Una bruma espesa cubría los árboles y el lago el domingo a la mañana. Aome se levantó cansada y con los ojos hinchados. No había visto a nadie desde su desastrozo encuentro con Inuyasha el jueves. Hasta Miroku la había abandonado, pensó con tristeza. Al llamarlo por teléfono, descubrió que se había ido a visitar a Sango Taijiya en su casa de verano en una de las islas del Lago Erie. Podía llamarlo allí, le informó el ama de llaves, pero Aome no aceptó, agradeciéndoselo.
Necesitaba el apoyo de Mirk, pero le alegró saber que él había encontrado a alguien a quien amar. La tranquila dulzura de Sango y no la desbordante belleza de Kikyo, le hacía pensar en el matrimonio.
Aome salió a dar un paseo por el parque. El cielo encapotado hacía juego con su estado de ánimo. Las hojas rojizas, amarillas y anaranjadas, caían rápidamente en cuanto soplaba una ráfaga de viento. Luchó contra el frío al subir una cuesta y desde lo alto observó el bosque que quedaba a sus pies. Su soledad le hizo ver con claridad, la pérdida de los días y de las noches de amor compartido que pudieron haber sido suyos. Ahora sabía que sus sueños habían sido sólo eso, sueños. Ella no podía sostener una relación con el hombre a quien comenzaba amar, tal como lo predijera Hojo. Si sólo pudiera borrar las duras palabras de Inuyasha o la visión de su partida, se sentiría mejor.
Bajó la cuesta y se acercó al lago del parque. Una hoja dorada planeó en el aire hasta posarse en la superficie del agua, causando anillos concéntricos que se expandieron hasta las orillas. Una brillante hoja rojiza, desprendida de un roble, cayó al lado de la anterior. Juntas, flotaron, creando un ballet de colores y formas. Observó el pas de deux hasta que las lágrimas borronearon la imagen. Caminó pesadamente hasta la protección de su apartamento.
El fin de semana había pasado en una nebulosa. El buzón contenía cartas de admiradores de los Guerreros con amenazas veladas que la perturbaron. Estas personas desconocidas no se preocupaban por la violación implícita a sus derechos como reportera, sino en el efecto que el incidente tendría sobre el equipo. Ella había evitado a todos los que pudieran amenazar su precaria intimidad, pero ese domingo tenía los nervios destrozados.
De pie al lado del ventanal de su estudio, observó la reaparición de un sol vacilante en el mediodía otoñal. El retorno del calor y la luz le impartió nuevas energías y respondió al llamado de sirena de los pinceles y de los colores. Pasó el tiempo trabajando frente al caballete. El paisaje progresaba sin dificultad a diferencia de su vida, pensó con dolor. Mirándolo comprendió que llegaría a satisfacer los elevados niveles que se fijaba para su trabajo. Este era el primer cuadro que empezara desde la ruptura con Akitoki y era un hito importante en sí misma.
Después de sombrear el acantilado, se quedó mirando a la pareja de la playa con celos, su amor era puro y sensual. ¿Por qué las fantasías de su imaginación encontraban la libertad del amor en una playa desierta, cuando ella permitía que se le escapara de las manos? Inuyasha y su amor habían desaparecido para siempre. Comprendió que el cuadro jamás ocuparía el sitio para el que lo había destinado.
De pronto se sintió cansada y dejó el pincel, sorprendiéndose al ver que era la media tarde. A pesar de sus resoluciones, no pudo dejar de pensar en lo que harían los Warriors en estos momentos. Preparó una taza de caldo caliente y encendió el televisor. En seguida se arrepintió, pues la pantalla mostraba los gráficos de las estadísticas del primer tiempo. Los Guerreros iban perdiendo y Aome se sintió desconsolada al ver que el segundo tiempo no era mejor que el primero.
Bankotsu fue interceptado dos veces y la desventurada defensa de los Guerreros fue sobrepasada por el juego ofensivo de los Santos. Las breves tomas a Inu en el banco, lo mostraban inquieto y cansado. El locutor en off, comentaba la historia del Shikonpress y agregó que los Guerreros continuaban la investigación del incidente, previéndose medidas disciplinarias para el entrenador, las que podrían llegar a una suspensión.
Aome escuchaba en silencio, preguntándose cuál sería la reacción de Inu y casi pudo ver su furia y frustración. Deseó estar a su lado. No quería que la voracidad de la prensa lo destrozara como a ella. El fútbol era su vida y ella había sido la causa de su posible alejamiento de los campos de juego. Se sintió perdida en medio de la soledad de su apartamento.
Desde la pantalla le llegaba la teoría de los efectos negativos que el incidente tenía sobre Inu y los jugadores. Nada podía explicar esta derrota ante quienes jamás habían logrado una victoria frente a los Guerreros. Aome apagó el televisor, disgustada y se dirigió al dormitorio.
Tres días atrás había estado a punto de arrojar su cautela al viento, enterrar su pasado con Akitoki e intentar amar en plenitud a un hombre que podría curar sus heridas. Ahora, todo había cambiado. Lo había herido y humillado. Sería mejor que permaneciera sola, que su amor no llegara a florecer, concluyó con tristeza mientras esperaba el anochecer.
***
- ¿Hola? - Su voz sonó extraña al responder al teléfono y trató de despabilarse. Había caído dormida en el sofá. El cuarto estaba en penumbras, agregando mayor confusión a su mente. Una voz incorpórea lanzaba blasfemias en medio de risas y música.
- Todo es culpa tuya. ¡Arruinaste todo! ¿Por qué tuviste que hacerlo? Las perras ricas son todas iguales... -Incapaz de colgar, Aome permaneció rígida mientras el hombre seguía-. Das problemas a Taisho y al equipo. ¿No fue suficiente que arruinaras la vida de tu marido? Los Higurashi creen que pueden pisotear a todo el mundo... Ya lo pagarás...
Recobrándose, cortó la comunicación. La llamada le pareció irreal. El hombre parecía borracho, pero el odio era real. Temblando, se incorporó y encendió la luz.
¿Llamaría de nuevo? ¿Habría otras llamadas semejantes? Las palabras retumbaban en su cerebro. ¡Eran tan iguales a las que le repitiera tantas veces Hojo, que se sintió morir!
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Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)
FanfictionHacía mucho tiempo que ningún hombre la hacía sentirse como una mujer. Pero Inuyasha Taisho, el entrenador de Cleveland Warrior, amenazaba con derretir el castillo de hielo de Aome al primer encuentro. De pronto todo se iluminó entre la hermosa peri...