Capítulo 8.3

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Deseaba sentir cada centímetro de su maravilloso cuerpo contra el suyo. Volvió a explorar ese cuerpo con la mano, acariciándolo para excitarlo, hasta que él gimió de placer contra su boca.

- Me vuelves loco. Jamás deseé una mujer como te deseo a ti. Deja que te ame, Aome.

No lo pedía, lo exigía y ella supo que no podía negarse. Había estado perdida desde la primera vez que la besara, que la tocara. Él no había dicho que la amaba, pero eso no interesaba.

Inuyasha le sacó los pantalones. La intimidad del roce de los cuerpos la llenó de excitación. Sólo era consciente de las caricias de Inuyasha, de los labios y la lengua que trazaban dibujos eróticos sobre su vientre hasta la curva temblorosa de sus senos. Al encontrar los pezones, los frotaba y probaba su firmeza, enviando cascadas de pasión por todo su cuerpo.

Aome le acariciaba el torso desnudo y sus manos descendían para presionar los muslos de granito, extrayendo un gemido de gozo de los labios de Inu.

- ¿Aome? -Su voz era un susurro.

Ella lo atrajo contra sí, besando con pasión la boca hambrienta que ahora se regalaba con la suya, tratando de saciar su apetito. Ella pudo sentir la intensidad de su deseo cuando Inu le separó las piernas y se avalanzó sobre su cuerpo trémulo.

Ella se arqueó para enlazar los brazos alrededor del cuello de Inuyasha, mientras sus labios rosados prometían una dulzura húmeda irresistible. Luego volvió a hundirse en la suavidad de la almohada para estudiar el contorno del rostro deseado. Él acercó la boca a la de Aome, mientras masajeaba los pezones con los dedos hasta que ella suplicó con la mirada. Él le levantó las caderas y se unió a ella con amoroso celo, depositando su peso con todo cuidado.

Como una mujer plena y sintiéndose deseada, se movió libremente con él hasta lograr la medida del salvaje ritmo primitivo, un ritmo sincopado por el latido natural de las olas que batían el casco, el único recordatorio del tiempo y el espacio. Regodeándose en la fuerza de su amante, se arqueó con ardor debajo del cuerpo viril.

La locura hirvió en sus cuerpos dándoles regocijo y ambos se elevaron hasta las altas cumbres, cayendo a las hondonadas de la pasión eterna. Inu por fin descansó de lleno sobre la pequeña figura femenina, temblando y estremeciéndose de amor derramado y compartido, mientras las respiraciones de ambos se regularizaban. Entonces, descansaron en silencio, envueltos uno en los brazos del otro. En ese momento, Aome comprendió lo que era ser una mujer plena y lo que se siente al ser amada.

- Lo siento -susurró ella, automáticamente, preparándose para su frío retraimiento.

- ¿Lo sientes? -murmuró él, sorprendido-. Yo no, en absoluto.

Le retiró el cabello de la frente y se apoyó en el codo para mirarla con atención. Luego, agregó:

- ¿Te lastimé?

Ella sacudió la cabeza, tomándole el rostro entre las manos. ¡Si sólo pudiera retenerlo para siempre! No obstante, esperaba que Inuyasha expresara su desilusión.

- Es hora de hablar, Aome. No más evasiones -exigió él, tierno, acostándose a su lado y privándola del contacto de su cuerpo.

- Yo-yo quería complacerte... Yo quería... Jamás me sentí tan... -No sabía cómo explicarse. Era la experiencia más maravillosa de su vida y aun así no estalló de pasión. Estallar de pasión, ella disminuía su propio ser como se lo había dicho Hojo tantas veces.

- ¡Complacerme! -exclamó, incrédulo.

Ella escondió el rostro desilusionado. "Vuelve a suceder", pensó. Sin embargo, había parecido tan diferente, tan natural, tan perfecto. Él la observó, tenso y rígido y Aome deseó huir, pero no tenía adónde ir y su pirata la mantenía cautiva en la cama compartida.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora