Capítulo 5.2

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- ¿Estás segura de que no deseas postre? -preguntó Miroku.

Aome meneó la cabeza y Mirk despidió al camarero con una orden de dos cafés y un brandy para él.

- La cena fue deliciosa, tío Mirk. Gracias por obligarme a venir.

Su presencia no había atraído la atención de los presentes. Aome sospechó que ésa era la razón primordial por la que Mirk había elegido el tranquilo club de su padre y ella le agradecía su consideración. La euforia producida por la buena comida, la atmósfera agradable entre paredes con paneles de caoba y la conversación tranquila estalló como una burbuja con las siguientes palabras de Mirk.

- Bien, Aome, la corporación puso todo el dinero para que los Guerreros tuvieran las mejores posibilidades de ganar y lo hacen. Pero tú e Inuyasha Taisho son la gran historia. Es una pena que te dejaras llevar de esa manera. -Miroku rió por su juego de palabras.- Debería agradecer a Inuyasha que te sacara del vestuario el domingo.

- ¿Tú, qué?

- Estoy agradecido. No creo que tuvieras que estar allí con todos los jugadores desnudándose -declaró Miroku-. Yo tendría que haberle dado una explicación a tu padre.

El regreso del camarero con una cafetera de plata y dos tazas, interrumpió la discusión. Sirvió el líquido oscuro y fragante, ofreció azúcar y crema, que nadie aceptó, depositó una copa de brandy frente a Mirk y desapareció. El intervalo no ayudó a disminuir el enojo de Aome que se lanzó a hablar de inmediato.

- No estaban dentro de mi campo visual. Puedes descansar seguro de que no ofendieron mi sensibilidad -afirmó ella, tajante, tomando un sorbo de café y quemándose la lengua al hacerlo-. Esa es una actitud típicamente provinciana y no la considero digna de ti.

- ¿Lo crees? Jamás proclamé ser un hombre liberado -respondió Miroku-. Inu hizo exactamente lo que yo hubiera hecho en su lugar. No tenías nada que hacer allí.

- Estaba cumpliendo con mi trabajo e Inu Taisho es un egoísta dictatorial... y... -tartamudeó.

- Él tiene conceptos muy estrictos sobre lo bueno y lo malo. En muchas cosas me recuerda a mí mismo. Con todo, creo que es una gran persona. No tan atractivo como yo, desde luego. -Miroku se pasó una mano por el cabello entrecano.- Pero es un hombre extraordinario.

- ¡Es un patán!

- Jamás dirías eso si lo hubieras visto jugar. Si te interesa, tengo algunas viejas grabaciones suyas.

- No, no estoy interesada -argumentó ella, elevando el tono de su voz más de lo debido.

Una pareja madura, sentada a una mesa vecina, giró las caderas para mirarla con desaprobación. Miroku se volvió hacia ellos, palmeó la mano de Aome y comentó:

- Es sólo una disputa entre enamorados, nada de qué preocuparse. Por favor, discúlpenla.

- Tío Miroku, por favor -rogó ella.

- ¿No fue eso lo que quisiste que creyera Inuyasha? ¿Que éramos amantes? -Ante el silencio de Aome, agregó:- Hablé con Inu antes de que sucediera esto. ¿Por qué rehusaste hablar con él cuando te llamó por teléfono?

- ¿Te contó lo que pasó en la fiesta?

- Lo suficiente para saber que deseaba disculparse por el mal entendido. -Mirk miró a su sobrina con fijeza.- Puede que trates de engañar a Inuyasha Taisho y posiblemente a ti misma, pero a mí no me engañas.

- No sé lo que quieres decir -replicó Aome, pero no pudo enfrentar sus ojos penetrantes. Dejó caer la mirada y comenzó a juguetear con la copa de vino.

- Corres cortinas de humo con esta entrevista. Inuyasha es un verdadero hombre y te asusta demasiado, querida. -Miroku rió.- Si no ¿por qué lo evades cuando tu función específica es verlo?

- Creo que demasiados paseos a la luz de la luna han debilitado tu cerebro. No puedes estar más equivocado. -Ella lo miró directamente a los ojos con los suyos ensombrecidos y desolados.

- Él es un verdadero hombre y tú tienes miedo de volver a quemarte -replicó él, cortante-. Dos años es mucho tiempo para pasar en un capullo. Tienes demasiado coraje para sustraerte a la vida porque cometiste un error. Olvídate de ese pobre diablo arrogante con el que te casaste. Te usó y usó el nombre de la familia para escalar posiciones en la vida. No funcionó y te echó la culpa, tratando de destrozarte. No fue tu culpa y es hora de que lo reconozcas.

Ella deseaba contarle la agonía que le produjo la deserción de Hojo, cómo su fracaso en la Corporación Higurashi lo había afectado y deprimido, robándole la razón. Él la había culpado en todas las oportunidades, ahondando el cisma entre ellos cada vez más. Luego había comenzado a utilizar los actos de amor para denigrarla, convenciéndola de que no lo satisfacía en sus necesidades, buscando sólo su propio placer. Ese fue el golpe de gracia. Pero no se lo podía contar a nadie, ni siquiera a Miroku.

- ¿Te molestaría llevarme a casa? -preguntó Aome, seca-. Se hace tarde y se me ha subido el vino a la cabeza.

***

El golpeteo de la ducha la ayudó a desprenderse de sus frustraciones de los días pasados. Aun así no pudo alejar las palabras de su tío de su pensamiento. Un verdadero hombre.... un verdadero hombre. A pesar de su enojo contra Inuyasha, su corazón insistía en recordarle que había estado entre sus brazos. El agua le masajeaba la piel, pero no podía limpiar la sensación de su abrazo, ni de sus besos.

A pesar de sus cálidos sentimientos, la presionaba un temor mezquino. ¿Cómo podría satisfacer las necesidades de Inuyasha -las necesidades de un verdadero hombre- cuando había fracasado con su ex marido? Hojo, el amante exigente, no había sido satisfecho. ¿Podría ser diferente con otro hombre? Las preguntas torturantes y las dudas fastidiosas se rehusaban a desaparecer. Como siempre, Mirk tenía razón. Ella huía aterrada, temerosa de no ser capaz de hechizar a un hombre como Inu por mucho tiempo e incapaz de conformarse con menos. "Si pudiera hacerlo feliz correría sin aliento a sus brazos" pensó. Pero estaba segura de que todo sería en vano, entonces debía abstenerse y comenzar a vivir su propia vida... sola. Aún en la soledad de su existencia siempre le estaría agradecida por haberla hecho revivir.

Salió de la bañera y se puso la bata de satín de color verde. Sintió que su rol había cambiado por completo. Debía proteger a Inuyasha Taisho de un encuentro con una mujer anhelante pero sin posibilidad de dar lo suficiente; protegerlo del destino que destruyera su primer matrimonio.

La bata le cubría el cuerpo hasta los pies, pero la tela sutil modelaba sus curvas. Apareció su figura reflejada en el espejo y comenzó a cepillarse la mata espesa de cabello hasta que pareció cobrar vida propia. Luego tomó un libro y se arrellenó en el sofá delante de la chimenea.

La música sonaba suavemente y una lluvia tenue que había empezado a caer cuando aún estaban en el restaurante, repicaba en los vidrios del ventanal, haciendo contrapunto con sus pensamientos inquietantes. La campanilla de la puerta quebró el silencio y ella miró el reloj. Era casi la medianoche. A esta hora el portero no permitiría la entrada a nadie sin avisarle primero. Excepto con Miroku. ¿A qué volvería a esta hora de la noche?

- ¿Quién es? -preguntó, sin necesidad. A pesar de la distorsión del vidrio de la mirilla, había reconocido a Inu Taisho-. Es tarde, señor Taisho. No deseo hablar con nadie esta noche.

- Pero yo deseo hablar contigo. Acabo de salir de una larga sesión de filmación y he tratado de conectarme contigo durante días. Si insistes en que grite a través de la puerta, lo haré, pero me propongo hablar -dijo, decidido.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora