La orquesta tocaba una balada. Él la atrajo contra su cuerpo y ella no se resistió a la dulce presión de sus brazos. ¿Sabría él cuánto significaban sus palabras para ella? Si sólo pudiera arriesgarse a hacerlo feliz y poder seguir dedicada a su arte, lo haría de inmediato. Abandonó la lucha de mantenerse a distancia. Le rodeó el cuello con el brazo, y apoyó la mejilla en el hueco del hombro y disfrutó de la intimidad del momento.
- Bailas muy bien -lo alabó, perdida en los recuerdos del acto de amor apasionado en la vasta soledad del lago.
- Nosotros, los cabezas duras y huecas solemos ser de pies ligeros.
- No permitirás que me olvide que te llamé así, ¿no es cierto?
- Jamás -murmuró Inu contra su cabello y la única palabra sonó más como una promesa que como una amenaza.
Cuando cesó la música, Aome miró a su alrededor y vio a Jinenshi junto a su esposa en el borde de la pista. Jin los saludó y ella devolvió el gesto con una sonrisa al notar el cigarro que asomaba por el bolsillo de su chaqueta. La orquesta comenzó a tocar la balada que ellos habían bailado la noche de la fiesta de los Warriors. Al oírla, volvieron a enlazarse para la danza. Un movimiento súbito dentro del perímetro de la visión de Aome la distrajo y dejó escapar un suspiro. Dos fotógrafos avanzaban entre la gente, eligiendo a los famosos, a los influyentes y a los fotogénicos para publicar sus fotografías en los periódicos.
- ¡Maldición! -Inu se tensó.- Deseaba salir de aquí antes de que nos descubrieran.
Inuyasha la guió hacia la puerta de cristales que daba a la terraza y la introdujo en el aire frío de la noche otoñal. La música no se oía y la brisa fresca les aseguraba intimidad. Él bajó la cabeza y le rozó los labios con un beso leve. El tiempo se detuvo y la luna inundó la terraza con su luz. Aome, acunada entre los brazos de Inuyasha, pensaba en la felicidad del momento, cuando un destello cegador los envolvió. Aome tardó un instante en reconocer el zumbido metálico del obturador y comprendió que los fotografiaban. Inu extendió la mano hacia la luz y alejó a Aome de la cámara.
- Por favor, no más fotos -rogó ella-. No más fotos... -repitió desorientada por las luces.
- Sólo unas cuantas más -dijo una voz desde las sombras-. Necesito unas tomas más de los tórtolos -continuó la voz, disparando el obturador.
- No somos tórtolos. ¡La dama dijo que no quería más fotos! ¡Quiero la memoria de esa cámara! -ordenó Inu al tiempo que empujaba al hombre, haciéndolo retroceder varios pasos.
Aome, paralizada, observaba la escena mientras las palabras de Inuyasha retumbaban en sus oídos. "No somos tórtolos, no somos amantes, no estamos enamorados." Las palabras crecieron hasta destrozarla.
- Usted no pertenece a la familia, todavía, hombrón -replicó el fotógrafo nervioso-. No tiene ninguna autoridad en esta fiesta.
- No necesito pertenecer a la familia para conseguir esa memoria. Ahora la sacamos como gente civilizada o...
- No esperarán que alguien crea que sólo son amigos, ¿no? Estuvieron juntos en ese velero toda la noche... ¿Qué sucede, entrenador, descubrió que no valía los diez mil dólares de la multa? -lo acicateó.
En ese instante, el puño de Inuyasha salió disparado para estrellarse contra la boca de su adversario, haciéndolo girar como una peonza. Al ver el destello del cólera de Inu, Aome dejó escapar un grito ahogado. Esto distrajo a Inu y el fotógrafo lo embistió con la cabeza, haciéndolo perder el equilibrio. Inuyasha lo envolvió con sus poderosos brazos y lucharon cuerpo a cuerpo. Como por arte de magia aparecieron Miroku y Bankotsu. Ambos tomaron a Inuyasha de los brazos y lo separaron del fotógrafo. Inu liberó su brazo derecho y golpeó la cámara con el dorso de la mano.
- ¡Quiero a este sujeto lejos de mi vista! -exclamó, luchando con sus amigos-. ¡Quiero esa memoria!
El hombre levantó la cámara y continuó sacando fotografías con toda rapidez. La acción encolerizó aun más a Inuyasha, que maldijo por lo bajo y con vehemencia. Sin previo aviso, el fotógrafo se acercó al trío y golpeó a Inuyasha en la boca. Entonces, Miroku soltó a Inu y alejó al otro hombre del lugar. Mientras Mirk aplacaba al fotógrafo Inu se limpiaba la sangre de la boca y Bankotsu permanecía junto a su entrenador para retenerlo.
Las lágrimas borronearon la escena para Aome, quien permanecía temblando cerca de la puerta, horrorizada e indefensa. Bankotsu condujo a Inu hasta la baranda de madera, hablándole en voz baja, mientras Mirk sacaba la memoria de la cámara confiscada y enviaba a un hombre que estaba cerca de Aome a buscar a un guardia de seguridad. Era Jinenshi, quien había permanecido junto a la puerta alejando a los curiosos. Aome lo reconoció al verlo alejarse para seguir las directivas de Miroku. Debió haber visto que el fotógrafo los seguía a la terraza y seguramente había avisado a su tío. Todo era surrealista, hasta la luna volvía a sonreír sobre la calma que siguió al caos. Sin embargo, Aome continuaba al borde del colapso. Inu la miró y apartó la vista, tratando de controlar la respiración. Ella ansiaba correr hacia él y sollozar entre sus brazos protectores. No obstante, permaneció inmóvil, él no la amaba.
Volvía a sucederle, amaba y no era amada. ¡Otra vez no! Inuyasha se acercó, la sangre seguía manando de su boca y salpicando la camisa blanca. "Sí, otra vez pasaba lo mismo". Él se inclinó sobre ella en silencio. "No actues como una tonta" se dijo en silencio. No debía mirarlo a los ojos o él descubriría lo mucho que necesitaba su amor. "No seas tonta", se repitió. Quería protegerse de otra desilusión, pero muy dentro de sí supo que no era tan sencillo. Aome se ocupó de limpiarle la sangre de la boca con el pañuelo que extrajera del bolsillo de su chaqueta.
- No te molestes -la rechazó.
- Estás herido -replicó ella, evitando su mirada.
¿Estaba enojado por haberlo involucrado en otra situación comprometida? Inuyasha la tomó del mentón y el orgullo cerró los ojos de Aome mientras las lágrimas se escurrían por las pestañas y rodaban por sus mejillas.
- ¡Maldición!
La palabra la azotó como un latigazo.
Inu giró bruscamente y regresó junto a la baranda de madera, y quedó en silencio en el frío aire otoñal.
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Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)
FanfictionHacía mucho tiempo que ningún hombre la hacía sentirse como una mujer. Pero Inuyasha Taisho, el entrenador de Cleveland Warrior, amenazaba con derretir el castillo de hielo de Aome al primer encuentro. De pronto todo se iluminó entre la hermosa peri...