9. Verdad o Reto

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—¡No seas estúpido, eso no va ahí! —le grité en la cara.

Estábamos armando un rompecabezas que yo había encontrado entre su zapatero.

Tenía cien piezas. Eso no era complicado, cuando era pequeña armaba muchos de ellos.

Creo que Harry no tuvo infancia, porque él quería colocar en el centro una pieza que no tenía huecos. Esa claramente iba en uno de los extremos.

—Ya va, ya va... —canturrea— ¡Esta! —levantó una pieza que parecía encajar.

La colocó y de nuevo no era esa. Estuvo cerca.

Ay, este pendejo...

Solté una carcajada y él me miró mal. Busqué más piezas y básicamente terminé armando el rompecabezas yo sola. Acomodamos todo de nuevo y veo el reloj que había en la pared. «6.20»

—Vamos a hacer algo divertido —propuse.

Me puse de pie para estirarme y él me imitó. Empecé a caminar hacia el patio y parece que Harry no tenía problema, ya que me siguió hasta afuera.

—¿Qué podemos hacer afuera? —pregunta siguiéndome a paso relajado.

—Te voy a enseñar un par de juegos.

Abro un gran ventanal y doy paso a un patio inmenso. Dejaba ver el jardín, una piscina rectangular y un lugar para hacer parrilladas. Yo camino hasta la zona del jardín y él me sigue.

—Este es un juego que tiene muchos nombres, en mi casa mi familia le llama "mundo" o "avioncito" ¿lo has jugado alguna vez? —pregunto con una sonrisa cómplice.

—¿No? Pero sí he viajado por todo el mundo —responde con un aire egocéntrico aunque divertido.

Qué ganas de pegarle en esa bella carita suya.

Río negando con mi cabeza. Tomé su mano y tiré de él hacia la zona del piso de cemento.

—¿Tienes cinta adhesiva blanca? —pregunto examinando el tamaño del lugar.

—Sí, ¿la quieres? —cuestiona señalando con su pulgar al interior de la casa.

«Si te pregunto por eso es porque la necesito, genio»

—Sí, por favor

No hizo falta mirarlo para saber que había vuelto a la casa. En unos segundos, él volvió con la cinta delgada y me la dio.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó examinando cada movimiento que hacía.

—Vamos a jugar.

Comencé a cortar tiras largas de cinta y las pegué en el suelo haciendo una fila de cuadrados hasta el número diez. Demoré unos minutos, pero al acabar de armar el juego en el piso, me posicioné frente a él, en la casilla número uno.

—Busca una roca. Que sea mediana, tampoco gigante —le indiqué a Harry señalando el pasto con algunas piedras.

Él obedeció y en momentos trajo una perfecta para jugar. El se posicionó a mi costado y me causó tremenda ternura verlo con sus manos en su cadera, viendo el piso dispuesto a aprender el juego:

—Lo que tenemos que hacer es saltar. Comenzamos tirando la piedra en la primera casilla —hice la acción arrojándola en el cuadrado uno—. Luego saltamos el bloque con la piedra y continuamos hasta el diez —expliqué saltando entré los cuadrados—. Los que sean de un espacio se saltan con un pie, los que sean de dos, con ambos. No puedes cambiar de pierna —conté llegando a la última casilla.

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