Sus besos eran drogas maravillosas. El sonido de su respiración y el roce del cuerpo vigoroso contra su piel, la hicieron sentir completamente viva. ¿Sabes acaso cuánto hace que no siento esto por una mujer? las palabras resonaban en sus oídos. "Yo nunca he sentido esto antes" pensó Aome. Él se apoyó en el antebrazo y la miró. Aome estudió las líneas del rostro finamente esculpido y se maravilló por la pasión que descubrió en los ojos dorados. Sus dedos temblorosos comenzaron a explorar la mata de cabello plateado, descendieron por el cuello y se posaron sobre los botones de la camisa. Un deseo incontrolable la asaltó al ir desprendiéndolos uno a uno, para luego dejar correr los dedos por el pecho.
Inuyasha cambió de posición y desató la bata de Aome, haciendo que se deslizara por los hombros. Entonces, la devoró con los ojos bebiendo la belleza de los senos redondeados, ahora desnudos ante su vista. Las manos cubrieron el botín, excitando los pezones rosados hasta convertirlos en pimpollos turgentes. Aome, arqueando la espalda, se apretó contra las palmas como un gatito mimoso. Él bajó la cabeza, investigando la redondez firme de la barbilla y la piel palpitante de la garganta con los labios hasta hundirse en el hueco del hombro, donde un latido errático golpeaba al ritmo de los suspiros de Aome.
Su cuerpo de mujer plena se movía por propia voluntad, mientras sus manos vagaban inquietas sobre la tela de la camisa. La aflojó y metió las manos debajo para seguir la curva de la espalda, para deslizarse luego por los músculos tensos de las nalgas y los muslos, sin que ella pudiera frenarlas.
Inu había comenzado a besarle los pezones, excitándola aún más y entonces Aome le presionó la cabeza contra su pecho para que no dejara de acariciarla. La bata de satín se hallaba retorcida alrededor de las caderas y el calor poderoso de las manos de Inuyasha recorriéndole las piernas, envió una señal de peligro a su cerebro. ¿Qué si él también se desilusionaba de ella? La cordura regresó, debilitándola. Sintiendo la vacilación en la súbita tensión del cuerpo debajo del suyo, los labios de Inuyasha retornaron a los de Aome.
- Inu, por favor... -jadeó ella-. ...No puedo. No puedo manejar estas relaciones ocasionales. -Las lágrimas brillaban entre las pestañas y ella parpadeó para reprimirlas.
Inuyasha dejó de cubrirla con su cuerpo y un aire frío recorrió los senos desnudos, haciéndola estremecer.
- No tengo intenciones de que sea ocasional -murmuró él, acariciándole el cabello.
- ¡No lo hagas! -exclamó Aome, dando voz al dolor que rugía en su mente-. Yo no soy Kikyo Miko. No me arrojo en los brazos de todos los hombres atractivos que pasan a mi lado.
Inuyasha la apretó contra sí y la pasión apremiante dio paso a una tierna mirada.
- ¿Kikyo? ¿Qué o quién te hizo creer semejante cosa? Ella no significa nada para mí, ni ahora ni nunca. No estoy hablando de relaciones fortuitas de una noche, Aome. No quiero nada así, y menos contigo. No te pediría nada que no estuvieras deseosa de entregar.
- No soy capaz de dar... ¿Puedes entenderlo? -susurró suplicante, enfocando los ojos en el pulso latiente de la garganta de Inu y presionando la palma de la mano contra su pecho para impedirle que se acercara.
- No digas eso, Aome. Me estás dando más de lo que jamás me atreví a pedir. -Le levantó el mentón, forzándola a enfrentar su mirada y le acarició las mejillas, doblegando sus resistencias.
- Vete, por favor -suplicó entre sollozos.
- Después de lo que acaba de pasar entre nosotros, no esperarás que me marche sin una explicación. Tú también lo sentiste. Puedo leerlo en tus ojos, sentirlo en tu piel -insistió él.
Su mirada la penetraba, forzándola a cerrar los ojos para evitar que descubriera la ansiedad reflejada en ellos.
- Mereces mucho más de lo que puedo ofrecerte... ya he arruinado una relación. Fracasé una vez; no pude satisfacer a un hombre mucho menos merecedor que tú en todos los aspectos. No puedes pedir que me arriesgue de nuevo.
Inuyasha la tomó por el cabello y le tiró la cabeza hacia atrás para poder besarla en los labios.
- Sólo te pido que me permitas probarte que vale la pena el riesgo ante la dicha que nos daremos uno al otro.
El beso exigente la hizo rendir. Estaba perdida y las lágrimas fluyeron a sus ojos. Al conocerlo había perdido la poca tranquilidad conquistada con tanto sufrimiento. Ahora él la tomaría y descubriría sus carencias reales. Sin embargo, lo abrazó, respondiendo a los besos y caricias. Inu alzó la cabeza lentamente y retiró el cabello del rostro pálido y tenso.
- ¿Lágrimas, Aome? -Inu las enjugó con sus besos.- Dime lo que te sucede. ¿Sufriste tanto en tu matrimonio?
- Por favor, no me pidas que explique algo que ni siquiera puedo poner en palabras, Inu. Por favor -rogó.
Él le sostuvo la mirada.
- Prometo que no te lastimaré.
Volvió a abrazarla y a acariciarla, dándole el apoyo de su cariño, sin exigirle nada. La recostó entre los almohadones y la cubrió con la bata, reconfortándola con palabras dulces. Aome apoyó la cabeza contra su pecho y poco a poco se fue tranquilizando. Sólo el crepitar de los leños en la chimenea y el golpeteo de la lluvia contra los cristales, competían con los latidos de sus corazones.
Estaba casi dormida cuando Inu comenzó a moverse.
- Lo siento. Debe ser muy tarde y no te dejo regresar a tu casa -se disculpó, avergonzada.
- Deja de disculparte. -Inuyasha se puso de pie y tomándola de las manos, la atrajo contra su pecho. Sus cuerpos parecían hechos el uno para el otro.- Muy bien, señorita Higurashi -bromeó él-. Puede que hayas ganado esta batalla, pero no la guerra. Continuaremos en una fecha próxima. Siempre termino lo que empiezo.
Inu inclinó la cabeza y la besó con dulzura aunque plenamente, luego la soltó con lentitud, tomó la chaqueta y abandonó el departamento sin mirar atrás.
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Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)
FanfictionHacía mucho tiempo que ningún hombre la hacía sentirse como una mujer. Pero Inuyasha Taisho, el entrenador de Cleveland Warrior, amenazaba con derretir el castillo de hielo de Aome al primer encuentro. De pronto todo se iluminó entre la hermosa peri...