Algunos reporteros arrinconaron a los jugadores para recibir sus comentarios sobre el partido. Los fotógrafos provenientes del campo de juego, los coordinadores ofensivos y los entrenadores entraron al salón. Otra oleada de excitación marcó el ingreso de Inu Taisho, quien de inmediato fue absorbido por una marea de reporteros. Él continuó avanzando hacia el centro del salón y respondiendo las preguntas alegre y relajado.
- ¿Ha desaparecido la tensión ahora que ganaron el primer partido, entrenador?
- Por supuesto que ayuda, pero todavía tenemos quince partidos más. Desde luego que siempre es bueno ganar el primero.
- ¿Todo se desarrolló de acuerdo con los planes prefijados para el partido, entrenador Taisho?
- Sí. Básicamente les hicimos jugar nuestro juego. Algunas jugadas resultaron mejor de lo planeado. La defensa forzó muchos errores y nos dio la pelota.
Inuyasha seguía tratando de llegar al centro, pero la insistencia de la prensa se lo impedía. Su sonrisa desquiciaba a Aome, que intentó convencerse una vez más de que no sentía nada por este hombre.
Los reporteros que rodeaban a Inu reían ante una de sus respuestas. En ese momento, los ojos de ambos se encontraron y ella no oyó más que la voz de su propio corazón. Los ojos de Inuyasha la quemaron.
- ¿Inu, ¿qué nos puede decir de la suspensión por el mal uso de mano al final del primer cuarto?
- Entrenador, ¿fue una nueva jugada que Wolf se cambiara al campo opuesto subordinado al capitán?
Inuyasha dejó de mirar a Aome y continuó respondiendo las preguntas sin perder la serenidad. Aome, indecisa, esperó que se calmara el bullicio. Ansió no haber dejado el salón de prensa, pues el flujo de trivialidades futbolísticas continuaba sin cesar.
- Yo soy un jugador inveterado, muchachos. En cada partido, salimos a ganar. Y si corremos riesgos, para eso jugamos.
- Aquí no todos somos muchachos, Inuyasha -gritó Jaken, del Daily News, rival de Jin-. ¿Tienes algún comentario acerca de las mujeres en el vestuario?
- Aquí llega -murmuró Jin, sin aliento y Aome se tensó.
Jaken no había tenido ni la delicadeza de referirse a ella como una compañera reportera. Un ligero rubor cubrió las mejillas de Aome que se irguió en toda su estatura de metro sesenta y cinco centímetros.
- La señorita Higurashi es difícil de pasar inadvertida. Es un agregado muy decorativo en este salón monótono y sombrío -respondió Inuyasha con aire diplomático-. Como ya he dicho, soy un jugador inveterado, pero no me siento muy afortunado en este juego. No tengo más comentarios por el momento.
Inuyasha sabía quién era ella. Aome contuvo la réplica que subió a sus labios y aguardó con paciencia. Esperaba conseguir una entrevista con él y retirarse de allí con la poca o mucha dignidad que le quedara.
Su presencia tampoco había pasado inadvertida para los jugadores, quienes le lanzaban observaciones provocativas. Muy pronto comenzaron a desnudarse. Arrojaron los suéters al piso, colgaron las hombreras en los percheros, guardaron los cascos y se desprendieron de las camisetas, dejando los torsos al aire. Al comprobar que no producían mella en la fachada serena de Aome, comenzaron a burlarse con mayor ahínco. Aome se corrió para evitar ver a los jugadores casi desnudos, pero algunos hicieron esfuerzos sobrehumanos para que ella los notara.
Jaken retornó al ataque, sin intención de dejar pasar el tema de controversia. Elevando la voz por encima del ruido proveniente del fondo del salón, preguntó sobre las reacciones de los jugadores ante la presencia de una mujer en el vestuario.
- Los muchachos son un poco camorristas. No están acostumbrados a tener una dama tan atractiva entre ellos. Debo disculparme por sus modales -admitió Inuyasha-. Supongo que es la forma que consideran mejor para atraer a las mujeres al deporte -agregó, para deleite de los presentes.
La respuesta enfureció a Aome. Ni siquiera podía recordar las preguntas que había apuntado para formularle. Se inclinó para leer las notas y levantó la vista, sorprendida al ver a Inuyasha Taisho frente a ella. Sin embargo, continuó buscando su anotador, temblando de ira.
- ¿Otra vez se siente mal, señorita Higurashi? -El tono era compasivo, pero los ojos tenían la dureza del diamante.
Ella abría la boca para hablar cuando Inuyasha la alzó en sus brazos, girando violentamente entre los fotógrafos. Aome debió rodear el cuello con los brazos para no caer al piso de concreto.
- La señorita Higurashi no se siente bien. El calor y la excitación de este lugar la sofocan.
- ¡Qué haces! -siseó ella, pero él empujó la mejilla de Aome contra su hombro, cortándole las palabras y el aliento.
- Caballeros, ustedes sabrán disculparme -dijo al cruzar el vestuario.
Aome intentó desprenderse, pero él la sostuvo hasta que pasaron por la puerta. Ella podía oír el murmullo de voces y pies corriendo de los tramoyistas que los seguían con poderosos focos. En el torbellino de luces danzantes, Inu se había transformado en el abusador de una pesadilla. Ella cerró los ojos. Sintió que la invadía una ola de humillación al ser conducida por el corredor hasta la oficina de Inuyasha.
- ¡Bájame! -exigió Aome al sentir que aflojaba el brazo y maniobraba la puerta.
- Sí, señora, lo que usted ordene. -Cerró la puerta con un puntapié y cruzó el cuarto, tirándola sobre el sofá.
- ¿Por qué me sacaste... tú... hombre de Neanderthal... -tartamudeó Aome y se sentó sobre el sofá, tratando de aclarar sus pensamientos. Notó que Inuyasha ni siquiera respiraba agitado, como si cargar mujeres fuera un hábito. La súbita imagen de Kikyo Miko en sus brazos, pasó como un relámpago por su mente y se levantó de un salto para disipar el cuadro.
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Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)
FanfictionHacía mucho tiempo que ningún hombre la hacía sentirse como una mujer. Pero Inuyasha Taisho, el entrenador de Cleveland Warrior, amenazaba con derretir el castillo de hielo de Aome al primer encuentro. De pronto todo se iluminó entre la hermosa peri...