Capítulo 4.1

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Miroku la miró pensativo y le devolvió el anotador sin hacer otro comentario. Sus invitados comenzaban a llegar al palco con aire acondicionado. Aome se asombró al ver a una mujer joven entre los miembros de la corporación. Miroku la saludó con una cálida sonrisa y la condujo junto a su sobrina.

- Aome, te presento a Sango Taijiya.

La agradable mujer de aspecto sofisticado le extendió la mano.

- Encantada, señorita Higurashi. Es un placer conocerla. -Su voz era baja y clara.

- Gracias, pero por favor, llámame Aome. -Ella sonrió, juzgando que la mujer sería unos pocos años mayor que ella.

- Me gusta eso y espero que me digas Sango.

- Sango acaba de regresar de California -explicó Miroku-. Aome, ¿querrías acompañarla mientras ubico a los demás?

- Me encantará, Mirk -comentó Sango mirando a la joven que sería su compañera y Aome aceptó con un mohín gracioso.

Ambas se sentaron al frente y observaron el magnífico espectáculo que se desarrollaba en el campo. Con tacto, Aome averiguó que Sango era la viuda de un antiguo amigo de su tío. Había regresado a Cleveland hacía muy poco para reanudar su carrera como ingeniera química.

- Mirk ha sido un gran apoyo para mí -confió Sango a Aome-. Él y mi esposo eran íntimos amigos. Él logró que mi regreso fuera más fácil de lo que podía imaginar.

Aome sonrió comprensiva pero su respuesta fue inaudible por el rugido estruendoso de la multitud que aclamaba la entrada de los Guerreros al campo de juego.

Aome observó desde su ventajosa posición encima de la zona final cómo se desarrollaba la batalla por conseguir la pelota sobre la línea defensiva. Era fácil ver los huecos abiertos por los delanteros de los Guerreros en la defensa del equipo de Buffalo, mientras los medio zagueros gambeteaban y corrían por el campo enemigo.

Los gritos del público premiaron a la escuadra defensiva por sus esfuerzos ciclópeos. Los pies se clavaban en el césped destrozado, los cascos y almohadillas chocaban entre sí, los delanteros se obstinaban en seguir adelante y detener a los contrarios. La contención del aliento marcaba los momentos culminantes: la detención de una pelota lanzada en el último momento antes de que pudiera caer en las manos del receptor contrario o el triunfo de una interferencia exitosa.

Al pasar las horas, el sol se hundió detrás del estadio y el frío otoñal entró a la caverna casi oscurecida. Aome observó los totales estadísticos. Bankotsu no sólo hacía pases extraordinarios sino que también podía atacar a voluntad a cualquiera de los receptores importantes con aparente facilidad. Su pericia hacía parecer posible cualquier jugada descabellada, como picar más de 300 metros en un pase simple, con sólo arrojar la pelota.

Empero, los ojos de Aome se dirigían al banco, donde Inuyasha Taisho estaba rodeado por sus ayudantes, los zagueros y coordinadores, con quienes conferenciaba ocasionalmente. Intentó evitar mirarlo, concentrándose en el juego y manteniendo una conversación vivaz con los invitados de Miroku. Pero, de pronto, Inu aparecía ante su vista y todo el griterío de las tribunas y las jugadas brillantes pasaban a segundo plano y su mirada quedaba fija en los movimientos controlados del hombre que permanecía en el ojo de la tormenta.

Aome estaba agradecida a Mirk por no nombrar la entrevista ni a Inuyasha durante el partido. Sus comentarios estuvieron limitados a juzgar las decisiones de juego de su amigo y a entretener a sus invitados. Sonrió a su tío al recoger el bolso y el anotador para bajar a los vestuarios antes que finalizara el encuentro. Los Guerreros ganaban a sus adversarios para regocijo de sus seguidores, jugadores y para alivio del equipo de entrenadores.

- Hoy conseguiré esa entrevista y cumpliré con la letra, aunque no con el espíritu del trato -explicó a Mirk, al despedirse. Él la saludó ausente, inmerso en las preguntas de su adorable invitada y en el último intento que hacían los de Buffalo, de entrar en el campo enemigo.

Aome se apresuró al caminar por el pasillo angosto hacia la escalera que la llevaría al vestíbulo principal. Miró por encima de la baranda a la porción de público visible desde allí. Viejos y jóvenes lucían los colores de los Guerreros y estaban atentos a las acciones en el campo. Descendió a las entrañas de concreto del edificio, pasando frente a la guardia de la entrada a las oficinas, con sólo mostrar su pase de prensa.

El túnel desierto era como un oasis de paz comparado con el fragor de los rugidos del público en las graderías. El taconeo de sus zapatos era lo único que quebraba el silencio. Aome se alisó los pantalones de hilo, se acomodó la chaqueta sobre los hombros y trató de calmar el nudo que sentía en el estómago. Después de varias equivocaciones, encontró el camino a la sala de prensa, adyacente al vestuario de los Warriors. Otro guardia revisó el pase, esta vez con mayor detenimiento que su compañero del piso superior, pero no hizo comentarios ni le impidió la entrada a la sala vacía. Aome se dirigió a un espejo en la pared opuesta, recomponiéndose el peinado con dedos temblorosos.

No se notaba nerviosismo en el rostro sereno que reflejaba el espejo. Sólo un destello en los ojos marrones delataba la agitación interior ante la inminencia de su encuentro con Inuyasha.

Al regresar al vestuario iluminado y ruidoso, el fuerte olor de la competición salvaje le atacó los sentidos. Por un momento estuvo a punto de dar media vuelta y huir despavorida. La inquietud que sintió al invadir este reducto masculino, la asaltó con renovados bríos. Los camarógrafos de televisión buscaban posiciones ventajosas para filmar. Algunos reporteros probaban luces y sonidos frente a las cámaras. Otros se acicalaban y los demás esperaban, pero todos se dieron vuelta e hicieron una pausa al ver entrar a Aome, quien se detuvo cerca de los armarios en el centro del inmenso salón blanqueado a la cal.

- Esto es una primicia -dijo un veterano de la TV-. Hasta ahora jamás entró una mujer en el vestuario de los Guerreros.

Ella ignoró las pullas que llegaban a sus oídos. Recorrió el salón con la vista en busca de Jin o Nick, pero no los vio por ningún lado.

- No se desmaye aún. El entrenador no llegó todavía -gritó alguien, reconociéndola.

- ¿Quién está hoy en la lista de los adorables? -preguntó un camarógrafo, para luego acotar-: Ella está en mi lista de adorables.

Aome le lanzó una mirada gélida. El culpable desvió la vista y continuó con su labor. Comenzaron a llegar más reporteros y Jin llegó con ellos. Aome se acercó a él.

- ¿Qué diablos haces aquí, Aome? -preguntó Jinenshi, agitado.

- Vine a entrevistar a Inuyasha Taisho. -Aome comenzaba a comprender por qué su presencia causaba tanto revuelo. Las palabras de Jin confirmaron sus temores.

- Este no es un buen sitio para las damas, jovencita -comentó él entre dientes-. ¿Te envió Ayame? -Ella asintió.- Te ha jugado una mala pasada. Creo que huele una gran historia. Los Guerreros no alientan la presencia femenina en su vestuario, aunque no es una declaración oficial. Es una especie de acuerdo entre caballeros. El año pasado vino una reportera de otra ciudad que cubrió uno de los partidos de béisbol. El equipo le hizo pasar un mal momento. Quédate junto a mí, ¿de acuerdo?

Aome sonrió sin ocultar el alivio que le produjo la presencia de su corpulento amigo.

Los gritos provenientes del corredor pusieron punto final a las palabras de Jin. Los jugadores manchados por el césped, algunos cojeando, otros saltando de alegría, cubrieron la entrada al vestuario. Gruñidos de júbilo marcaron la entrada triunfal de los gladiadores, quienes patinaban sobre los tapones metálicos de los zapatos, elogiándose unos a otros, palmeándose las almohadillas y estrechándose las manos.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora