Capítulo 9

166 17 5
                                    

El campo de golf, sombreado por el crepúsculo, se extendía más allá de la elevada construcción del exclusivo Country Club Eycliffer.

El salón de banquetes estaba radiante de luces; enormes columnas de Plexiglas y cromo se elevaban hacia el cielorraso, acorde al estilo anguloso y moderno del edificio. Grupos de mesa con manteles de hilo blanco y adornadas con juegos de cristal, porcelana y plata, salpicaban el salón, obstruyendo el flujo del público. Era una reunión de gala e Inuyasha luchaba por sentirse cómodo con el atuendo desacostumbrado. La camisa blanca alforzada con gemelos de ónix, mostrando el largo exacto de los puños franceses debajo de las mangas negras del traje de etiqueta. Resistiendo el deseo de tironear del cuello de la camisa, Inu se alisó el cabello con la mano.

Este era el mundo al que pertenecía Aome Higurashi por nacimiento. De alguna manera, el salón de baile de súbito pareció mucho más intimidatorio que el ataque de un defensor, e Inuyasha sintió la falta de las ventajas del campo de juego. Casi todos los presentes eran conocidos -o deseaban serlo- ya que ninguno osaba perder el acontecimiento social del año. Todos los ciudadanos de sangre azul se hallaban presentes, excepto Sota Higurashi, el emperador de este vasto dominio, aunque estaba representado por su hermano y por su hija.

Inu sería reconocido por la mayoría de los asistentes, pero no por sus contribuciones de caridad o como el jefe de entrenadores de los Guerreros, sino como el hombre que había tenido tres encuentros con la bella aristócrata Aome Higurashi. Una cualidad asombrosa de la aristocracia era la tendencia a abrazar a sus miembros con familiaridad, pero apenas tolerar a un advenedizo que se atreve a perseguir a un aristócrata. Sólo los médicos, los abogados y los políticos podían entrar a esa liga, pensó Inu con pesar. "Aún sigues siendo un tonto, Taisho, no importa cuántas super copas logres ganar."

Pero Inuyasha Taisho tenía pensado ganar otro juego. Seguía siendo un buen corredor de campo abierto y había sorteado todos los obstáculos que Aome y los medios le habían puesto en el camino. Iba venciendo las defensas de Aome, escabullendo y quebrando sus excusas como lo haría con los defensores en el campo, haciéndola caer en sus brazos en una jugada magistral. Ahora, él llevaba la pelota e iba a correr antes de que Aome cambiara de parecer. Pero no importaba lo bien concebida que fuera la estrategia, su plan aún pendía de una variable desconocida. ¿Era posible que una princesa de este mundo de terciopelo y seda, lo cambiara por la incertidumbre del suyo? Él jamás podría permanecer en la atmósfera enrarecida, pero ¿Aome podría vivir y florecer sin ella?

Inuyasha examinó a las mujeres vestidas con exquisitez mientras buscaba a Aome. Necesitaba explicarle sus sentimientos. Había intentado llamarla luego de regresar a la ciudad, pero no había logrado comunicarse con ella. Las reuniones y las sesiones de filmación que se habían extendido hasta altas horas de la noche lo habían forzado a pasar dos días sin verla. Necesitaba tocarla, tenerla cerca. Ella lo hacía sentir vivo, renovaba sus energías y su espíritu. "Diablos, ¿por qué no admites que deseas hacerle el amor otra vez?" se preguntó. Sabía que sólo él había tocado a la mujer real y también que sólo había arañado la superficie de la pasión oculta en ella. "Tranquilízate, Taisho", se regañó, "piensa en una dama, una dama muy complaciente que sabe cuándo ser mujer."

Saludó a Miroku y a Sango Taijiya entre la multitud, descubriendo que envidiaba la felicidad de su amigo. Inu se acomodó en su sitio mientras los camareros servían el primer plato con bandejas de plata. Jugueteó con el cóctel de camarones y se resignó a soportar varias horas de aburrimiento. Había asistido a demasiadas fiestas para esperar algo más. Cuando terminó la cena el maestro de ceremonias comenzó la tarea de la noche.

- Como todos saben, todos los años la Fundación Higurashi premia a quienes han dado su tiempo, talento y trabajo a los numerosos grupos y organizaciones de nuestra ciudad.

Un aplauso cerrado interrumpió la exposición del ejecutivo desconocido de la Corporación e Inuyasha alejó la vista de la puerta vacía. Su propia contribución había sido bastante simple. Había hablado en varios almuerzos y había logrado que los miembros del equipo ayudaran en las Olimpíadas Especiales para niños discapacitados que se desarrollaban en distintas partes del estado. Había disfrutado al estar rodeado por niños sonrientes y felices que le demostraban su afecto y no necesitaba otro tipo de reconocimiento. Quizá sería premiado en el cielo, pensó, pues esta velada era una especie de castigo. Por fin los discursos concluyeron e Inu se movió con la marea de hombres vestidos de negro y mujeres elegantes hacia el enorme salón de baile. Una rápida ojeada le permitió confirmar la ausencia de Aome. No deseaba analizar los sentimientos que ella le producía ya que luego de su desilusión de años atrás, no había considerado con seriedad a ninguna mujer. Las trataba con consideración disfrutando de su compañía y sus favores sexuales, sin permitir que naciera ninguna clase de sentimiento. Pero ahora una mujer, Aome Higurashi, había ocupado su mente durante semanas, una situación peligrosa en medio de una temporada de fútbol. Ella lo seducía con su frágil belleza fría, lo intrigaba con su inteligencia, independencia y hostilidad. Cuando ella lo miraba con sus oscuros y profundos ojos marrones llenos de inquietud y ternura, él ardía con fuego incontrolable.

- Llegará muy pronto -le dijo Miroku, acercándose en medio del gentío-. Le envié el auto. La has estado buscando toda la noche, ¿verdad?

- Creí que estaría aquí -admitió Inuyasha, angustiado por mostrar sus sentimientos tan a las claras.

- Ojalá ustedes lleguen a un entendimiento. Quería preguntarte acerca de la multa. Creo que diez mil dólares fue una suma exorbitante.

- Ya conoces a Totosai. -Inu se alzó de hombros.- Él no cree en los actos de la naturaleza y carece de sentido del humor. Los empresarios rara vez lo ostentan. Todo hubiera resultado mucho peor si Aome no hubiera hecho esa declaración a la prensa -comentó Inu, como pensando en voz alta.

- Sí, por supuesto -acordó Mirk, observando con diversión a su amigo al verlo recorrer el salón con la vista una vez más-. La declaración a la prensa fue algo muy difícil para ella.

- Ahora me doy cuenta de ello. ¿Por qué lo hizo y no me dijo nada?

- No estoy seguro. Se lo tendrás que preguntar a ella.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora