Capítulo 46 (Editado)

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Dos semanas después de volver a casa, la Mansión Potter estaba llena de decoraciones y regalos que no paraban de llegar para "El-salvador-del-mundo-mágico", aka Abraham Potter, desde muchas partes de Inglaterra y tanto de personas que no conocía de nada como de admiradores que a ninguno de los Potter les importaban en lo absoluto. Normalmente, Abraham solía tirar o ignorar todos los regalos que recibía, nunca le gustó la atención que recibía en su cumpleaños por parte de esas personas, nunca le gustó la fama que se había ganado por... ¿qué? ¿No hacer nada? ¿Ser un bebé?

Lo encontraba ridículo e innecesario, pero sus padres siempre le habían dicho que jamás, jamás, bajo ninguna circunstancia, debía decir o pensar en algo así en presencia de Dumbledore. Nunca había entendido por qué, pero les había hecho caso, si sus padres lo decían debía haber alguna razón de peso. Y ahora lo sabía.

Dumbledore no era el abuelo bonachón que hacía creer a todo el mundo que era, y Voldemort no era tan malo como el resto de personas pensaban. ¡Por Godric! ¡Pero si el Señor Oscuro más temido de todos los tiempos prácticamente babeaba y lamía el suelo por el que su hermano gemelo (aún debía acostumbrarse al hecho de tener un gemelo) caminaba! La manera en que Harry solo necesitaba mover una ceja y ya tenía al mismísimo Lord Voldemort revoloteando a su alrededor, preocupado y preguntándole si quería que le comprase una isla (sí, una isla. Y sí, Abraham estaba 100% seguro de que había escuchado a Tom, o Voldemort, o como se llamara, mencionar que, de hecho, Harry YA TENÍA una isla a su nombre en algún lugar del mundo. Pero aún no lo podía demostrar) tenía a Abraham impresionado y asustado por partes iguales.

El chico suponía que, de cierta manera, eso era sinónimo de derrotar al Señor Oscuro, de una forma poco convencional y, probablemente, muy mal vista a ojos de la sociedad si alguien se enterase, pero era una derrota, al fin y al cabo.

El caso era que este año la secta se había apoderado de la Mansión Potter horas antes de la fiesta de cumpleaños de los gemelos para ayudar con la decoración y todos ellos habían quedado fascinados con los regalos que recibía Abraham.

El pelirrojo estaba seguro de que había visto a Draco, Bellatrix y Sirius guardarse al menos diez de sus regalos, cada uno. No es que al pelirrojo le importara, solo le hacía gracia.

Por desgracia para la secta, tal y como habían predicho, se habían visto en la obligación de invitar a gente no deseada a la fiesta debido a que se había extendido el rumor de que los Potter celebrarían una fiesta de cumpleaños para "El-salvador-del-mundo-mágico", así que tenía unas pocas horas a solas antes de que llegaran el resto de la familia Weasley, la cual, por cierto, se había indignado mucho cuando los Potter rechazaron "amablemente" su sugerencia de ir a ayudar con los preparativos; Dumbledore había sido invitado también, para disgusto de todo el mundo; por no hablar del ministro de magia y miembros del ministerio que ni siquiera conocían a los Potter en persona.

En fin, mucha gente no deseada iba a venir y ellos no podían hacer nada al respecto, salvo guardar las apariencias.

Unas horas después...

Lily Potter no sabía si reír o llorar.

Sirius se había enzarzado en una pelea con un miembro del ministerio de magia justo a mitad de la fiesta por haber dicho que Harry estaba "buscando atención al celebrar su cumpleaños junto con Abraham, aprovechándose de la fama de nuestro amado Salvador" y ahora tanto él como Tom (quien estaba ahí como Chavda), Severus, Regulus, Lucius, Remus, Narcissa, Bellatrix, James, Cygnus, Corvus, Tamsin y Morgana estaban arrestados y pendientes de ir a juicio por agredir a un funcionario del gobierno.

Ella era la única que había mantenido la cabeza fría y, en vez de atacar como una muggle desquiciada, había lanzado pequeños hechizos que nadie detectaría pero que dejarían marcas permanentes en el hombre.

Los niños, que también se habían metido en la pelea para defender a Harry pero no habían sido arrestados por ser, bueno, niños, se enfrentaban a una posible expulsión de Hogwarts, estaban sentados en un rincón consolando a Harry. A pesar de que, claramente, Harry no necesitaba que nadie le consolara, más bien parecía que quería asesinar a alguien.

Y no precisamente al funcionario del gobierno.

A Lily aún le daban escalofríos al recordar la manera en la que Harry había regañado con una voz fría y de ultratumba a Tom por "meterse en peleas innecesarias con gente inferior cuyo intelecto no les permitirá entender algo por mucho que los golpees" y cómo luego se había girado hacia el Ministro de magia y le había dicho que por él, podía encerrarlos a todos en Azkaban un par de semanas, para ver si aprendían la lección de una vez por todas.

Acto seguido, el chico había ido a la esquina en la que se encontraba ahora y se había puesto a, bueno, Lily creía que a meditar, pero con Harry no podía estar del todo segura de nada.

Ahora solo quedaba ella para lidiar con el desastre que había en el patio de su mansión y también para lidiar con la fianza que el ministerio había impuesto. Pues Dumbledore, en su infinita amabilidad, había abogado a favor de los presos y había convencido al Ministro de que ellos solo "defendían a un pobre, inocente e indefenso niño" del acoso de "un funcionario poco cualificado".

A Lily casi le asquea estar de acuerdo con el viejo, aunque solo fuera en una situación así. Ella sospechaba que el viejo escondía alguna razón oculta para ayudarles, pero prefirió no ahondar en ello, pues no quería que la pasa sospechara. Simplemente le dio su "infinito agradecimiento" por su "bondad y amabilidad", y le vio irse.

La pelirroja decidió que tal como había dicho Harry, todos esos idiotas se merecían un castigo, así que los dejó pasar tres días en las celdas del ministerio antes de pagar la fianza y sacarlos de ahí.

Por supuesto, los niños de la secta pasaron esos tres días montando desmadre tras desmadre en la Mansión Potter, la Mansión Malfoy y la Mansión Slytherin, en los lugares más preciados de los prisioneros. Haciendo que todos prácticamente se infartaran al salir.

Esa fiesta era algo que todos iban a recordar durante muuuucho tiempo, aunque no todos de buena forma...

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