Capítulo 7

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Como el día anterior, Aome se hallaba junto al ventanal de la oficina de Mirk, intentando serenarse. Había pasado otra noche de insomnio, pero su vida había tomado un nuevo rumbo. Estaba agradecida a Miroku por haberle allanado su enfrentamiento con la prensa. Había leído con calma la declaración cuidadosamente escrita y gracias a él, se había escurrido de las cámaras y de las preguntas clamorosas de los periodistas. Sólo había oído las primeras palabras del vocero del equipo al hablar con los representantes de la prensa. Esperaba con fervor que dejaran de lado la investigación a los Guerreros. Era muy importante para ella que se protegiera a Inu. Él no le perdonaría el alto costo de sus escasos encuentros, pero al menos, mantendría su puesto y, quizá, esta declaración no sólo salvaría a Inuyasha Taisho, sino también a ella.

Las circunstancias vividas en los últimos días le habían permitido mirar al pasado con mayor objetividad. Ahora veía con claridad que su matrimonio había estado predestinado al fracaso desde el principio.

Hojo se había enamorado del apellido Higurashi, y del nivel social que le daría y había extendido esa emoción a Aome. Al ser Aome casi adolescente se había enamorado del amor y no había podido separar el enamoramiento del verdadero amor. Había sido inocente y confiada y lo había pagado bien caro.

Ahora pensaba con tristeza que había dejado pasar dos años vacíos y penosos. Pero al menos estaba en camino de la recuperación, casi lista para enfrentar la vida una vez más. Se había sentido desgarrada y golpeada, su existencia se había alterado para siempre, pero nunca más permitiría que le quitasen la alegría de pintar. El futuro era incierto, pero era una artista y eso formaría parte de su vida de manera constante.

¿Futuro? ¿Lo que más ansiaba estaría siempre fuera de su alcance? ¿Estaba enamorada de este hombre enigmático que la hacía sentir plena o se enamoraba otra vez del amor? Resolver estas incógnitas era inútil, porque él había decidido no volver a verla. "Ya intentaste amar a un hombre que no te amaba" se recriminó. "Deja de sentir, deja de pensar, deja de soñar con cosas imposibles."

El llamado a la puerta fue una interrupción bienvenida que la arrancó de la noria de sus pensamientos.

- Pase. -Aome ocultó su sorpresa al ver entrar a su ex editora y esperó que Ayame Nort hablara.

- Gracias por recibirme, Aome. Estuve abajo oyendo tu declaración. Sé que fue difícil para ti. No creí que te atrevieras. Quise que supieras que recibimos órdenes de arriba. El Shikonpress deja de lado la historia.

- Era lo que esperaba -respondió Aome, sin poder ocultar el alivio que la invadía.

- Los Guerreros han dado a publicidad una declaración oficial. Tu entrenador está fuera de problemas. Vine a pedir una tregua. Me ofrecieron el puesto de redactora de noticias locales. Estaré en la base de la pirámide pero aceptaré el puesto.

- Eres una buena periodista, Ayame. Sé que progresarás. Felicitaciones -dijo Aome con sinceridad.

- Lin se hará cargo de la página. Le gustaría tenerte de regreso.

- No, creo que no. -Hasta Aome se sorprendió de su rápida respuesta.- Haré lo que siempre quise, para lo que estudié y me preparé. Volveré a pintar. -sonrió contenta por la confianza que reflejaba su propia voz.

- Suena como si supieras lo que quieres.

- Es cierto. Este fracaso me ha enseñado algo. Una reportera de alma hubiera conseguido la historia y hubiera salido sin verse involucrada en nada. No pertenezco al mundo del periodismo; pero Shikonpress me ayudó en un momento difícil de mi vida. Y a ti te debo mucho por ello.

- Debo regresar al periódico. ¿Amigas, Aome? -preguntó, a punto de partir.

- Amigas -acordó Aome, sonriendo y estrechándole la mano-. Adiós y buena suerte, Ayame.

Observó a Ayame salir del salón. Entonces, comprendió que cerraba la puerta a un capítulo de su vida, pero que se abría una nueva a la gloria de su regreso al arte.

***

La casilla del cuidador de la marina estaba vacía, pero Aome no se molestó en buscarlo. Cerró con llave el auto, tomó el bolso y trepó al chinchorro que se mecía en el agua, al lado del muelle. Encendió el motor y se dirigió al yate que permanecía anclado en el lugar de siempre en el puerto. Aseguró el chinchorro y subió al Adventurer. Quería pasar la tarde navegando para descansar. El sol atravesó las nubes que se iban espesando y bañó el yate de luz y calor.

Luego de la partida de Ayame el sol que entraba por el ventanal la tentó al recordarle los días de solaz en el lago. Aún siendo niña, el viento y el agua habían sido sus aliados. El yate había sido su escondite preferido, completamente abierto y sin embargo, alejado de las miradas curiosas. El viento en las velas le brindaba una sensación de libertad que no conseguiría en tierra.

Había salido del edificio de la Corporación Higurashi, sin comentar con nadie sus planes. Una vez en su apartamento, se puso unos pantalones y una camisa estampada sobre el bikini, colocó algunas cosas en su bolso de viaje y se dirigió al muelle. Necesitaba escapar del confinamiento. El trabajo de desenrrollar las velas y enjarciar el velero la relajó. La confortaba tener la mente y las manos ocupadas. Ahora estaba libre de la curiosidad de la prensa y casi libre de pensamientos sobre Inuyasha Taisho.

Trabajó con eficiencia, usando el foque al desamarrar, y el Adventurer se deslizó fuera de su amarradero bajo su dirección y con la ayuda del viento de la costa. Navegó por el canal, izando la vela mayor. Complacida, la observó flamear e hincharse con la brisa. Fijó el botalón y regresó al timón. Muy pronto el velero corría delante del viento, escapando de la ciudad. Como había poco tránsito en el lago, puso el yate a prueba, virando al viento en busca del sol.

No tenía apuro en regresar a la costa. Sólo necesitaba tiempo para pensar y evaluar los cambios en su vida. La nave subía y bajaba con gracia. Las olas lamían el casco mientras la quilla hendía las aguas azules.

Aome se sacó la camisa estampada dejándola caer sobre un banco, pero cuando el sol se escondió detrás de una nube se estremeció de frío. El breve sostén del bikini turquesa realzaba su cabello azabache y daba vida a sus ojos. Cuando reapareció el sol, volvió a fijar el botalón y giró el rostro, para recibir los rayos ardientes.

Las caóticas semanas pasadas habían traídos cambios rápidos a su vida y presintió que los efectos se verían en el futuro. Había renunciado al trabajo del cual dependía en gran medida sólo por el retorno de la confianza en sí misma. ¿Le debía a ese empleo el regreso al arte? Todo había sido como un milagro y estaba agradecida. Habilidad, confianza, pasión, todo esto se mezclaba en el proceso creativo, permitiéndole volcar las imágenes de su mente a la tela. No volvería a permitir que un hombre destrozara su mundo.

Un hombre. Inuyasha Taisho. A pesar de sus reticencias, él revivía emociones olvidadas, pasiones incontrolables que debería desterrar. Inu también había encendido su deseo de volver a pintar y estaría siempre en deuda con él. Ella había estado a punto de arruinarle la carrera, mientras él había salvado la suya.

Estiró los brazos para desatar la escota mayor y arriar las velas. La lona cayó ondeando debido al viento. Enrrolló la vela y aseguró el botalón, después el ancla para saborear la soledad. La tranquilidad y el ejercicio le habían dado tiempo para pensar en cosas menos complicadas y descubrió que estaba hambrienta. En la cabina debían haber algunos alimentos y hasta una botella de vino dejados por Mirk en alguna salida a la luz de la luna. Se levantó y fue a la cabina.

Le llevó un momento acostumbrarse a la penumbra y quedó sorprendida al ver una camisa colgando de la puerta de un armario. ¿Sería de Miroku? Al descubrir a Inuyasha Taisho acostado en la litera, se paralizó. Tenía el rostro relajado y las largas pestañas sombreaban los pómulos salientes.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora