Capítulo 1.1

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Una calurosa tarde de verano del mes pasado ella había consentido en ir a navegar con su tío, Miroku Higurashi. Este condujo el velero a las cercanías de un campo de juego universitario, a la orilla del lago. La había dejado que se empapara de sol sobre la cubierta del Adventurer mientras desaparecía entre los edificios georgianos del terreno boscoso, prometiéndole solemnemente que regresaría en cuanto terminara de hacer sus contactos. Le había explicado que debía firmar unos documentos relacionados con la fundación Higurashi con respecto a la donación anual para el colegio. Le llevaría sólo unos minutos. Pero el tiempo transcurrió lentamente en la pequeña rada y ella salió en busca de su pariente.

No se había dado cuenta de que el entrenamiento estival de los Guerreros se llevaba a cabo en ese lugar hasta que, al emerger de la esquina de un edificio, se encontró en medio de un grupo de jóvenes muy altos. Todos lucían trajes de entrenamiento gris que dejaba en claro que pertenecían al equipo de fútbol de los Guerreros de Cleveland. La rodeó por lo menos media docena de jugadores bronceados, hombros anchos que obstruían el paso del sol.

Era difícil ignorarlos. Comenzaron a caminar a su lado, manteniendo una charla ligera, presentándose, ofreciéndole sus teléfonos y bromeando. Todo ésto más algunos comentarios elogiosos sobre su apariencia, lograron que se sonrojara.

- No creo que estén haciendo una buena impresión en esta joven.

Los miembros del equipo desaparecieron tan rápidamente como habían aparecido, disculpándose y despidiéndose. Entonces Aome se encontró frente a frente con Inuyasha Taisho.

Estudió el cabello casi plateado y la nariz clásica, pero fueron los ojos dorados y confiados los que la subyugaron. Cayó víctima de la sonrisa cautivadora que arrugaba las mejillas y las esquinas de los ojos, pero que nunca separaba los labios de la boca generosa. Pensó que sonreía por un secreto maravilloso, uno que ella también deseó compartir. Pero un extraño cosquilleo en el estómago le indicó que intentar conocer ese secreto la llevaría por nuevos y peligrosos senderos.

- Temo que esos muchachos no saben cómo comportarse frente a una joven bonita. ¿Busca a alguien? Quizá pueda ayudarla.

Él echó una mirada apreciativa al sostén verde jade y a la falda envolvente que Aome se había puesto sobre el pantalón corto blanco que usaba para navegar. La mirada bajó hasta las sandalias blancas y retornó a la piel dorada del pecho.

- Debo encontrarme con alguien -informó más tensa de lo que hubiera querido.

La tranquila contemplación era aun más inquietante que los cumplidos osados de los jugadores. Aome continuó recorriendo el lugar en busca de su tío. Él caminó acomodando sus pasos a los de ella, pero Aome evitó mirarlo. Su rostro era más atractivo en persona que por televisión.

- Soy Inu Taisho, yo... -comenzó a decir él.

- Sí, ya sé quién es usted, señor Taisho -lo interrumpió-. Ya puede volver con su equipo. Yo estoy bien, créame.

- Considero conveniente permanecer con usted hasta que encuentre a su amigo para protegerla de algún juez de línea descarriado.

- No es necesario -comentó al ver salir a su tío de un edificio cercano.

Miroku Higurashi, prematuramente canoso, se apresuró a ir al encuentro de su sobrina y la rodeó con el brazo.

- Lamento haber tardado tanto, querida, pero tuve que hacer unos cuantos llamados más de los que pensaba. Confía en Inuyasha Taisho para encontrar a la mujer más hermosa del campo de juego, Aome, ¿conoces a Inu? Es el mejor entrenador de la Liga Nacional aunque uno de los más jóvenes.

- Sí, ya nos conocimos.

Aome sonrió y pudo leer la expresión que cruzó por el rostro de Inu. Para él, ella era una más de la larga serie de bellezas que pasaban por la vida de su tío, la mayoría de las cuales poseían un escaso coeficiente de inteligencia. Por el momento estaría protegida del encanto de Inuyasha si la veía del brazo de Mirk. Sintiéndose segura por el error, le envió su sonrisa más cautivadora.

Para Inuyasha ella no era Aome Higurashi, la talentosa artista cuyos cuadros se exhibían en las galerías de arte más famosas del país, pero que no había vuelto a tocar un pincel desde hacía dos años, o la mujer que luego de su frustrante divorcio se había enclaustrado alejándose de los hombres. Sólo era una de las amigas de Miroku.

- El señor Taisho me rescató de algunos malos jugadores muy grandes -comentó ella con una sonrisa tonta en los labios, haciendo una buena imitación de las compañeras de Miroku.

- Es una maravilla -elogió Mirk al joven, pero lanzó una mirada curiosa a su sobrina-. No sólo entrena equipos de fútbol ganadores, sino que rescata damas en apuros.

- Me gusta servir -respondió Inuyasha, retrocediendo al estadio.

- No te apresures, todavía tenemos tiempo para tomar algo en el yate.

- Gracias por la invitación, Mirk, pero puedo ver que tienes apuro por partir. Además debo organizar la reunión de los jugadores antes de la práctica de esta noche. Gracias por venir a vernos.

Así que ésta era la razón por la cual su tío se había ofrecido para solucionar los negocios de la familia en el campo de juego. Ella había pensado que se debía a sus deseos de alejarse de la ciudad y al ansia de navegar. Pero por lo visto, el objetivo real había sido un examen preliminar del equipo de los Guerreros.

- Pienso que haremos buen uso de esas nuevas jugadas. -Los ojos de Inu volvieron a recorrer la figura de Aome.- Fue un placer rescatarla -le dijo y le extendió la mano.

Aome no podía recordar su respuesta, pero rememoró con claridad la sensación que le produjo la mano cálida al estrechar la suya. Había pasado mucho tiempo desde que fuera atraída por un hombre como para olvidarlo.

Durante los tres años de su matrimonio, Akitoki Hojo había destruido a sangre fría su dignidad y la esencia misma de la femineidad. El trauma de esos días negros la había decidido a sobrevivir por sí misma. Había descartado sistemáticamente de su memoria los acontecimientos de la corta vida en común, incluyendo su nombre. La desintegración de su matrimonio y su amargo final la habían dejado insegura, incapaz de confiar sus sentimientos a ningún hombre, por lo que les rehuía. Ahora, Inuyasha Taisho amenazaba con derretir el hielo que la protegía, la defensa necesaria para que no volvieran a romperle el corazón.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora