Una semana después de la noche donde el corazón de Lily Potter dejó de latir todas las personas que la conocían estaban reunidas en la Mansión del Valle de Godric, dando el pésame a su marido y su hijo.
Todos los presentes estaban vestidos de negro, todos lloraban la pérdida de tan maravillosa mujer. Aunque, por supuesto, no todos las lágrimas eran de dolor sincero, más de dos tercios de las personas reunidas en la casa de la familia Potter eran personas a las que Lily solo había visto una vez en su vida y algunas de ellas eran incluso personas con las que la bruja no había tenido una buena relación en vida. Sin embargo, estaban ahí, llorándola, a pesar de que la familia de la difunta señora Potter (la secta) sabía demasiado bien que eran lágrimas de cocodrilo.
Harry miraba a todos esos hipócritas que lamentaban falsamente la muerte de su madre con puro odio bañando sus expresiones. Tanto era así, que incluso, de sus puños cerrados con fuerza empezaron a salir pequeños hilos de humo negro, avecinando así una posible pérdida de control. Tom, al verlo, agarró una de las manos de su hermosa Esmeralda con cariño y le susurró:
-Tranquilízate, Hortensia. Si te alteras demasiado tendrás que irte del funeral, y realmente necesitas despedirte de ella por última vez.-al ver que sus palabras no lograron el efecto calmante que se suponía que tenían que lograr, Tom probó con otra cosa.-Ella hubiese querido que sus dos hijos estuviesen presentes a la hora de decirle el último adiós. Por favor, Harry, cálmate. Por Lily.
Harry abrió las manos al instante pero, lejos de calmarse, se volvió hacia Tom, su rostro pasando del odio más puro a la expresión más vulnerable que el mago mayor le había visto jamás. Ni siquiera cuando era un niño.
Sus ojos estaban más grandes de lo normal, enrojecidos por las horas y horas de lágrimas sin fin que el adolescente había estado aguantando desde que se le notificó la muerte de su madre, hinchados por las veces que había frotado sus ojos con rabia cuando las lágrimas aguantadas habían escapado de sus ojos, rodando por sus mejillas, que habían estado mortalmente pálidas hasta ese instante, ahora estaban enrojecidas con un rubor que no parecía nada saludable, sus labios, apretados en una fina línea blanca hasta hace un momento, ahora temblaban desconsolados, intentando contener un sollozo en el fondo de su garganta.
Tom miró abajo al sentir la mano que había agarrado con delicadeza temblar en su agarre, dándose cuenta de que no eran solo la mano y los labios, sino que todo Harry estaba temblando de arriba abajo, temblando con fuerza, como si el último hilo que lo había mantenido compuesto hasta ahora se acabase de romper y todas las barreras y máscaras que había construido a lo largo de su vida se hubiesen destruido de un solo plumazo. Dejándolo, allí, totalmente vulnerable y a merced del primero que tratase de aprovecharse de él.
Tom Riddle sintió su corazón desgarrarse ante la desoladora vista del chico al que amaba con locura. Viéndole sufrir de esa manera tan cruda por la muerte de su madre solo hacía que el ex-Señor Oscuro quisiera estrangular a la propia Muerte con sus propias manos por causar que su preciosa Esmeralda sufriera de esa manera.
Pero no podía.
Lo único que podía hacer era abrazar a Harry con todas sus fuerzas y ser el hombro sobre el que el chico pudiese vaciar todo su dolor. Comenzó a arrullarlo susurrándole al oído una y otra vez: "Todo estará bien", sin saber si realmente sus vidas llegarían a estar bien de verdad alguna vez después de todo aquello.
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Gemelos
FanfictionCuando dos niños, prácticamente idénticos, nacieron el 31 de julio de 1980 y una profecía fue revelada, el destino del Mundo Mágico quedó sellado por la errónea decisión de dos padres y un director. ...