Prólogo (Editado)

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La noche del 31 de julio de 1980 Lily Potter dio a luz a dos niños prácticamente idénticos, con una única diferencia notable, el pelo,  mientras que uno de ellos era pelirrojo, el otro tenía un pelo azabache tan oscuro que parecía carbón. Todos se enamoraron enseguida de los dos niños, y James Potter estaba tan orgulloso que parecía que en cualquier momento cogería a los niños para ir mostrándoselos a todos los que alguna vez dijeron que nunca sería capaz de tener unos hijos más bonitos que el precioso hijo de los Malfoy, que, tenía que admitir, era toda una preciosidad.  Sin embargo, el pequeño de pelo azabache parecía un ángel caído del cielo, tan hermoso que no tardaron en darse cuenta de que podría conseguir cualquier cosa que se propusiera cuando fuera mayor, pues esa belleza sobrenatural haría que más de una persona se pusiera a los pies del pequeño Harrison, así es como le pusieron al pequeño. A su hermano le pusieron Abraham, cabe decir que el pequeño pelirrojo también era precioso, pero no tanto como su hermano, Abraham era más parecido a su padre en cuanto a belleza. 

La calma que había en la habitación donde se encontraba la familia Potter junto a los amigos de estos, Sirius Black; quien había sido nombrado padrino de Harrison; Remus Lupin; padrino de Abraham; y Peter Pettigrew, fue interrumpida abruptamente por la llegada de Albus Dumbledore.

-Hola, mis muchachos.-dijo el anciano director nada más entrar.-He venido en cuanto me he enterado de la gran noticia. Felicidades, Lily, James. ¿Puedo ver al recién nacido?

-Gracias, director.-contestó James, sonriendo.

-Los bebés están en la cuna, director.-dijo Lily, también sonriendo.

-¿Bebés?-preguntó confundido el director, mirando en la cuna para ver a Abraham y Harrison.-Esto es totalmente inesperado, mis muchachos.

-Ha sido una sorpresa para todos, director.-contestó Sirius, mirando con cariño a su ahijado.-El de pelo azabache se llama Harrison, y es mi ahijado, y el pelirrojo se llama Abraham, y es el ahijado de Remus.

Dumbledore se quedó viendo a los bebés un rato, pues ahora no sabía que hacer con la información que le había sido revelada antes de llegar allí. Finalmente suspiró y decidió contárselo, al fin y al cabo, tenían derecho a saberlo, pues uno de sus dos hijos estaba relacionado con esa información.

-James, Lily, me temo que tengo malas noticias que contaros...

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