Capítulo 5.1

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- Aome, déjame entrar.

Era la voz de Miroku por encima del sonido del timbre de la puerta. Aome dejó el pincel, y se limpió las manos en el delantal.

- ¿Estás bien? He tratado de comunicarme contigo durante dos días. -Miroku observó, preocupado, el teléfono para comprobar que estaba desconectado.

- Estoy muy bien. Es sólo que no quería hablar con nadie.

- Ya veo. -Mirk frunció el ceño.- Está demasiado oscuro para pintar. Prepárate, iremos a cenar al club.

- No, Mirk. Todavía no estoy preparada para eso... Los comentarios socarrones, las miradas curiosas... Ya fui manoseada por la publicidad antes, y créeme, una vez es más que suficiente -objetó ella, dejándose caer sobre una silla-. Fue humillante ser expuesta públicamente a la curiosidad de la gente. Debes comprender eso.

Sin embargo, supuso que no la comprendería. No podía. Jamás había pasado por esa experiencia. No había nada como la experiencia propia para agudizar la visión de las cosas y en este caso, abatir el coraje.

- Esto es diferente. El pleito y las demandas de divorcio de Hojo fueron mentiras flagrantes. Nadie creyó una sola palabra. Esto es parte del negocio y el romance -bromeó.

Ante el anuncio de más protestas por parte de Aome, levantó una mano para contenerla y continuó diciendo:

- Ya eres una noticia vieja, Aome. Si no te hubieras enterrado aquí, ya lo sabrías. No más excusas. Me prepararé un trago mientras te arreglas -ordenó Miroku, encaminándose al bar en el comedor.

Aome fue al dormitorio haciendo un gracioso mohín y alzándose de hombros.

- Me alegra que vinieras -confesó ella-. Me moría de aburrimiento, pero no puedo enfrentar tanta publicidad. ¿Estás seguro de que todo pasó?

- Por supuesto. -Miroku sonrió y luego se fijó en el caballete con la pintura cubierta.- Me alegra ver que has vuelto a pintar. ¿Puedo verlo? -preguntó, dirigiéndose a él con el vaso en la mano.

- Claro.

Aome observó a su tío que sonreía complacido ante el paisaje pintado. Sentía que el cuadro poseía una energía, una vitalidad que cualquiera podía disfrutar.

- Bien, ¿qué te parece?

- Realmente me agrada, Aome -comentó él, señalando la tela y dando un paso atrás para apreciarlo mejor-. ¿Tienes idea de lo que harás con él cuando esté terminado?

- No he pensado mucho en eso -mintió.

Una fantasía la había llevado a sacar la pintura del fondo del armario y aún podía imaginarla colgada en el dormitorio de Inuyasha Taisho. El pensamiento la estremeció al no poder reprimir la remembranza de sus besos y caricias.

- Si decides venderlo, avísame -indicó Mirk.

- Quizá lo retenga en mi poder por algún tiempo -manifestó ella suspirando involuntariamente.

- De cualquier modo, estoy agradecido al milagro que te hizo volver a la pintura -aseguró él, abrazándola con cariño-. Tu apartamento no parece completo sin el caballete y las pinturas desparramadas.

- Es una sensación reconfortante volver a trabajar. Es como regresar a casa luego de estar lejos, muy lejos. Estaré lista en un momento y podremos salir -agregó, cambiando de tema.

Miroku oyó el ruido del agua mientras recorría el cuarto con la vista. Le gustaba el apartamento de Aome. La había ayudado a elegirlo al regresar a Cleveland. Estaba ubicado en una antigua mansión victoriana convertida en casa de apartamentos, que combinaba lo mejor de lo antiguo con lo nuevo: pisos de madera dura, suavemente brillantes, habitaciones de cielorrasos muy altos y de proporciones generosas, chimeneas de mármol y todas las comodidades modernas. El esquema de colores neutros era aliviado por manchas de colores primarios que cortaban los tonos monocromáticos. Era el escenario perfecto para sus tareas favoritas y para el mobiliario antiguo que ella adoraba. Muy parecido a su personalidad, pensó él, tomando otro trago. Fría, reposada, equilibrada en su aspecto exterior, pero estallando en brillantes manchas de color y pasión cuando uno sabía qué resortes tocar.

Miroku caminó hacia el caballete que estaba cerca del ventanal al fondo de la habitación principal. Estudió el paisaje de la playa casi desierta, recibiendo sutiles vibraciones sexuales que emanaban del cuadro. La playa arenosa se curvaba con sombras de cálidos tonos de tostado y chocolate y se extendía desde un infinito mar verde hasta un escarpado muro de acantilados grises. Por la orilla caminaba una pareja de jóvenes entrelazados y descalzos. La rompiente de las olas depositaba, en una perfecta animación suspendida, espuma blanca a sus pies, mientras las gaviotas silenciosas, planeaban en vuelo congelado sobre sus cabezas. Por los colores de la paleta, pudo apreciar que ella había estado trabajando en las figuras del hombre y la mujer. Se hallaban románticamente entrelazados, inclinados uno hacia el otro en busca de calor y amor. El cuadro le agradaba y conocía a la mujer a quien le gustaría regalárselo.

Pero lo más importante era que Aome había vuelto a pintar. Era espléndido. Había tratado de ocultar su satisfacción y sorpresa al entrar al apartamento. Ahora, si renunciaba al periódico, como amenazaba, tendría con qué ocupar su vida. Podía adivinar el temor de Aome a regresar a la ronda de fiestas y actos de caridad que eran las actividades principales de sus antiguas amigas de la infancia.

- Estoy lista -gritó desde la puerta-. La Cenicienta espera pasar una velada encantada con el Príncipe Azul. A propósito, ¿cómo es que tienes una velada libre?

- No mires los dientes a un tío regalado. -Miroku sonrió, mostrando unos dientes perfectos.- Sucede que deseo llevar a mi sobrina favorita a cenar, eso es todo.

- Suponía que pasabas tus veladas con Kikyo Miko -adujo Aome con picardía, al ponerse el abrigo liviano sobre los hombros.

- La señorita Kikyo y yo no congeniamos en una cantidad de puntos -respondió él con una mirada suspicaz-. Parece que ella actúa bajo la noción errada de que existirá una señora de Miroku Higurashi muy pronto, e intenta encabezar la lista de candidatas. No puedo imaginar de dónde sacó esa idea.

- Verdaderamente no sé qué decir -sostuvo Aome con inocencia al recorrer el vestíbulo de baldosas blancas y negras.

- Podría tener razón en una cosa -continuó Mirk, saludando al portero y ayudando a Aome a subir a su auto deportivo-. No me vuelvo más joven con el correr del tiempo. Quizá debería pensar en sentar cabeza de una vez.

Cerró la portezuela del auto, notando el aire de consternación en el rostro de su sobrina. "Dejémosla que sufra un rato" pensó con una sonrisa reprimida. Ella no podía adivinar que era el rostro de Sango Taijiya, con sus acuosos ojos serenos y cabello castaño, el que invadía sus sueños y no la sinuosa actriz de cabello oscuro. No estaba seguro de adónde lo llevaría todo esto, pero de alguna manera, presentía que la joven viuda sería pronto una parte importante de su vida.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora