Capítulo 6.1

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Las palabras eran valientes, pero Ayame tenía razón. Temía exponerse a la clase de espectáculo que montaban los medios. Su divorcio había sido público y la había hecho añicos. Se sentía débil para volver a enfrentar esa clase de publicidad.

- No creo que sea necesario escribirla, presumo que aceptarás mi renuncia verbal indeclinable ¡desde este mismo momento! -dijo en tono gélido.

- Aome, no te apresures a tomar una decisión. Será olvidado muy pronto. Todavía hay muchas cosas que puedes hacer para las páginas... -Las palabras cesaron al percibir su determinación.- Muy bien, lamentaré perderte, Aome. Tienes las cualidades esenciales de una verdadera reportera.

Sonó el intercomunicador y Ayame contestó las órdenes de una voz metálica.

- Me llaman de arriba. Sin resentimientos, ¿verdad, Aome? -preguntó, extendiéndole la mano.

- Adios, Ayame -Aome aceptó la mano con indiferencia. Ayame hacía su trabajo. Podía hacer muy poco para detenerla. Cualquier acción que tomara sólo causaría más furor.

Aome se dejó caer en la silla detrás de su escritorio. Aún temblaba de indignación cuando comenzó a retirar sus pertenencias de los cajones. Al sonar el teléfono lo contestó de inmediato y se desconcertó al oír una airada voz femenina.

- ¿Cómo pudo hacer semejante cosa a un hombre tan maravilloso? -gritó la mujer-. Piense cómo influirá en el equipo. Usted no tenía nada que hacer en ese vestuario. Inu Taisho debió darle una buena paliza...

- O dársela a usted, señora. Estoy segura de que la habría disfrutado más que yo. -Cuando la otra mujer quedó muda por unos instantes, Aome colgó.

Al levantar la vista se encontró con un ceñudo Inuyasha Taisho. Una mirada airada brillaba en sus ojos.

- Vengo a exigirte una explicación, aunque deba retorcerte ese lindo cuello. -Inuyasha cerró de golpe la puerta a sus espaldas.

- Lo siento... -comenzó ella.

- ¿Escribiste esta estupidez? -gritó él, golpeando el periódico arrollado contra la palma de la mano.

Aome se encogió.

- ¡No! No haría nada semejante.

- ¡Cómo si pudiera creerte! Tu editora tampoco quiere decirme la verdad. ¡Adujo privilegio editorial!

- Inu, yo... -comenzó otra vez. Quería correr y esconderse en un cuarto oscuro como hacía de niña.

Él quedó en silencio un momento, pero el respiro fue breve, la furiosa tormenta emocional tomaba fuerzas.

- Desde el primer momento supe que me traerías problemas. Pero no tenía idea de que tuvieras los instintos de un cazador de monstruos. Esa maldita caricatura puede costarme el puesto. -Se paseó por la oficina como un león enjaulado.- Esa maldita cosa me hace parecer como un gorila sin cerebro o un hombre de Neanderthal, ¿no fue eso lo que me dijiste?

- Por cierto que la caricatura tampoco fue muy lisonjera para mí -replicó ella, ofendida.

- No di importancia a tus intrigas. ¡Parecías un bebé inocente! Sin embargo, has logrado convertir nuestra relación en un espectáculo circense. Hubieran olvidado el incidente en unos días. Ahora, con toda esta hojarasca, el equipo investigará las acusaciones. Seré afortunado si salgo de esto con el pellejo sano.

- Lo siento... -repitió ella. Comprendía lo penoso y humillante que era la censura pública para un hombre orgulloso.

- Ya dijiste eso. -Inu apoyó ambas manos sobre el escritorio y se inclinó sobre ella.- ¿Por qué no dejas de jugar con las vidas ajenas? Hazme un favor, ¿quieres? Regresa al lujoso suburbio donde vives, Waite Hills, donde perteneces.

Aome empalideció. Se aferró al escritorio, rogando haber malinterpretado sus palabras.

- Inu, escúchame. Yo no sabía... -comenzó a decir con labios entumecidos.

Él giró abruptamente, pero se volvió para oír la explicación que no pudo salir de los labios de Aome.

- Anoche también jugaste conmigo, ¿no es verdad? -la acusó con tristeza. El silencio reinó en el cuarto. Inuyasha se acercó a ella lentamente-. Sabías que esto se desencadenaría esta mañana, ¿no es así? -le preguntó, destrozado.

- Yo... no, no lo sabía -tartamudeó Aome, meneando la cabeza-. Pero ahora tiene poca importancia.

- Anoche deseaba tanto hacerte el amor, que podría haber... -Él desvió la vista.- No lo comprendo -declaró con sencillez.

Ella observó fascinada los cambios de expresión en el rostro endurecido de Inuyasha. Casi podía ver el muro de indiferencia que alzaba para protegerse de ella. El hielo comenzó a trepar por su cuerpo.

- Inu, p-por favor -intentó una vez más, desesperada por extraer las palabras de su caos interior.

- Tengo que tomar un avión; tenemos un partido en Nueva Orleans el domingo -la interrumpió él-. Gracias a ti, puede que sea el último partido que dirija. -Abrió la puerta y vaciló un instante antes de salir.- Jamás sabré cual de las dos mujeres es la verdadera, si la cálida criatura que tuve anoche en mis brazos, o esta intrigante maquinadora. Me rehuso a seguir viéndote para terminar como un trofeo colgado en tu sala, señora.

La estudió detenidamente al verla dolida por sus palabras. Luego giró y escapó de la oficina, dejando la puerta abierta. Escapaba de su lado y se alejaba de su vida.

Las acusaciones todavía resonaban en los oídos de Aome. Sin embargo, el golpe más difícil de asimilar fue su partida.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora