38. Comienzos

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-Sophia respira- río una vez más de sus nervios.

-Deberías llevarme contigo a Los Ángeles. Debe ser muy bonito- dice con tono irónico haciendo una falsa sonrisa.

-Soph, lo harás genial. Ve y diviértete- animo poniendo una mano en su rodilla a mi lado en el asiento del copiloto.

Eran casi las cuatro de la tarde, las clases ya estaban por empezar y esta señorita no quería bajarse de mi auto. Además, ¡yo tengo que estar en el aeropuerto en veinte minutos!

-¿Me llamarás en la noche por Skype?- hace un puchero triste y resignado.

-Claro que sí- acaricio su mejilla sintiéndola relajarse. -Ahora anda, da lo mejor de ti- hago una seña con la cabeza señalando el local.

-Te voy a extrañar...- su cuerpo se estira sobre el espacio que nos divide y me abraza de una manera incómoda.

-Ya verás que una semana se irá rápido. Veré si puedo hacer el viaje en menos tiempo, ¿Sí?- prometo alejándome de ella volviendo a nuestros lugares.

Ella asiente con la cabeza más tranquila y baja del auto, yo la imito bordeandolo para llegar frente suyo.

Sin decir nada coloco mis manos en su cintura pegándola a mi cuerpo mientras empiezo el beso de despedida, camuflandome entre sus piernas, haciendo que su espalda se recueste en la puerta del carro.
Sus manos bailan de mi cuello a mi pecho, en un juego de no saber dónde colocarlas.

-Baby I'll never leave, if you keep holding me this way...- canta entre el beso haciéndonos parar.

Sonrío por la canción y le sigo el juego. -baby look what you've done to me- nos señalo con la mirada en esta posición de no querernos dejar ir.

-Es tan divertido que cantemos tus canciones- ríe bajito mirando mi cuello.

-Lo es- concuerdo con ella levantando su mentón para observarla a los ojos.

-Ahora sí- suspira poniendo sus manos en mi pecho alejándome. -Disfruta tu trabajo- sonríe caminando a la entrada del lugar. Dejándome de pie solo como un pendejo.

-¡Hey!- exclamo divertido por donde se fue. Ella gira en su sitio para mirarme graciosa. -¿Y mi beso de despedida?- grito abriendo los brazos indignado.

-¡Ya te lo di!- ríe caminando de espaldas.

-¡Eso no cuenta! ¡Siempre son dos besos! ¡Vuelve aquí Evans!- exijo haciendo una pataleta con el ceño fruncido, mas la sonrisa nunca se borra de mi rostro.

Ella se carcajea y corre de nuevo a mí. Yo la espero con los brazos abiertos preparándome para cargarla como en las películas.

Pero esto no es una película.

Cuando sus piernas se enrrollan de golpe en mi cadera, me demoro mucho en sostenerla, haciendo que nos cayeramos al duro suelo los dos.

Trato de reducir el impacto apoyando nuestro peso en mi antebrazo, y con la otra mano libre sostengo su espalda para que Sophie no se golpee la cabeza.

-Oh, joder somos unas bestias- ella ríe más fuerte aún tirados en el piso.

-Ya sabemos que haremos cuando vuelva: practicar los saltos a distancia- suelto en un quejido saliendo de su encima.

-¿Estás bien?- pregunta preocupada cuando le doy la mano para que se levante también.

-Estoy bien- sacudo mi ropa fingiendo que no ha pasado nada. -Que conste, que esto no me hace menos fuerte.- advierto con una mirada severa, pero a la vez graciosa.

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