Capítulo 28 (Editado)

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-No es una buena idea.-estaba diciendo Hermione, mientras que seguía a Ron y a Abraham, los cuales caminaban decididos hacía el despacho del profesor Novikov.

-Claro que sí.-respondió Abraham, sin ni siquiera girarse a mirarla.

Estaba decido a hacer que ese hombre se arrepintiera de acaparar a su Harry. Puede que lo que estaba a punto de hacer le valiera una expulsión o el resentimiento de Harry, en el mejor de los casos, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar.

Ron, por su parte, solo lo hacía porque ese profesor le caía muy mal ya que siempre que podía le quitaba puntos o lo castigaba. Estaba harto de ese creído narcisista.

Los tres habían seguido a los gemelos Weasley nada más verlos salir corriendo de la sala común como si la vida les dependiera de ello.

Los habían visto quitar todos los hechizos de la puerta del despacho de Novikov, por lo que creían que tenían el paso libre para entrar en la habitación.

Se llevaron una sorpresa cuando, al coger el mango de la puerta, Abraham sintió su mano quemarse. Apartó la mano deprisa, aguantando un grito de dolor. Sinceramente, no era el peor dolor que había sentido en su vida, pero aún así dolía.

-¡Ves!-gritó Hermione, casi histérica.- ¡Os dije que era una mala idea!

-Deja de gritar Hermione o te callaré yo.-le dijo Abraham, mirándola con rabia contenida, y hablando con los dientes apretados por aguantar el dolor.-Y no será agradable, te lo aseguro.

Tanto Ron como Hermione lo miraron más que atónitos. Nunca habían visto a Abraham de esa manera, tan enfadado. No se lo habían esperado, para nada.

En cuanto Abraham sintió que el dolor empezaba a remitir, sacó su varita del interior de la manga del brazo derecho, miró la puerta con atención. Ron y Hermione no entendían que era lo que hacía el heredero de los Potter. Pero lo que no sabían era que Abraham tenía una habilidad especial. Sus padres lo llamaban un don, él no estaba tan seguro de eso, pero le habían enseñado a usarlo de la mejor manera. Porque, a diferencia de lo que la gran mayoría de la gente creía, Abraham no era un narcisista, ni mucho menos.

Sus padres se encargaron de enseñarle a confiar únicamente en sus habilidades, sin creerse demasiado por saber más que los demás o porque la gente creyera que era "El Elegido" o "El-niño-que-vivió". Porque a la hora de la verdad, cuando se enfrentase en un duelo con alguien, solo sería Abraham, y sus habilidades en la magia, no el título y la fama que la gente le había dado. Y eso Potter lo tenía muy claro, siempre lo había tenido muy claro.

Abraham cerró los ojos, inspiró con profundidad y luego expiró. Esperó un momento, y finalmente abrió los ojos. Pero su visión del mundo había cambiado. Ahora no veía solo objetos y personas, ahora veía también la magia. Todo a su alrededor se había vuelto extremadamente colorido. Había hilos que unían la magia de la gente y las almas también. La puerta del despacho de Novikov estaba llena de hilos naranjas, la magia de los gemelos Weasley, supo al instante, a pesar de ser esta la primera vez que usaba su vista en el colegio. Pero algo dentro de él le aseguraba que esa era la magia de los gemelos, y no la de Novikov, y, por lo general, ese "algo" en su interior solía tener razón.

Su padre lo llamaba instinto, su madre intuición, pero Abraham prefería llamarlo locura, porque así es como se sentía, loco, incluso desquiciado algunas veces, cuando su «don» era demasiado fuerte como para controlarlo y lo llevaba al extremo de sentir un dolor tan insoportable que ni siquiera horas enteras bajo la maldición Cruciatus podrían llegar a ser ni la mitad de dolorosas, y no lo decía por decir, había experimentado lo que era estar bajo el Crucio durante horas y horas. Otra habilidad que le permitía su increíble, nótese el sarcasmo, «don» era sentir el dolor de aquellos en los que se concentra, por ejemplo, Frank y Alice Longbottom, ingresados en San Mungo sin opción de curarse, después de haber sido torturados con la maldición Cruciatus durante horas, hasta ser llevados a la locura.

Sus padres lo habían llevado a verles una vez, cuando era aún algo pequeño, tendría unos 8 años, y ahí fue cuando los tres descubrieron que la vista de Abraham tenía otras cualidades, desconocidas hasta ese encuentro. Abraham se concentró demasiado en la magia de Alice Longbottom, la cual estaba toda revuelta de una forma incoherente y desordenada, la había observado por largo rato tratando de descifrarla, cuando un inmenso dolor le atravesó todo el cuerpo y cayó de rodillas, aunque no gritó, porque Abraham solo gritaba cuando el dolor era tan intenso como para dejarlo inconsciente. Sus padres rápidamente trataron de comprender qué ocurría, para cuando se dieron cuenta Abraham ya había sentido en carne propia la mitad de la tortura que Alice había sufrido hacía años a manos de unos mortífagos desconocidos. Desde entonces, sus padres le habían obligado a dejar de usar la vista a menos que fuera estrictamente necesario, como sucedía en ese mismo instante.

Después de estar observando la puerta, o más concretamente, la magia de los gemelos Weasley, en la puerta del despacho de Novikov, Abraham al fin descubrió como desmantelarla. Para desmantelar cualquier tipo de magia o hechizo, solo hacía falta buscar el hilo principal, el que une a los demás hechizos, el cual suele ser algo más grueso que los demás hilos. A Abraham le costó un poco encontrarlo, pero lo hizo, como siempre lo había hecho. Se acercó despacio a la puerta y, con la varita en alto, empezó a tirar del hilo principal, poco a poco, despacio y con paciencia, hasta conseguir que todos los otros hilos fueran cayendo con el hilo principal, paso a paso. Y, en cuanto todos los hilos habían caído por el efecto de la varita de Abraham, la puerta del despacho de Novikov se abrió con un suave click.

Ron y Hermione estaban atónitos, no podían comprender qué había sucedido.

Pero lo importante era que Abraham había abierto la puerta y que eso les daba libre acceso al despacho del profesor, para hacer lo que les diera la gana.

Nada más entrar se quedaron realmente sorprendidos por lo que se encontraron. Un despacho realmente ordenado, con una estantería llena de diferentes tipos libros, todos de ediciones especiales y únicos, en la pared de enfrente de la mesa de trabajo, justo a la izquierda. También vieron un ventanal algo grande en la pared de al lado de la de la estantería, se podía observar el lago negro a través de la ventana, y frente a esta había una mesita, de altura normal, pero de anchura pequeña, en ella solo había un florero, que contenía unas flores lilas de las cuales ninguno de los tres alumnos de segundo año sabían el tipo. También notaron que había más de esas flores alrededor de todo el despacho, en la estantería, en la mesa de trabajo, en la ventana, incluso en las paredes había macetas con esas flores colgando en dos de las paredes. Los colores de las flores de cada recipiente eran diferentes, había de color verde, azul, amarillo, blanco, rosa, naranja, fucsia... Era algo realmente impensable para ellos que alguien como Chavda Novikov tuviera tantas flores en su despacho, parecía casi obsesionado con ellas, aunque solo era con ese tipo de flor.

-Vaya...-empezó a decir Ron, paseando su mirada por todo el despacho.-Esto es... inesperado.

-Eso es decir poco.-le apoyó Hermione.

Abraham ni siquiera los miró, empezó a pasearse por el despacho. Los colores de toda la decoración eran oscuros, verde Slytherin, verde esmeralda, negro, gris oscuro, más negro, más tonos de verde. Lo único que no tenía tonos oscuros eran esas flores, esas malditas flores.

Abraham miraba las flores con tanto odio que Ron y Hermione temían que hiciera algo demasiado temerario. Lo que Abraham veía, ya que su vista seguía activa, era la magia de Harry rodeando esas flores, protegiéndolas y cuidándolas, la veía impregnada en casi cada rincón de ese despacho, y eso le frustraba de manera impresionante. Esa era la prueba que necesitaba para saber que Harry era total y completamente inalcanzable para él, y dolía, joder que si dolía. Pero ya era tiempo de asumirlo y seguir adelante, quizás nunca podría tener una relación romántica con Harry, pero por lo menos podría ser su amigo. Sin segundas intenciones esta vez, sin intentos desesperados.

Se giró, listo para salir de ese despacho y seguir con su vida, cuando Ron soltó un grito de sorpresa. Abraham se giró hacia Ron, y lo que vio lo dejó sin palabras.

-¿Q-Qué?-tartamudeó Abraham, sin poder creerse lo que sus ojos veían.

-¿Qué es eso?-preguntó Hermione, también mirando a Ron.

-Es...-Ron tragó saliva con dificultad, no sabía cómo decir eso de forma delicada.-Es un anillo de compromiso. Lo siento mucho, Abraham.

GemelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora