Inuyasha la condujo a través de una maraña de corredores para emerger a cierta distancia de la puerta por la que ella había entrado. La caminata debilitó a Aome y sólo movió la cabeza cuando él le preguntó si prefería elegir el restaurante para almorzar.
Inu no dijo nada más, la ubicó en el auto y salió del estadio. Aome se dejó llevar, contagiada por la energía que irradiaba su compañero. No prestó atención al camino y sólo notó que el restaurante era pequeño y tranquilo y que no estaba muy lejos del estadio. La camarera saludó a Inuyasha en tono amistoso y los guió a una mesa con vista al lago. Se sentaron en silencio y luego de ordenar la comida, Aome se dedicó a contar los largos minutos que le quedaban de ese día desastroso. Se concentró en las olas que rompían contra las escolleras más allá del malecón y lanzaba espuma sobre las rocas de la costa.
- La carne asada que sirven aquí es excelente, buena elección. -La voz de Inuyasha interrumpió sus pensamientos.
Aome levantó la vista para ver a la camarera que depositaba un emparedado y ensalada fresca sobre la mesa. Olía delicioso y de pronto sintió hambre. Sin más, se dedicó a comer lo que le habían servido.
- Ahora podré informar al doc que ambos seguimos sus órdenes al pie de la letra. -Inuyasha sonrió y el corazón de Aome le saltó en el pecho.
Inu mantuvo una conversación agradable que la relajó. En los últimos años, se había mantenido tan alejada de los hombres que la atención de un hombre encantador se le subía a la cabeza como vino añejo.
Lo estudió detenidamente y se sintió tranquila. ¿Qué tenía este hombre que parecía traspasar sus defensas? Hechizada por la conversación, tardó un rato en comprender que él había cambiado de táctica y la hacía contar su vida.
- He estado un año con el Shikonpress y el año anterior lo pasé viajando por Europa con unos amigos -se oyó decir.
Quizá ese era el motivo por el cual lo encontraba conocido. Ella había visto ese rostro fuerte mirándola desde las paredes de incontables museos. Ella sonrió; él quizá no podía comprender lo que pensaba en esos momentos.
- ¿Qué hizo antes de eso, Aome? -preguntó él, aparentemente atraído por la sonrisa.
- Estuve casada. -La expresión de Aome se oscureció.- Pero no funcionó.
La declaración cortante mostraba todo el horror que había sufrido. Aún vivía prisionera del temor y confinada en una celda de dudas.
- Jamás estuve en Europa -comentó Inu, permitiendo que Aome se recompusiera.
- ¿Es el acento del noreste el que detecto en su voz? -preguntó Aome.
La sonrisa de Inuyasha le recordó que él no conocía a la ex señora de Akitoki Hojo, sólo a Aome, la reportera.
- Sí, de Boston. ¿No lo sabía? Mis padres aún viven allí junto a mis 2 hermanos. Ambos están muy bien empleados y sin necesidad de observar a un puñado de hombres peleando por una pelota. Son palabras de mi padre -comentó al ver la sorpresa en el rostro de Aome-. Sin embargo, siempre agradeció que nos atrajera el deporte ya que nos alejaba de las calles.
- Siempre creí que hubiera disfrutado teniendo hermanos y hermanas.
- Yo era el mayor, por lo que generalmente mandé sobre mis hermanos y los encarrilé en lo que la familia pensó que era bueno. Yo elegí fútbol, Sesshomaru se interesó en las carreras pedestres. Shippo, el benjamín de la familia, era un peleador callejero. Él y yo peleamos mucho hasta que logré colocarlo sobre el hielo. El hockey le ofreció lo mejor de los dos mundos. ¡Puede ser un pendenciero y cobrar por eso!
- Debe estar muy unido a su familia. -Aome rió con deleite. Sin embargo, la visión de Inuyasha Taisho como un dictador protector y benevolente era curiosamente turbadora.
- La familia y el fútbol han sido las cosas más importantes de mi vida.
Inu mostró algo de timidez al tocar el tema. Su risa agradable acentuó las líneas de la boca y los ojos reflejaron dulzura al referirse a su familia. Las miradas se encontraron. Él pareció temer que sus ojos revelaran demasiado, y desvió la mirada hacia el lago. Ambos observaron pasar un carguero dirigiéndose al puerto. El ideograma de la Corporación Higurashi brillaba en los costados del barco repleto de granos, anunciando el nombre de sus propietarios y la supremacía que ejercían en la navegación de los Grandes Lagos. Un gallardete rojo y la bandera de Estados Unidos, flameando, agregó colorido a la escena azul de la bahía.
Aome frunció el ceño al pensar que alguna vez Inuyasha se enteraría de que ella era parte del imperio náutico de los Higurashi, la mujer fría y calculadora que fuera culpada de arruinar la vida de su esposo. Entonces, él correría tan rápido como le permitieran las piernas. Deseó tener más tiempo como la nueva Aome.
- ¿Su familia es de Cleveland? -la interrogó él al ver desaparecer el carguero.
- Sí. ¿Le agrada la vida de Cleveland? -preguntó tratando de desviar la conversación.
- Todavía no me acostumbro al clima -replicó, divertido-. Una borrasca puede cubrir la ciudad con medio metro de nieve.
- Es el efecto del lago. Pero quizá debido al frío y a la nieve los nativos de Cleveland son cálidos y amistosos.
- Quizá -acordó él, recostándose en la silla y estudiando su rostro-. No hay nada como un domingo nevado en Cleveland. Algunas veces creo que el único calor que hay en toda la ciudad es el generado por el estadio. Sin embargo, estoy disfrutando mucho con una lugareña.
Inuyasha sonrió provocativamente y Aome se reprochó dejarse hechizar por la cadencia de su voz.
- Mirk me dijo que ha jugado para la Universidad de Michigan -comentó ella. Esperaba que él le contara su amistad con su tío-. Mencionó que eran amigos.
- Sí, éramos amigos. Aún lo somos. Me alegré cuando regresó a la ciudad. Le estoy agradecido por su apoyo. En Michigan él fue siempre el afortunado en el amor... y yo jugaba al fútbol. Yo ganaba los trofeos y él salía con las chicas. En realidad, las cosas no han cambiado mucho. Por desgracia debo regresar al trabajo -concluyó mirando el reloj.
Aome notó un leve cambio en el tono de su voz y lamentó haber mencionado a Miroku. Se sentía tan encantada por la actitud de Inu que había olvidado el romance ficticio con su tío.
- Espero que no sufra consecuencias por el accidente. De ahora en adelante le aconsejo que deje la cobertura de los deportes a los reporteros serios. -Hizo una pausa, como decidiendo qué decir.- Bien, nos veremos.
Inuyasha dejó caer unos billetes sobre la mesa, se dió vuelta y caminó rápidamente hacia la puerta giratoria, dejando a Aome muda y sola.
***
- Aome, ¿te encuentras bien? -preguntó Ayame con verdadera preocupación cuando el ascensor abrió las puertas y la depositó en el 8° piso del periódico.
- Estoy muy bien. Pero jamás podré volver a levantar la cabeza frente a Jin o Nick. Tuve que pagar un precio muy alto.
- Suena como si necesitaras un trago fuerte y muchas horas de sueño -la consoló Ayame-. ¿Conseguiste material que puedas utilizar?
- Un poco. El fútbol profesional es el último bastión del machismo que queda en la ciudad.
- Dudo que sea el último -acotó Ayame, fría-. Tengo entendido que no obtuviste mucha cooperación del entrenador Taisho.
- No la suficiente.
- Aome, ansían estos artículos. Si producen una ola grande conseguiré un puesto mejor lejos de aquí. Te daré toda la ayuda que pueda si consigo lo que quiero. Puedes transformar esta sección en algo de valor, una voz para los temas de las mujeres. ¿Me acompañas en el intento, Aome?
- ¿Si te acompaño? Por supuesto. Haré lo que pueda.
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Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)
FanficHacía mucho tiempo que ningún hombre la hacía sentirse como una mujer. Pero Inuyasha Taisho, el entrenador de Cleveland Warrior, amenazaba con derretir el castillo de hielo de Aome al primer encuentro. De pronto todo se iluminó entre la hermosa peri...