Aún no asimilaba la situación por completo, ¿por qué la atacaron intencionalmente? Era claro que fue intencional, no la robaron y supieron en que momento exacto atacar.

El sonido de la puerta hizo que me alejara de ella y mirara a la enfermera que acababa de entrar.

- Señorita, tendrá que salir, tengo que checarla y la hora de visitas ha terminado.

- Pero acabo de llegar. - Repliqué, todavía sosteniendo la mano de mi mamá.

- Lo siento, pero ya ha terminado, puede regresar mañana que esté mejor la paciente, aún sigue delicada. - Dijo con voz amable.

Suspiré, haciendo un extraño sonido y me giré hacia la cama en donde estaba mi mamá, tomé su mano con cuidado y susurré a su oído.

El pasillo que daba hacia la sala era muy grande. Camillas estaban abandonadas a un lado de este, enfermeras iban y venían, y un grupo de doctores pasaron junto a mí, platicando de lo que parecía ser un niño con serios problemas. Caminé directa a la sala, mi papá estaba sentado en una silla, sus ojos estaban cerrándose y cabeceaba de sueño. Kyle estaba parado junto a la pared que estaba al fondo, estaba mirando algo en su celular, giró su cabeza justo cuando salí del pasillo.

- ¿Está bien? - Preguntó en un susurro.

Kyle me miraba directo a los ojos, su voz estaba teñida de ternura. Cerré los ojos al sentir sus dedos acariciando mi mejilla.

- No lo sé, - respiré hondo. - se ve muy mal, tiene muchos rasguños y morados. - Kyle limpió una lágrima que se había escapado sin previo aviso. - su pierna está vendada, está mal.

Miré de reojo a mi papá. Parecía una figura borrosa por las lágrimas acomuladas en mis ojos. Con un solo parpadeo caerían todas.

- Todo estará bien. - Me apretó entre sus brazos.

Me había propuesto no llorar, por que no serviría de nada, pero no pude cumplir mi promesa. Las lágrimas empezaron a caer en cascada.

Una enorme mano cayó en mi hombro izquierdo, haciendo que me sobresaltara y volteara bruscamente.

- Lo siento. - Dijo mi padre.

Él estaba parado junto a mí, su brazo seguía en mi hombro.

- Descuida. - Me separé de Kyle y limpié mis lágrimas.

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