Capítulo 12.1

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Al caminar por el corredor en dirección a su habitación, el diseño de la alfombra le dio vértigo, sin embargo, la embriaguez estaba pasando. De nuevo estaba huyendo para no enfrentar la ira de Inu. Abrió la puerta de su cuarto y se preparó para ir a la cama, pensando en un futuro angustiante.

Trató de entrar en calor, pero el frío emanaba de su corazón y nada podría calmarlo. Envuelta en la bata, comenzó a cepillarse el cabello y culpó a los rizos enredados por las lágrimas que fluían de sus ojos.

Un golpe corto y seco a la puerta la hizo ponerse de pie de un salto. Quizá eran Miroku y Sango. Sería mejor explicarles todo, ahora que el vino anestesiaba su gran dolor. Abrió la puerta para saludarlos pero se encontró cara a cara con Inuyasha Taisho. Lo miró de arriba a abajo sin perder detalle del cuerpo fornido. El cuello de la camisa estaba abierto, la corbata estaba floja y tenía las mangas enrolladas como siempre. Ninguno de los dos habló, pero sintió su hostilidad en medio del silencio.

- Creo que querías conversar conmigo, ¿no es así? En el bar había mucha gente, así que subí a tu cuarto.

Los ojos dorados eran como duros estiletes, pero Aome creyó ver pena en ellos. De súbito sintió el impulso de enderezarle la corbata y acomodarle un mechón de cabello que le caía sobre la frente.

- Es evidente que no deseas hablar en este momento. ¿Esperabas a alguien? -preguntó él, tajante.

- No espero a nadie. No pensé que subirías... -Aome se tambaleó.

- Parece que la niña mimada de nuestra sociedad ha tomado de más. ¿No te enseñaron a beber en la escuela exclusiva a la que asististe? -preguntó él, sosteniéndola-. ¿Estás borracha?

- No... sí... no lo sé -concedió ella y se aferró al picaporte. Intentaba ordenar las ideas y controlar el deseo de arrojarse a sus brazos, suplicándole que jamás volviera a abandonarla.

- Yo creo que sí. Por eso vine... para ver si habías llegado a tu habitación sin problemas. -Como al descuido se recostó contra el marco de la puerta.- Aome, ¿por qué huiste de mi lado?

- Tenía miedo... miedo de no ser lo que deseabas de mí. Lo he lamentado desde el momento que partí -admitió ella, juntando coraje.

Sin decir palabra, él entró en la habitación y cerró la puerta con el pie. Su accionar fue tan intempestivo que Aome se halló en sus brazos antes de registrar el cambio y para entonces, ya no le importó. Él la besó como si no fuera a detenerse jamás y ella se apretó contra él, abandonándose al deleite de su abrazo. De pronto, Inu la alejó de sí con manos inseguras.

- No, Aome, debemos solucionar esto. Ahora.

La mirada de anhelo y añoranza que asomaba a los ojos de Inu, se trocó en pena y algo más. ¿Era resentimiento? Aome no podía estar segura. Entonces él continuó:

- Has estado manipulando mi vida desde que te conocí. No soy un títere con el que puedes jugar y luego tirar a un lado. -Ella intentó acariciarlo, pero él la tomó por las muñecas, manteniéndola alejada.- Te prevengo, Aome, no comiences nada que no puedas terminar. Estás en mis brazos un momento y al siguiente desapareces sin dejar rastros. Rogaste hablar conmigo... pero cuando te encuentro, estás tomada de la mano con el campeón mundial de los artistas de amores de una noche.

- No podía hablarte allí. Estabas muy enojado -tartamudeó ella.

- ¡Diablos, Aome! ¡Todavía estoy furioso! -El rostro era adusto e inexcrutable.- Quiero oírtelo decir, señorita Higurashi.

El fuego brillaba en sus ojos y el corazón de Aome golpeó en su pecho como un pájaro enjaulado. Las manos de Inu no la soltaban, impidiéndole la huida.

- ¿Qué quieres que diga? -susurró ella, obligándolo a inclinarse para oírla.

- Dime que me amas -exigió él-. Deseo oírtelo decir en voz alta.

Ella cerró los ojos, dejando escapar las lágrimas.

- Te amo, Inu.

- Abre los ojos -le ordenó él-. Mírame. No me dejes fuera de tu vida.

La sacudió y el cabello color azabache se deslizó hasta los hombros, enmarcando el rostro que se alzó hacia él. El temor le latía en la garganta. Él la lastimaba, como ella lo había hecho antes. ¿Necesitaba oírle confesar que no podía vivir sin su amor antes de dejarla para siempre?

- Te amo con todo mi ser, Inuyasha -repitió ella, mirando profundamente en las ventanas de su alma y rogando encontrar su amor correspondido.- Iré adonde tú vayas. Seré lo que tú quieras que sea. ¿Es eso lo que deseabas oír? -Quedó tensa esperando que él la castigara, dejándola allí.

- Todo lo que deseo es que me ames y seas mi esposa, Aome. Es lo único que siempre he deseado. -Le tomó la barbilla y levantó su rostro, sosteniéndolo entre las manos.- No trates de cambiar para cumplir un rol que imaginas es lo que yo deseo. He visto tus cuadros. ¿Crees acaso que te pediría que suprimieras el talento que tienes para seguirme de estadio en estadio?

- Inu, por favor, abrázame. -Ella se deslizó entre sus brazos aferrándose a él. Inuyasha la envolvió en el círculo reconfortante de su amor y Aome dejó caer la cabeza sobre su pecho, sintiendo el ritmo parejo de la respiración.- No supe qué hacer cuando esta tarde me dijiste que regresara a mi casa. Casi lo hice. ¡Estabas tan enojado! Tuve miedo de que no me quisieras más.

- El verte sentada cerca de la fuente tan sola, me partió el corazón. Creí que me había curado, pero una sola palabra tuya reabrió todas las heridas. Estaba tan furioso conmigo mismo como contigo. -La apretó contra su pecho.- Sólo existe un remedio para todos mis males. ¿Te casarás conmigo, Aome?

- Sí, oh sí, mi amor. -Aceptó el beso con renovada alegría.- Nunca quise lastimarte, Inu. Me enamoré de ti casi desde la primera vez que te vi, pero tenía mucho miedo de fracasar otro vez. No estaba segura de mí. Después de la pelea en la fiesta sentí que te escurrías de mi mundo y no creí poder aferrarme al tuyo.

- No tienes necesidad de aferrarte a él. No voy a ninguna parte ahora que te tengo. Pero no estoy muy seguro de llegar a ser parte de tu mundo. No pertenezco a él. Fiestas, clubes. Yo no...

Ella no le permitió seguir hablando.

- Tú eres mi mundo. Tú me das fuerza, felicidad, paz. Me das color, luz. Volviste a dar vida al mundo de mi arte.

- Aome, te amo. -Inu la besó con ternura, llenándola de amor y seguridad.- Te quiero y te necesito para amarte el resto de mi vida. No puedo negar que deseo un hogar e hijos, pero no a expensas de tu felicidad.

- No sabía que desearas tener hijos.

Hijos, ella no había permitido que sus sueños la llevaran tan lejos. Pero, segura de nuevo en sus brazos, supo que sería capaz de compartirlo algún día con otros.

- Nunca te quedas a mi lado el tiempo suficiente para que surja el tema -bromeó él.

- Me gustaría tener dos, por lo menos -confesó ella-. Un varón con los ojos y el mentón obstinado de su padre y una niña para amar y mimar. -Ella lo miró, esto era todo lo que había soñado.- No será fácil para nosotros, Inuyasha -continuó más seria-, dos vidas, dos carreras.

- Jamás te prometí que sería fácil, pero mientras nos tengamos uno al otro, podremos resolverlo juntos.

La voz era suave y las palabras la llenaron de gozo.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora