Las tres escuelas se habían pasado las últimas semanas practicando para el baile de Navidad. Bueno, al menos todos aquellos que asistirían, que eran los mayores de 17 años, ya que era la edad de los campeones y los alumnos de cursos menores solo podían asistir si eran acompañados de un alumno de último curso.
Por lo que los miembros del círculo interno no podían asistir. Lo cual había supuesto unos cuantos ataques nerviosos por parte de Cedric al descubrir que no podría contar con su mejor amigo como apoyo en la fiesta. A lo que Orien le había intentado calmar y le había recordado que, si algo sucedía, simplemente estaba a una chimenea de distancia.
Durante las últimas semanas, y después de los ataques de Cedric, Orien y el Hufflepuff habían estado preparando todo para el baile. Todo tenía que quedar perfecto, porque esa sería, muy probablemente, la primera y última vez en la vida de Diggory que podría bailar con un chico. Por lo que Orien se había propuesto convertir esa noche en la noche más especial que el rubio hubiera vivido y viviera jamás. La más mágica y única de toda su vida.
El traje perfecto. Los zapatos perfectos. La capa perfecta. El perfume perfecto. El peinado perfecto. Y practicaron hasta que el baile le salía a Cedric de forma perfecta.
Todo debía ser perfecto.
Y así llegaron a la noche del baile.
Los alumnos menores se habían ido hacía un día cuando llegó la noche del baile. Por lo que Cedric se encontró solo frente al espejo. Arreglando las inexistentes arrugas en su traje perfecto y los inexistentes pelos sueltos en su peinado perfecto.
E hiperventilando.
Cedric estaba hiperventilando.
No podía hacer eso. No podía ir al baile con Viktor.
No podía. No podía no podía no podía nopodía nopodía nopodíanopodíanopodíanopodíanopodía. NO PODÍA.
Cedric se sentó en su cama y se llevó las manos a la cara. Podía sentir las lágrimas a punto de caer por sus mejillas. Y lo peor era que no tenía a nadie que lo calmara, porque Orien era la única persona que sabía por lo que pasaba en su casa, con su padre, con su sexualidad. Era el único que se había quedado el tiempo suficiente para escucharle. Que había visto detrás de la máscara y no había huido, como todos los demás. Y ahora Cedric tenía miedo. Miedo de cagarla con Krum. Miedo de la ira de su padre. Miedo del rechazo del colegio y de sus compañeros. Miedo de que Krum huyera como todos los demás. No p-...
-Cedric.-un compañero de habitación entró, le miró con una sonrisa cómplice en la cara que el rubio no supo qué significaba.-Tu cita ha venido a recogerte.
Después de eso se apartó de la puerta, pero no antes de guiñarle un ojo con picardía a Diggory.
Luego Cedric vio entrar a Viktor Krum en la habitación. Lucía espectacularmente guapo y sexy. Y perfecto. Lucía jodidamente perfecto. Tanto que Cedric creyó que se iba a desmayar en ese mismo instante.
-Hola.-el búlgaro sonrió y le extendió un ramillete.-Para ti.
Dijo, con su acento marcado y haciendo resonar la 'r' demasiado. Pero a Cedric no le importó. Se había quedado embobado mirándolo, y no había notado que las lágrimas ya estaban bajando libres por sus mejillas.
Pero Viktor lo notó. Oh, si lo notó.
Frunció el ceño y se agachó en frente de Cedric. Dejó el ramillete al lado de su pierna izquierda en la cama y luego utilizó la mano que no tenía enguantada para limpiarle las lágrimas con cuidado. Sorprendiendo a Cedric, que llevó su propia mano hasta la de Viktor. Colocándola sobre la suya, provocando que parara.
-¿Qué te ocurre?-pregunto el moreno. Parecía verdaderamente preocupado y eso a Cedric lo enterneció. El rubio sonrió, pero la sonrisa no convenció al búlgaro. Ni su contestación.
-Nada.-el rubio hizo una pausa.-Es solo que estoy emocionado por el baile. Nada más.
-No creer.-contestó el búlgaro, y luego afianzo su agarre en la mejilla de Cedric. Pero sin hacerle daño en ningún momento.-Cuéntame. Yo ayudo.
Cedric sonrió, esta vez de verdad.
-Yo...-el Hufflepuff tragó saliva. Y luego sintió las lágrimas corriendo sin parar por sus mejillas.-Yo tengo miedo.
-¿A qué?-preguntó él, quitándose los guantes y limpiando las lágrimas de Cedric con sus manos.
-A que mi padre sepa que he ido al baile con otro chico.-Cedric agarró las dos manos del otro y las apretó con fuerza mientras sus lágrimas seguían bajando por sus mejillas.-Él odia las relaciones entre dos personas del mismo sexo. Por eso yo siempre he salido con chicas, para que él no sospechara.-Cedric sollozó y Viktor sintió que le partían el corazón en pedazos.-Pero no era yo. Solo quiero poder ser feliz.-Cedric le miró a los ojos.-Me gustas mucho y quiero tener algo serio. Pero tengo miedo de que te marches después de ver lo roto que estoy en realidad. Como hicieron los otros.
Viktor le miró y luego se sentó a su derecha en la cama. Agarró su rostro entre sus manos y le sonrió con ternura.
-Yo no me iré.-parecía muy decidido. Y Cedric quiso creerlo. Confiar en él.-Yo me quedo. A tu lado. Siempre.
Después de decir eso besó a Cedric, tomando al rubio totalmente desprevenido, y solo pudo seguir el ritmo del beso con la misma intensidad que el búlgaro utilizaba. Cuando se separaron el rubio lucía sonrojado y alborotado. Pero muy tierno, a opinión del moreno.
-Ahora vamos a baile.-susurró Krum, aún con sus labios encima de los de Cedric. Quien solo asintió y se dejó hacer. Muy dócil después de aquel inesperado e intenso beso.
Bajaron al Gran Comedor, donde McGonagall les echó bronca por haber llegado tarde e iniciaron el baile. Fueron la envidia de todo el mundo, tanto hombres como mujeres. Pero a ellos les dio igual. Bailaron, rieron, cantaron, gritaron, saltaron y bebieron hasta que no pudieron más. Se lo pasaron genial. Y se despidieron con la promesa de pasar un día entero juntos en Hogsmade durante la próxima salida.
Al tumbarse en su cama a punto de dormir, Cedric Diggory se acarició los labios y sonrió.
Al final sí que había sido la noche más especial y mágica de su vida.
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Gemelos
FanfictionCuando dos niños, prácticamente idénticos, nacieron el 31 de julio de 1980 y una profecía fue revelada, el destino del Mundo Mágico quedó sellado por la errónea decisión de dos padres y un director. ...