Capítulo 4.3

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- No tenía nada que hacer allí, señorita Higurashi -replicó él, severo-. Usted está tan fuera de lugar en mi mundo como yo en el suyo.

- Oh, así que ahora soy la señorita Higurashi. ¿Qué te hizo decidir en este momento que decía la verdad la otra noche?

- Porque ahora ya sé quién eres -gruñó él-. La pequeña Aome de Miroku Higurashi. La hija de Sota Higurashi. ¿Por qué me dejaste creer que eras una de las chicas de Miroku?

- Esa fue idea tuya, no mía.

- No hiciste nada para aclarar esa impresión -insistió él, dando zancadas por el cuarto-. ¿Por qué rehusaste atender mis llamados?

- Yo... -La pregunta la encontró desprevenida. No podía decirle que había temido sus propios sentimientos. La ira era su mejor arma contra este hombre. Sería la única emoción que le permitiría evocar en ella.

- De todos modos, ¿qué hacías en ese vestuario? -gritó él, golpeando el puño contra el escritorio.

- Debo hacerte preguntas, ¿o no recuerdas el arreglo al que llegaste con mi editora para otorgarme esta entrevista?

- ¿Como cuál? Mi pregunta es: ¿qué hace la hija de Sota Higurashi en un salón con cuarenta hombres desnudos? -Inu apartó la vista.

Aome abrió la boca, sorprendida. ¿Era por eso que él no la quería en el vestuario? No porque fuera una reportera invadiendo sus dominios, sino ¿porque era Aome Higurashi, una mujer?

- En ese salón había media docena de cámaras de TV. Yo soy una reportera -repitió ella.

- Sí, una amenaza. Parpadeas con esos grandes ojos marrones y el fútbol desaparece por completo.

- Tengo que escribir el último artículo y luego habré terminado con el fútbol.

- ¡Terminar con el fútbol! ¿Has trastornado mi vida por un miserable artículo periodístico?

Aome estaba asustada por el tono amargo de sus palabras.

- Yo no q-quería esta tarea... -tartamudeó ella, intentando explicarse. ¿Por qué todo lo que salía de sus labios sonaba tan tonto?

- No creo que la organización de los Guerreros aprecie el punto de vista femenino acerca de mi equipo bajo las duchas -gruño Inuyasha-. No deseo ver esa clase de artículos en el periódico de mañana.

Sin aliento, ella levantó el puño para pegarle.

Él le aferró la mano, y le retorció el brazo detrás de la espalda, atrayéndola contra sí.

- Lo siento, campeona, sólo tienes una oportunidad para noquearme -se burló él, sosteniéndola con fuerza en sus brazos.

- Suéltame -susurró ella.

Apenas podía respirar. Mantuvo la barbilla alta y enfrentó a su captor con ojos glaciales.

- No quise... -Al fallarle las palabras, él la apretó más, arqueando el cuerpo de Aome contra el suyo-. No quise que estuvieras allí con mi equipo.

Consciente del caos que le producía su cercanía, Aome decidió reprimir cualquier debilidad que él le causara. ¡No la dominaría nunca más! se prometió a sí misma. Sacudió la cabeza para despejarse el rostro de los mechones de cabello que lo cubrían. Inuyasha la soltó y sus facciones se dulcificaron. Con un simple gesto le retiró unos mechones castaños con la mano.

- ¿Por qué no me formulaste las preguntas allí adentro, as de los reporteros? -anunció con voz dulce.

- Yo... perdí mis notas -tartamudeó ella.

La gentileza de su trato la tomó por sorpresa y aunque él la había soltado, ella no intentó alejarse de su lado.

- Querrás decir que te amilanaste. -Inuyasha sonrió.- Estabas escondida detrás de Jin.

- No me escondía.

- Tengo unas cuantas preguntas más para hacerte. Quédate aquí -le ordenó-. Deseo hablar contigo, pero los reporteros golpearán a la puerta en cualquier momento.

- No quiero la entrevista, señor Taisho -aseguró ella, alejándose de su lado con un gran esfuerzo.

El físico atlético de ese hombre la atraía como un imán, renovando el deseo que sintiera la primera vez que la besara.

- Yo quiero la entrevista, señorita Higurashi. Y si no cooperas llamaré a tu editora -amenazó Inu, atrayéndola nuevamente-. Regresaré enseguida; espérame -insistió.

El pulso de Aome se aceleró al fijar los ojos en las pupilas brillantes como el sol y al hundirse en las profundidades insondables, temblaba de ansiedad, anhelando ser besada. Contuvo la respiración cuando la sonrisa controlada cruzó el rostro de Inuyasha. Él la soltó lentamente, giró y se fue. ¿Había buceado en su alma para descubrir su debilidad? ¿Fue por eso que no la besó?

Clavó su mirada en el sitio donde él había estado hacía un minuto. Había ansiado sus caricias, pero ahora temía que regresara y viera el defecto básico de su femineidad, esa debilidad indefinida que le causara el fracaso de su relación con Hojo.

¿Alejaría también a este hombre? ¿Esta incertidumbre se cerniría sobre ella para siempre?

Pero de inmediato, volvió a la realidad al oír la risa intermitente que provenía del vestuario. Se burlaban de ella. Sería la última vez, se prometió. La idea de otra escena pública y la cobertura de prensa que traería aparejada chocó con sus pensamientos románticos. El enojo y el orgullo exigían que se fuera y no lo esperara dócil y arrepentida.

Los sonidos crecieron en el pasillo. La conferencia de prensa llegaba a su término. Ella miró hacia la puerta detrás del fichero por la que Inu la había llevado el día que se desmayara. Estaba sin llave. Pasó por allí y la cerró sin hacer ruido. Se encontró en un laberinto de corredores apenas iluminados. Corrió por el corredor principal sintiéndose herida y humillada, dos sentimientos que asociaba cada vez más con el hombre de quien huía.

Lágrimas de frustración le quemaban los ojos. Ayame Nort y el Shikonpress podían ahogarse por lo que a ella concernía. No habría ningún artículo para el gran final de Ayame. Había caído en la trampa de su editora como un corderito. Estaba tan preocupada por el enfrentamiento con el entrenador de los Guerreros, que no había pensado en el sitio del encuentro. Había sido un descuido que le había costado caro. Jamás se repondría de la humillación que había sufrido hoy. Le dolía saber que había fracasado otra vez, pero al día siguiente presentaría su renuncia.

Salió al estacionamiento pero no permaneció allí por mucho tiempo. No deseaba que la encontraran los reporteros ni Inu Taisho. Se apresuró para mezclarse con los últimos espectadores que se encaminaban hacia las calles más transitadas. Allí llamó a un taxi.

Los sombríos pensamientos y el enojo cuidadosamente alimentado la llevaron a la soledad de su apartamento, donde se encerró desconectando el teléfono.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora