Capítulo 57 (Editado)

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El verano se sentía en el aire, tanto para muggles como para magos. Aunque los magos no pasaban tanto calor como los muggles gracias a la magia.

-¿Por qué narices teníamos que salir el día más caluroso de todo el jodido verano?-exclamó Bellatrix Black, en frente de la cabina telefónica que era la entrada para visitantes al Ministerio de Magia.-¿Y por qué narices Rodolphus y Rabastan tardan tanto?

-Primero: porque tú te casaste con Rodolphus Lestrange en Las Vegas. Y segundo: no lo sé, pero en cuanto los vea se van a enterar.-contestó Narcissa Black, cada vez más enfadada por la tardanza de los hermanos Lestrange.

Tras varios minutos más de larga espera, los hermanos Lestrange por fin hicieron acto de presencia.

-Sentimos la tardanza.-se disculpó Rodolphus, mirando mal a Rabastan, quien se hacía el desentendido.

Ninguna de las dos brujas necesitó más que mirar el cuello de Rodolphus para saber qué los había entretenido tanto.

En cuanto Rodolphus se hubo calmado los cuatro bajaron al Ministerio, muy apretujados, en la cabina telefónica.

Estuvieron media hora recorriendo el Ministerio buscando la oficina que se encargaba de regular los matrimonios y los divorcios de los brujas y magos de Inglaterra. Sin embargo, no lo encontraban por ninguna parte.

Narcissa y Rodolphus suspiraron por quinta vez consecutiva, empezando a preocupar a Bellatrix y a exasperar a Rabastan.

-¿Y si preguntamos a alguien?-preguntó Bella, en un intento por hacer que esos dos dejasen de suspirar.

Consiguiendo justo lo contrario, pues ambos volvieron a suspirar. Rabastan sentía que su paciencia estaba cada vez más cerca de acabarse.

-¿Y a quién le preguntamos, Bellatrix?-preguntó Rodolphus, más que desanimado, señalando a su alrededor.-No hay nadie.

Su tono acabó con la paciencia de su hermano.

Rabastan se giró, dispuesto a decirle un par de cosas a su hermano cuando vio, caminando por el pasillo, al segundo chico más guapo que había visto en su vida. Al ver como Rabastan se había quedado embobado, sus tres acompañantes se giraron para ver qué era lo que lo había dejado en aquel estado.

En cuanto Rodolphus vislumbró al chico, se quedó igual de embobado que su hermano. A ambos hermanos prácticamente se les caía la baba por el desconocido pelirrojo, que iba cargado de papeles y tenía la cabeza en otro mundo. Tan distraído estaba que no vio al cuarteto que estaba en medio del pasillo y chocó con Narcissa, quien no hizo nada por ayudarle. Aunque los hermanos Lestrange pronto se agacharon para ayudar al chico, aún babeando por él como un par de perros por un hueso.

-Hola, ¿estás bien?-preguntó Rabastan, recogiendo algunos papeles.

-¿Te has hecho daño?-esta vez preguntó Rodolphus, recogiendo algunas carpetas.

El chico se sonrojó al ver a los dos hermanos, llegando a convertir su cara en prácticamente una extensión de su cabello.

-H-Hola.

El chico lucía demasiado avergonzado como para poder hablar, empezó a recoger unos papeles pero sus manos se rozaron con las de los dos adultos. Su derecha con una de las manos de Rabastan y la izquierda con una de las manos de Rodolphus. Al chico casi le da un infarto.

-E-E-Es-t-toy b-b-ie-e-en.

Tragó saliva con dificultad y se levantó deprisa con todos los papeles que había podido reunir en sus manos. Los hermanos se levantaron con él, también con papeles y carpetas que habían recogido. Parecían dos perros esperando las órdenes de su dueño, las hermanas Black casi podían ver las colas de los hermanos agitarse rápidamente de un lado al otro mientras miraban al pobre chico.

-Permítenos ayudarte.-dijo Rabastan, colocándose al lado del chico.

-Sí, vas muy cargado. No te vendrá mal un poco de ayuda.-le siguió el rollo Rodolphus, colocándose al otro lado del chico. El chico se sonrojó aún más, si era posible, y asintió dócilmente.

-Ejem.

Narcissa tosió de forma falsa, llamando la atención de los tres hombres. Dos de ellos le mandaron miradas asesinas, y el joven la miró muy avergonzado.

-Lo siento muchísimo, señora Black.-dijo el joven pelirrojo, realmente preocupado.-No la vi. No pretendía chocar con usted. Por favor, no se lo diga a mi jefe. Acabo de empezar, trabajar aquí es un sueño para mí. Por favor.

Narcissa enarcó una ceja, preparada para meterse un poco con el joven pelirrojo, pero no pudo hacerlo pues los hermanos Lestrange la miraban de una forma tan amenazante que, por un momento, temió seriamente por su vida.

-No pasa nada. Ha sido un accidente.-dijo Narcissa, aún con un poco de miedo por su vida.-A todo el mundo le puede pasar, joven...

-Weasley.-contestó el chico enseguida. -Percival Weasley.

-Percival...-murmuraron los dos Lestrange a la vez, saboreando cada letra de su nombre y haciendo que Percy se sonrojara aún más.

-T-Todos m-me l-llaman P-Per-Perc-cy.-tartamudeó el chico, muy tímido de repente.

Las hermanas Black sintieron pena por el chico Weasley cuando vieron el hambre feroz en los ojos de los hombres.

-Joven Weasley,-esta vez fue Bellatrix quien habló.-¿le importaría indicarnos el camino hacia la oficina encargada de regular los matrimonios y divorcios mágicos?

Percy las miró y luego examinó el pasillo con atención.

-Es esa puerta de ahí, la tercera a la izquierda .-los cuatro miraron la puerta, sintiéndose idiotas porque había un cartel que ponía «OFICINA REGULADORA DE MATRIMONIOS Y DIVORCIOS MÁGICOS».

-Muchas gracias, joven Weasley.-dijo Narcissa, con un tono sombrío. ¿Cómo podían ser tan idiotas?

-¿Y tú a dónde te diriges, Percy?-le preguntó Rabastan, con un renovado ánimo.

Percy se volvió a sonrojar. El pobre chico no entendía porque no paraba de sonrojarse cada vez que ambos hombres le hablaban.

-A l-la ofic-cina de al l-lado.-Percy tampoco entendía porque tartamudeaba. Aunque a ambos Lestrange les encantaba.

-Entonces podemos acompañarte antes de ocuparnos de nuestros asuntos, ¿no te parece, Rabastan?-dijo Rodolphus, más que encantado.

-Por supuesto, Rodolphus.-contestó Rabastan, igual de encantado que su hermano.

Los tres caminaron hasta la oficina que Percy les había indicado, los hermanos Lestrange ignoraban por completo las miradas asesinas que les enviaban las hermanas Black.

-Ha sido un placer conocerte, Percy.-dijeron al unísono los hermanos que acababa de conocer.

-I-Igual-mente.-contestó Percy, muy sonrojado, antes de cerrar la puerta.

Los hermanos suspiraron encantados.

-Creo que es el momento de vivir en Londres de nuevo, hermano.-le comentó Rabastan a Rodolphus, con aire de enamorado.

-Estoy totalmente de acuerdo contigo, hermano.-le contestó Rodolphus, luciendo igual que su hermano.

-Por Merlín.-suspiró Narcissa.-¿Tenías que casarte con este imbécil, Bella?

-Lo siento mucho, Cissy.-contestó Bellatrix.

Al final las dos hermanas Black tuvieron que arrastrar a los hermanos Lestrange a la oficina, pues no tenían intención de moverse de al lado de la puerta por la que había entrado Percy Weasley. Rodolphus firmó los papeles del divorcio medio ido, y Rabastan estaba igual. Para cuando llegaron a casa de nuevo, Bellatrix y Narcissa habían sido testigos de cómo Rodolphus y Rabastan habían comprado una mansión cerca del Ministerio de Magia solo para poder ir a ver a Percy Weasley todos los días sin tener que parecer unos completos acosadores.

Desde luego iba a ser un verano muy largo.

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