Capítulo 11.2

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Siguieron recorriendo una serie de calles hasta que Aome se sintió desorientada por la ciudad desconocida. El conductor del taxi no tuvo problemas en guiar el auto en el abigarrado tránsito y muy pronto entraron al acceso del hotel de ladrillo y cristal que miraba directamente a Fountain Square, el centro geográfico y el corazón pulsante de Cincy. Aome esperó pacientemente que descargaran y llevaran su equipaje, disfrutando del ruido de la ciudad que se preparaba para otro activo fin de semana.

El vestíbulo abovedado del hotel era tan enorme que contenía un restaurante donde se servía en mesas agrupadas bajo árboles que crecían en su interior. Aome estudió el ambiente mientras ascendía por una de las escaleras mecánicas. Mirk se ocupó de los registros en el hotel. Aome no prestaba mucha atención a los procedimientos hasta que Mirk, acercándose a ella le dijo:

- Aome, ha habido un problema con las habitaciones. Me temo que estaremos repartidos por el hotel. ¿Te molestaría estar en un piso diferente?

- Para nada -ella rió-. No necesito una chaperona, pero quizá tú... -agregó con picardía, dejando la frase trunca al ver que Miroku desviaba la mirada y el rubor cubría las mejillas de Sango.

Las puertas del ascensor se cerraron después de depositar a Mirk y Sango en el piso que les correspondía. Se asombró cuando las puertas se abrieron y tres hombres muy altos subieron, le sonrieron corteses y le dieron la espalda. Aome se hundió en un rincón. Eran integrantes del equipo de los Guerreros. Mirk no tenía intención de dejar que perdiera una sola oportunidad de ver a Inuyasha Taisho. Los Guerreros estaban alojados en este hotel y en cualquier momento se enfrentaría a Inu. Este pensamiento la hizo estremecer de angustia.

Los mismos duendes de la duda que arruinaron su reposo la obligaron a salir temprano a la ciudad. En Cleveland, casi era invierno mientras que en este rincón apartado del sudoeste, era casi verano. Se puso un suéter rojo oscuro, una falda beige de corderoy, un par de zapatos y se dispuso a explorar la hermosa ciudad antigua.

La tarde la encontró sentada en un banco de Fountain Square, intentando compaginar en su mente un argumento coherente para usar con un hombre terco y herido en su amor propio. Se reclinó sobre el respaldo de piedra y cerró los ojos para mitigar el brillo del sol sobre la cascada de la fuente. El follaje murmuraba sobre su cabeza y los ruidos del tránsito reverberaban entre los altos edificios. La imagen de la estatua de bronce con los brazos abiertos permaneció impreso en su cerebro, mientras descansaba bajo el cálido sol de octubre.

Se la veía serena, pero sus pensamientos eran tumultuosos. Arriesgaba no sólo la paz de su alma sino también la última oportunidad de ser feliz. Entonces, una sombra cruzó delante del sol, privándola de calor. Aome abrió los ojos para descubrir al objeto de sus cavilaciones frente a ella, mirándola airado.

- ¿Qué haces aquí?

- Vine con Mirk y Sango... a ver el partido -tartamudeó Aome ante la imprevista aparición de Inu y la mirada pétrea en sus ojos.

Vestía pantalones beige, un suéter tostado y una chaqueta con capucha que lucía el emblema de los Guerreros en el pecho. Tenía las manos hundidas en los bolsillos y Aome supuso que serían dos puños apretados. Parecía cauteloso, como si temiera que ella hiciera algo inesperado.

- ¿Vas camino del estadio? -preguntó ella.

- Sí.

- Inu, tengo que hablar contigo. Quiero explicarte algunas cosas.

- No hay necesidad de explicar nada, Aome. Puede que yo sea un ex jugador de fútbol, pero no necesitas elaborar los argumentos. El huir de mi lado tan pronto como fue de día, fue una buena indicación de que no deseabas casarte conmigo.

- No fue así.

- ¿No lo fue?

- Por favor, Inu, necesitamos hablar.

- ¿Te parece? -Él meneó la cabeza.- Yo no pienso de ese modo.

El pánico se apoderó de Aome al constatar la resistencia de Inuyasha. Todos los argumentos cuidadosamente preparados, desaparecieron de su memoria.

- ¿Querrías... cenar conmigo?

- No puedo, Aome. Cenaré con el dueño del equipo.

- Ya veo. -¿Las palabras habrían mostrado lo perdida y desamparada que se sentía?

- No, no creo que veas nada. Se hace tarde, debo irme. Adiós, Aome. -Inu giró con brusquedad y se alejó con pasos rápidos.

Inuyasha se iba de su vida y no lo pudo soportar. Recogió el bolso y corrió tras él por la plaza.

- Inu, por favor. -Ella debía detenerlo. No podía dejarlo ir.- Quiero explicarte todo -dijo, casi sin aliento al tomarlo del brazo-. Por favor, camina más despacio.

Él se detuvo y ella lo enfrentó.

- Señorita Higurashi usted no desea que llegue tarde otra vez, ¿no es verdad? No puedo darme el lujo de llegar tarde nunca más.

- Quizá podamos hablar más tarde... -sugirió ella-. Quizá yo pueda hallar una forma de compensarte.

- ¡No! -La atravesó con la mirada al oír la infortunada elección de palabras.- Sería mejor que regresaras a Cleveland.

- Me quedaré a ver el partido -insistió ella, resignada.

Él la miró de lleno por primera vez.

- Te dije que cuando la factura fuera demasiado elevada te lo haría saber. Te lo digo ahora, Aome. No puedo darme el lujo de participar en tu juego nunca más.

Se alejó de ella con paso vivaz y Aome regresó al banco como una autómata. Vio cómo la plaza se llenaba de gente que iba de regreso a sus hogares. Observó pasar el crepúsculo por las piedras del sendero con una brisa helada como única compañía.

Si partía ahora, alquilaba un auto y se alejaba de la ciudad, podría estar en su hogar hacia la medianoche. Escapar de nuevo sin tener que encarar a Inuyasha para ver la indiferencia en sus ojos. Se puso de pie y se encaminó al hotel con la decisión tomada.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora