Capítulo 8.1

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La súbita detención los arrancó del timón y los lanzó a la escotilla de la cabina, al tiempo que una ola los arrastraba hasta la baranda.

- ¡Aome! -gritó Inuyasha, asiéndola del brazo para impedir que el agua la llevara-. ¿Estás bien? ¿Qué sucedió?

- Debemos haber golpeado contra algo. -Aturdida, miró a su alrededor y notó que las olas pasaban por arriba pero el Adventurer no las sorteaba más.- ¡Encallamos!

Se corrieron hasta la cabina para soportar mejor el embate de las olas. El banco de arena donde habían encallado mantenía la nave casi fuera del agua. No necesitaban preocuparse más por mantenerla contra el viento; estaban hundidos en la arena viva del lago.

Aome se abrazó a Inuyasha temiendo ser arrastrada y se mantuvieron unidos, de espaldas al enemigo potencial. El granizo había cesado, pero la lluvia torrencial continuaba golpeándolos. Por fin, la furia desatada se agotó, aunque las aguas turbulentas seguían hirviendo a su alrededor. Los truenos comenzaron a sonar más distantes y el lago se transformó en una agitada masa verde de movimiento incesante. El sol espió en el horizonte detrás de una fina capa de nubes y envió curiosos dedos de luz dorada.

- ¿Aome, te encuentras bien? -preguntó Inu, estudiándole el rostro demudado.

- Sí, gracias por sostenerme para que no me cayera al agua. -Las palabras eran inadecuadas; él le había salvado la vida.

- No permitiré que te alejes de mí -prometió él-. ¿En verdad te encuentras bien?

Ella volvió a asegurarle que sí y mirando a su alrededor, agregó:

- Ya no iremos a ninguna parte. Encallamos y no podemos salir sin un remolcador.

- Eso llevará bastante tiempo. Nadie es tan loco como para salir en un día como éste, ¿verdad?

- Es verdad -acordó ella, sin deseos de protestar.

Se sentía agradecida por haber capeado el temporal y tener aún la embarcación entera. Confundida, caminó por la cubierta inclinada para revisar los daños. El Adventurer había hundido la proa en la arena y se inclinaba apenas a babor. La popa no estaba hundida en el banco, lo cual hacía que se meciera levemente ante el golpeteo de las olas.

Aome se sacó la chaqueta, el sombrero y descendió para encender la radio. Todavía había bastante estática a causa de la tormenta. Movió una palanca y descolgó el micrófono, en el momento en que Inu bajaba a la cabina.

Aome repitió tres veces la llamada de socorro antes de soltar la palanca en espera de respuesta.

- Recibido, Adventurer. Esta es la estación veinte de la Guardia Costera. La oímos. Hemos tratado de hacer contacto. ¿Está a salvo? Cambio.

- Afirmativo. Estamos en vertical pero encallados, necesitamos ayuda. Búsqueda y Rescate. Cambio.

- Correcto. ¿Está haciendo agua? Cambio.

- Negativo. Búsqueda y Rescate. Cambio.

- ¿El señor Taisho está a bordo, Adventurer? Cambio.

- Afirmativo. Ambos estamos a salvo. Cambio.

Aome arqueó las cejas y lanzó una mirada inquisitiva a Inuyasha quien se alzó de hombros restándole importancia.

- Dénos su ubicación, Adventurer. Tenemos a dos adolescentes y a un pescador perdidos, así que ustedes están abajo de la lista de prioridades. Los rescataremos cuando sea posible. Cambio.

Aome les informó lo mejor posible sobre la posición y cerró la banda marina. La voz del guardacosta resonó repitiendo la ubicación y luego, agregó:

- No hagan nada, Adventurer. Llegaremos cuanto antes. Esta es la estación veinte de Guardia Costera, cambio y fuera.

- ¿Y ahora, qué? -inquirió Inuyasha.

Ella cortó la transmisión, dejando la cabina en silencio.

- Ahora, esperaremos.

El viento amainaba, pero las olas continuaban su danza mientras los últimos rayos del sol poniente esmaltaban los suaves vientres de las nubes. Aome observó las aguas inquietas una vez más. El Adventurer no había sufrido mayores daños. El banco de arena seguía aprisionándolo, pero el timón y la hélice estaban libres. Aome no dudaba de que si el motor funcionara podrían desencallar fácilmente, pero no había combustible. Decidió no reprocharse más. Estaba extenuada y aterida. A la distancia divisó las luces de la ciudad que empezaban a encenderse y el rayo luminoso del faro de la Torre Terminal.

- Ven a comer -llamó su pasajero desde la escotilla. Aome abandonó la cubierta, curiosa por ver lo que Inuyasha había encontrado para alimentarlos.

- Galletas, queso fundido y un buen Chablis -le informó él, mostrando la botella de vino.

Inuyasha vestía un pantalón de baño color zafiro y la camisa roja, suelta. La cabina estaba llena de ropa húmeda y Aome consideró que no se secaría muy pronto. Agradecía haber llevado una muda en su bolso, pero la camisa de algodón fino no era suficiente para resguardarla del frío.

- Por lo menos no nos moriremos de hambre -comentó ella.

- Podríamos ponernos cómodos. Presumo que estaremos aquí bastante tiempo. -Inuyasha frunció las cejas al recordar su problema.

- Toda la noche, supongo. Saben que estamos a salvo y está oscuro -agregó, sin necesidad.

- No podemos hacer nada, así que será mejor que comamos. Vamos, estas galletas se ablandan mientras hablamos.

Descorchó la botella mientras Aome untaba las galletas con queso. Estaban hambrientos y comieron sin hablar. Aome recogió los restos de la comida y aceptó un segundo vaso de vino al terminar la tarea.

- Son sólo las ocho y treinta -se maravilló él, sacudiendo el reloj pulsera para comprobar si no se había detenido-. ¿Supones que esta noche hemos sido el tema del noticiero de las seis?

- No -replicó Aome, saltando del asiento y caminando por la cabina.

Inu permaneció cómodamente tendido en la cucheta, observando sus movimientos agitados y eso la ponía nerviosa.

- Quizá haya un mazo de cartas -sugirió él, esperanzado.

- No lo creo. ¡Miroku no viene acá a jugar al póker!

- Supongo que no. No ha cambiado tanto desde que lo conocí en Michigan.

Aome se volvió a sentar.

- A menudo habla sobre los días en la universidad. Le impresionaba tu habilidad aun en esa época.

- Mirk es un buen amigo. Me ha ayudado mucho desde su regreso.

- Ustedes dos son una verdadera sociedad de admiración mutua. -Aome rió.- ¿Sabes que tiene películas de algunos de tus partidos en la universidad?

- Yo estaba en muy buena forma, entonces. Varios equipos estaban interesados en mí, pero el Tío Sam fue el postor más alto. Terminé yendo a Irak por un año que me pareció una eternidad.

Aome lo escuchaba sin hablar, agotada por lo sucedido en las últimas horas y contenta de ir sobrellevando el confinamiento forzoso oyéndolo hablar de su vida. Él tampoco hizo nada para quebrar el silencio por un rato, reviviendo experiencias que estaban más allá de la comprensión de Aome, para quien los sucesos aterradores ocurridos durante su adolescencia, apenas le habían producido impresión en su protegida existencia.

- Es gracioso -continuó él, siguiendo sus propios pensamientos-. Repté por montañas desérticas, vi compañeros volando en pedazos y jamás sufrí una herida. -Hizo una pausa.- Entonces, regresé a casa y me rompieron las piernas en un campo de fútbol.

- ¿Cuando jugabas para los Gigantes?

- Esos fueron años violentos.

- Debiste sentirte en la cima del mundo -comentó Aome, recordando sus primeros triunfos en el campo del arte.

- Mi carrera iba de maravillas. Había una chica de quien creí estar enamorado profundamente, pero ella no tuvo paciencia para soportar a un jugador novato.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora