Capítulo 12.2

322 26 16
                                    

*(Créditos de la imagen multimedia a Len Barboza, síganla en sus redes: Fb, Tw e Ig
https://twitter.com/lenbarboza/status/1446673385367474176?t=RpxYsdE9ztKeKMEpscB9nA&s=19 )



Estaba perdidamente enamorada y agradecida a la vida. Plena de confianza recuperada, levantó la boca hacia Inu para besarle los labios, al sentir surgir el deseo.

Con movimientos lentos y deliberados, le soltó el nudo de la corbata y comenzó a desprender la camisa.

- Quédate un rato commigo... -rogó ella-. Por favor, quédate. -Se apretujó contra él y se deleitó por el poder que ejercía.

Los besos de Inuyasha enviaron oleadas de excitación por todo su cuerpo. Ya sabía lo maravilloso que era estar en su cama y en su vida para siempre.

La bata cayó al suelo con un suspiro de seda al deslizarse por su cuerpo. Las manos posesivas como intentando leer todo su contorno.

Él la levantó en sus brazos y la depositó sobre la cama. Ella lo observó fascinada mientras él se despojaba de la ropa. Volvió a maravillarse ante la perfección del cuerpo cincelado, lamentando no saber esculpir.

Él sonrió al apagar la lámpara de la mesa de noche y ella sintió el calor de su cuerpo. Le puso la mano sobre el pecho y se inclinó apoyándose en el codo para espiarlo a la débil luz del cuarto.

- ¿Qué sucede, Aome? -preguntó él, tomándola por la cintura.

- Quiero que sepas que te amo mucho, Inuyasha Taisho. -Se inclinó sobre él para besarlo en los labios. Sus senos turgentes presionaban la superficie musculosa del pecho masculino y el cabello caía como cascada alrededor de ellos, formando una cortina fragante que los aislaba del mundo.- No huiré más. En tanto te tenga, todo será perfecto en mi vida: mi amor, mi trabajo y los hijos. Encontraré mi verdadero lugar en la vida, aquí en tus brazos.

- Bienvenida a casa, Aome, mi amor.

El rostro de Inu era iluminado por el juego de luces de la ciudad. Ella contuvo el aliento ante el fuego ardiente que revelaban sus ojos. Él la atrajo hasta sus labios, mientras con manos tiernas delineaba la curva de los senos, sensibilizando los pezones con dedos provocativos. La mano inquisitiva de Aome continuó su viaje sobre el cuerpo delgado, para bajar por la cadera hasta las bandas de acero de los muslos.

Con un gemido, él introdujo una pierna entre los muslos de seda, levantándola y acomodándola a lo largo de su cuerpo. Aome quedó sobre él, abriéndose a la urgencia de su sondeo y absorbiendo la energía que emanaba de su virilidad. Entonces, cayó hechizada por los movimientos excitantes y seductores del cuerpo de Inu dentro del suyo.

Una mano la mantenía pegada a él, mientras la otra acariciaba el pezón erecto. Aome dejó escapar suaves gemidos de placer al imprimir a su cuerpo el ritmo acorde al de Inu.

Sentía que se movía con la antigua sabiduría de Eva. Cuando ambos estallaron de pasión llegaron al placer sublime de la consumación. Temblando, jadeando, se abrazaron con frenesí, incapaces de soltarse. Por fin, plena y satisfecha, quedó tendida en sus brazos y ambos se deslizaron al suave olvido del sueño.

El brazo que la protegía mientras dormía, se alejó y el cuerpo viril que la rodeaba, abandonó la cama en el frío de la noche. Somnolienta, se volvió hacia él.

- ¿Inu? -musitó temerosa.

- Debo volver a mi cuarto, Aome. Ya me quedé demasiado tiempo.

- Por favor, no te vayas... No me dejes. -Sintió que él volvía a su lado, donde deseaba que estuviera siempre.

- Me quedaré contigo hasta que te duermas -le prometió, besándola, reafirmando el lazo de amor que los unía.

Ella percibió la promesa en su voz y se abandonó a sus brazos.

- ¿Cuándo te veré mañana? -preguntó ella, casi dormida, pero pudo oír la risa en la voz de Inu al responderle.

- Hoy. Esta mañana. Tomaremos el desayuno y planearemos la boda. Ahora, duérmete, Aome Taisho.

Y Aome obedeció.


Aome buscó el teléfono a tientas para acallar el repiqueteo insistente.

- Buenos días, ésta es la llamada que pidió para las ocho y treinta.

- Yo no pedí la llamada -respondió Aome, medio dormida.

- Aquí tengo la nota -replicó la operadora-. Llamar a las ocho y treinta. Debe encontrarse con el señor Taisho para desayunar dentro de cuarenta y cinco minutos.

- Gracias -dijo mecánicamente y colgó.

No había sido un sueño. Él le había dicho todo lo que ella ansiaba oír, había alejado las dudas y los temores que la habían torturado y la amaba con pasión.

A la hora exacta se encaminó a la escalera mecánica del vestíbulo vestida con pantalones beige, camisa haciendo juego, chaqueta color chocolate y sombrero de ala blanda.

Inuyasha la esperaba en el vestíbulo, vestido para ir al estadio. Se lo veía impaciente y ansioso. La vio y corrió a su encuentro abrazándola como saludo.

- Temía no verte. No quería dejar esto en el escritorio del gerente.

Inu le tomó la mano izquierda y deslizó un anillo de esmeralda y brillantes en el dedo anular. Le quedaba perfecto y Aome lo miró feliz.

- No comprendo... -comenzó a decir.

- Ya está por empezar, Aome. Debo ir al estadio de inmediato para atender unos detalles de último momento por los que nadie se preocupó. Obligué al gerente nocturno a abrir la joyería, pero ni siquiera tengo tiempo de entregártelo mientras desayunamos. Aome, ¿te casarás conmigo cuanto antes? ¿Hoy... mañana? -Sonreía con la misma sonrisa devastadora que siempre lograba encender el fuego en sus venas.

- Sí. -Ella rió feliz, admirando el anillo.

- Bien. Casi tengo miedo de dejarte sola otra vez. Eres mía, Aome. Jamás lo olvides.

- Y tú eres mío.

- Había planeado esto de manera diferente. -Se lo veía exasperado.- ¿Regresarás a Cleveland en cuanto termine el partido?

- Sí, pero ¿cuándo te veré? -No tenía idea del programa del equipo y la felicidad que los unía era tan reciente que hacía insoportable la separación.

- Esta noche, tarde. En tu apartamento. -Ella se ruborizó al oírlo-. Te lo advertí. No te apartaré de mi vista hasta que seas la señora de Inuyasha Taisho. -Miró a su alrededor agitado y continuó:- Ni siquiera puedo besar a mi futura esposa en medio de este gentío.

- Claro que puedes. -Aome se puso de puntillas para aceptar el beso, cuando el gerente apareció a su lado.

- Lamento molestarla, señorita Higurashi -dijo el hombre tosiendo-, pero anoche abandonó el salón tan rápidamente que me temo olvidó firmar la cuenta. -El gerente, mostró una tarjeta de cartón con el rostro impasible.

Aome se ruborizó e Inuyasha tomó la tarjeta de la mano del hombre.

- Yo me encargo de esto -afirmó gabarateando sus iniciales y entregándola al camarero.

- Por supuesto, señor Taisho -dijo y desapareció.

- Inu, no tuviste que hacerlo.

- Sigo sumando cifras a tu deuda, señora.

- La suma es tan alta que no sé si podré saldarla alguna vez -respondió ella con timidez.

El ruido y la confusión a su alrededor parecieron desvanecerse cuando se miraron a los ojos.

- Creo que podemos negociar un entendimiento, señorita Higurashi, si lo deseas.

Inu la estrujó contra su pecho y la besó dejándola sin aliento.

- Pero de acuerdo con mis cálculos, ¡te llevará el resto de nuestras vidas!



FIN

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora