Capítulo 3.3

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Inuyasha lanzó una mirada airada a la sorprendida Aome y luego observó la piel cremosa de sus senos que sobresalían del encaje de la camisola y los pezones rosados, apenas ocultos por la tela casi transparente.

- Así que ella decía la verdad -exclamó, tajante, recorriendo el cuarto con los ojos-. ¿Dónde esta Koga?

Aome, confusa y molesta por su irrupción en la habitación apenas si oyó sus palabras.

- No sé lo que dices. Espero mi vestido. Tu ama de llaves lo traerá en cualquier momento.

- El as de los reporteros del Shikonpress -continuó él, ignorando la explicación-. Casi no te reconocí sin ropa.

El rubor subió desde el pecho hasta las mejillas de Aome.

- No sabía que éste era el atuendo que usabas para las entrevistas o hubiera cambiado de opinión. Espero no interrumpir nada importante. ¿O te pesqué entre la visita de Bankotsu y la de Koga?

Inuyasha se adelantó mientras Aome permanecía clavada al piso, demasiado enojada para responder a sus acusaciones.

- ¿Qué sucede? ¿El gato te comió la lengua, Aome? No importa, conozco la rutina. -Siguió avanzando con fuego en los ojos.- ¿Qué deseas saber en primer término? ¿Cómo atraigo a las mujeres? Algunas veces ni tengo que hacer esfuerzos. Las encuentro en mi dormitorio. ¿Quieres saber... si duermo desnudo? Esa pregunta es clásica.

- No seas ridículo -respondió ella con furia, retrocediendo hasta tocar el borde de la cama.

- ¿Qué te sucede, el as de los reporteros quedó sin preguntas? ¿No deseas saber lo que siento cuando una morena despampanante cae desmayada en mis brazos?

- ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? -estalló ella.

- Ver a una mujer vestida así hace que un hombre se atreva a muchas cosas -gruñó él-. Lo menos que podías hacer era quedarte con el hombre que te trajo a la fiesta. ¿No crees que podría objetar esta clase de... entrevistas íntima y muy personal? -Sus ojos la recorrieron, insultantes.

- Mi tío sabe lo que estoy haciendo aquí. -La cólera la dominaba. Trató de recuperar su fría superioridad, pero sólo consiguió revelar su identidad.

- ¿Tu tío? -Inuyasha enarcó las cejas, descreído.- ¿Es así como le dices? No es muy original.

- Sí, mi tío, estúpido cabeza hueca. -Deliberadamente había dejado que Inu creyera que era una de las mujeres de Miroku, pero ahora, la mascarada llegaba a su fin, surgiendo de nuevo la vieja Aome, la insegura.- Mi tío, Miroku Higurashi -repitió.

Alzó las manos para apartarlo de su camino, pero él previó el movimiento y la atrajo a sus brazos. Aome lo desafió con la mirada, aunque temió por lo que él pudiera hacer.

Inuyasha apretó el abrazo, impidiéndole la huida y la besó. Ella entreabrió los labios a la lengua inquisitiva y de pronto, la asaltó la desesperación por la reacción instantánea a la caricia. El beso, áspero y turbador, fue más excitante que ninguna otra caricia que conociera en su vida.

Por una fracción de segundo, su mente quedó en blanco al caer en la espiral ardiente de sensaciones que la envolvieron. Pero sólo fue por un instante, luego comenzó a luchar.

Inuyasha levantó la cabeza al sentir su resistencia.

- ¿Qué sucede? ¿No disfrutas de esta entrevista? -preguntó, burlón-. ¿Por qué no corres y le cuentas a tu... tío que yo no coopero?

Cuando él aflojó los brazos, ella se desprendió, demasiado molesta por su propio comportamiento para notar que él también había sido sacudido por el beso.

- ¡Vete de aquí! ¡Sal en seguida! Eres el hombre más grosero que he conocido -le gritó, tan enfurecida que reaccionó alzando la mano y dándole una sonora bofetada.

Inuyasha quedó atónito y la miró por largo rato. Luego giró y salió del cuarto. Aome contempló la puerta cerrada, conteniendo la respiración. Miraba sus dedos que aún cosquilleaban por el contacto con la mejilla de Inu, cuando volvió a abrirse la puerta, enmarcando el poderoso cuerpo tenso.

- Olvidas que éste es mi cuarto -aclaró él, cubriendo la distancia que los separaba en un segundo.

- Si no sales de aquí y permaneces afuera, yo lo haré -prometió ella.

Sus senos presionaban la débil seda con cada exhalación enfurecida y un bretel se deslizaba por el hombro, amenazando con negarle hasta esa tenue protección. Intentó empujarlo, pero él le tomó las muñecas con fuerza.

- No puedo bajar a la fiesta con tu marca en la mejilla -le replicó.

Ella no podía negar que la marca de sus dedos resaltaba en la piel tostada.

- Puedes bajar por la escalera que da a la cocina. Tu ama de llaves me trajo por ahí.

- La fiesta se corrió a la cocina. Te encuentras anclada conmigo. -El tono no daba lugar a réplicas y las palabras siguientes sólo agregaron leña a la ira de Aome.- Y tú tampoco permanecerás desnuda por más tiempo.

- ¡No estoy desnuda!

- Lo suficiente para mí. ¿Dónde está tu ropa? -inquirió, recorriendo el cuarto con la mirada, mientras la empujaba al guardarropa detrás de ella.

- Ya te dije -repitió ella, golpeando el pie contra el piso-. El ama de llaves tiene mi vestido. Lo está limpiando. Esa es la única razón por la que pisaría este cuarto.

- Está bien. De acuerdo. Te creo -capituló él.

Inuyasha la soltó y sacó una camisa del perchero y le soltó la muñeca. Automáticamente Aome la frotó para suavizar el dolor y tomó la camisa blanca que Inu le entregó, evitando tocarlo o mirarlo. El cabello se había soltado de las peinetas y él se lo levantó con un gesto tierno mientras ella se ponía la camisa, enorme para su cuerpo. Aome dio un paso atrás, confundida, e Inu dejó caer las manos de inmediato. Ella comprendió que Inuyasha la había sentido temblar ante el roce de sus manos.

- Eres un problema, señorita. Ni siquiera puedo seguir pensando correctamente -murmuró él-. De ahora en adelante me alejaré de ti.

Aome volvió a enfurecerse, recibiendo con beneplácito la simplicidad de esa emoción en medio del torbellino de sentimientos encontrados que él le producía. La humillaba que él fuera testigo de la atracción irracional que ejercía sobre ella.

- Eso es exactamente lo que deseo que hagas -le gritó.

Aome apretó los puños para ocultar el temblor de sus manos. Casi no supo lo que decía, ajena al hecho de que su belleza resaltaba más aun por el fuego de la pasión naciente. La cabeza le latía, pero la mirada de Inuyasha no abandonó sus ojos. Supo que debía romper el encantamiento o estaría perdida.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora