Capítulo 3.4

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Se estremeció y el movimiento involuntario volvió a atraer la atención de Inu a la curva fascinante de su boca. Apuntalándose con las manos en la pared, a cada lado de Aome, la silenció con un beso.

- Damita, eres peligrosa -susurró él.

Las emociones de Aome giraban en un remolino enloquecido. Estaba enfurecida y, sin embargo, sus manos traicioneras acariciaban la nuca de Inuyasha. El cabello era suave y espeso. El deseo vibraba en sus venas, derritiendo capa tras capa de hielo protector al acercarse al fuego del cuerpo viril.

- Peligrosa -musitó él, entremezclando los alientos.

Aome sintió un nudo en la garganta cuando los labios de Inuyasha acariciaron sus párpados y vagaron por su mejilla para mordisquear el brillante en el lóbulo de la oreja. Ella deslizó las manos bajo las solapas de la chaqueta recorriéndole el pecho hasta tocar los músculos de su espalda. Entreabrió los labios y deseó que él volviera a besarla y sentir una vez más su lengua ardiente, saber que era deseada. Inu retiró las manos de la pared, envolviéndola con los brazos, haciéndole tomar conciencia de los sueños y deseos de mujer a las que ella se negaba con tanta fuerza. Aome permitió que la boca de Inu explorara la suya mientras las manos del hombre recorrían la tela traslúcida siguiendo la curva opulenta de sus caderas, introduciéndose bajo el encaje de las medias y enviando estremecimientos por todo su cuerpo. Aome aprisionó el cuello de Inuyasha entre sus brazos, entregándose a la fuente de este nuevo placer, cuando un golpe a la puerta cortó el abrazo como el filo de un cuchillo.

- Señorita, soy la señora Kaede. Tengo aquí su vestido. Está como nuevo. ¿Puedo entrar?

- Un momento, por favor -respondió Aome, desesperada-. No puede encontrarte acá -susurró a Inuyasha.

- Está acostumbrada a encontrarme aquí -respondió él sonriendo con picardía.

- Entra al baño -ordenó ella, empujándolo en esa dirección.

Inuyasha abrió la boca para hablar, pero al pensarlo mejor, entró al baño en silencio. Aome se sacó la camisa con un gruñido ahogado y abrió la puerta del baño lanzándole la prenda al rostro.

- Y quédate allí -siseó ella.

Aome volvió a cerrar la puerta, corrió hasta su bolso y, sacando un cepillo, comenzó a cepillarse el cabello.

- Entre, por favor -le dijo al ama de llaves.

- Lamento haber tardado tanto, querida -se disculpó la mujer mayor-. Esta es la primera gran fiesta en esta casa y no puedo confiar en esos camareros contratados. Aquí está, como nuevo, si puedo decirlo -continuó sosteniendo la prenda y corriendo el cierre de la espalda.

Aome se puso el vestido y permitió que la mujer la ayudara con el cierre y los broches de la espalda. Estaba temblando, pero esperó que la mujer no lo notara ya que habló alegremente. Se colocó las peinetas frente al espejo escuchando la charla de la señora Kaede y rogando que Inuyasha no se hiciera presente. Su ausencia le permitía controlar sus pensamientos.

Con la admisión de la atracción que él ejercía sobre ella, el miedo helado volvió a invadirla. El primer impulso fue correr más rápido que su acelerado corazón para escapar de Inuyasha Taisho. No podía soportar un nuevo quebranto emocional. Después del divorcio había jurado que jamás volvería a depender de un hombre para ser feliz. Se obligó a recordar ese juramento y a ver cómo Inu había dejado al descubierto su vulnerabilidad, atacando la paz de su espíritu sin hacer mella en su propia compostura. No sería capaz de mantenerse segura si él estaba cerca. Era una fuerza desconocida y no sabía cómo manejarla.

- ¿Está lista para salir, señorita? -El ama de llaves irrumpió en sus pensamientos.

- Sí, desde luego. Gracias por su ayuda -respondió Aome, luchando por mostrarse serena mientras se calzaba.

Siguió a la mujer afuera, tranquila y dueña de sí misma, aunque sólo siendo una semblanza de la dama de hielo que había entrado a esa casa.

***

La puerta que daba al pasillo se abrió y cerró, pero Inu permaneció en el baño unos minutos más sosteniendo un paño frío sobre la mejilla marcada. Si alguien le hubiera dicho que no haría nada cuando una morena explosiva lo abofeteara en la mejilla, se le hubiera reído en la cara.

Esa dama había asestado un buen golpe, pensó con enojo sacando la compresa y evaluando la lesión. Esa era la palabra correcta, dama. ¿Estaría Miroku enamorado de ella? Cualquiera podría darse cuenta que ella pertenecía a su mundo. Endureció la mandíbula al imaginarla en brazos de Mirk, gozando de su abrazo como hacía instantes con él y la visión no le agradó.

Abruptamente se alejó del espejo y levantó la camisa que ella usara. El aroma de Aome se desprendió de la tela y volvió a encender su deseo. Dejó caer la camisa en el cesto, diciéndose que Aome era territorio de Mirk, tratando de extirpar esos ojos marrones de sus pensamientos. Pertenecían a mundos diferentes. Ella pertenecía al mundo que sólo Miroku podía ofrecerle. Inu también se movía en los mismos círculos con la seguridad de un hombre exitoso, pero no por el privilegio de pertenecer por herencia.

Al salir del baño encontró el dormitorio vacío. No había esperado que ella estuviera allí. Habiéndose sostenido en sus brazos, sabía que debajo de esa capa de hielo, existía una mujer de pasiones vibrantes, una mujer que era una verdadera amenaza para la vida solitaria y ordenada que había elegido.

Decidió encontrarla en la planta baja y resolver las cuestiones que habían creado en los encuentros anteriores. La fiesta estaba en su apogeo cuando él se asomó al balcón. Aome se inclinaba sobre Miroku para hablarle con seriedad, mientras Kikyo se enroscaba en el brazo de Mirk, como una enredadera iridiscente. Inu se aferró a la baranda, no sentía ningún remordimiento por desear sacarle a Aome, si Mirk le demostraba tan poco respeto como ahora.

Bajó la escalera apresurado y llegó al salón principal justo a tiempo para ver al mayordomo cerrar la puerta detrás de Aome. Se dio cuenta de que no conocía el apellido de la misteriosa joven, corrió hacia la puerta pero la mano de Miroku lo detuvo.

- Aome tuvo que irse, Inu. No se siente bien. Me pidió que la excusara contigo. -La mano de Mirk se aflojó.- El chofer de mi hermano la llevará a su casa y se asegurará de que esté bien. Ha estado con la familia por años. Me temo que ella aún sigue siendo la pequeña Aome para él. -Mirk rió.- Algunas veces encuentro difícil recordar que no es más una niña. El tener una sobrina grande y hermosa como ella me hace sentir viejo.

Los ojos de Inu se clavaron en Kikyo, tensándose al oír las palabras de Miroku. Ella bajó la mirada.

- No me digas que no sabías que Aome era mi sobrina -dijo Mirk, incrédulo-. Estoy seguro de habértela presentado el día que fui a ver el equipo en el campo de entrenamiento.

- La presentaste como Aome -respondió Inuyasha, ausente-. Jamás aclaraste que era tu sobrina.

Y como un idiota no le había creído, ni siquiera cuando le gritó las palabras a la cara. "Taisho, eres el mayor tonto que ha existido jamás," se dijo, "el mayor idiota del mundo."

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora