Capítulo 11.1

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Amaba a Inuyasha y lo deseaba más que a nadie en el mundo, pero ella era una solitaria que escapaba del dolor y el fracaso. Inuyasha era fuerte y necesitaba que lo acompañara una mujer fuerte y no alguien hundido en un mar de incertidumbre.

- Esa noche no fue como la imaginas -respondió ella, por fin-. Fue culpa mía. No deseaba herirlo.

- ¿No deseabas herirlo? -repitió él, burlón-. Ustedes dos deberían actuar en una ópera italiana. ¡Por Dios, Aome! Huyes de un hombre que te ama lo suficiente para pedirte que te cases con él. ¿Por qué?

- Tuve miedo de herirlo aun más si me quedaba. Tenía temor... -Arrojó la paleta sobre la mesa, aguijoneada por la culpa y reaccionó a la defensiva ante el interrogatorio de Mirk.- Podía volver a perder todo. No podría pintar otra vez... entonces, no me quedaría nada... no existiría...

- Así que arrojas de tu vida el amor por miedo. ¡Deja de huir de la vida! -gritó Mirk-. ¡Deja de huir...

- ... de una relación que no puedo alimentar -replicó, encrespada-. Fracasé en mi matrimonio. ¿Cómo podría retener y conservar a un hombre como Inu? -Bien, ya lo había dicho y miró desafiante a Miroku.- Él me devolvió las ansias de pintar, pero no sé si podré tenerlos a ambos.

Mirk la observaba con asombro que pronto se tornó en descreimiento.

- ¡Aome, para ser una mujer inteligente, me sorprendes! La diferencia entre Inu y esa pobre excusa con quien te casaste es demasiado vasta para explicarla. Debes darte cuenta de ello.

- Sí, desde luego. Pero yo soy la misma persona...

- Sí, lo eres. Antes de casarte eras una mujer hermosa, independiente y talentosa. Todavía eres esa mujer, Aome. ¿Crees que Inu te devolvió el ansia de pintar?

Aome asintió, incapaz de hablar y deseando ahogar el amor por el hombre que le permitió volver a sentir.

- Te siento mil veces peor ahora que cuando se disolvió tu matrimonio con Hojo y sin embargo, aún eres capaz de pintar, aun así, puedes sentir, eres capaz de continuar tu carrera -declaró Miroku con énfasis. Aome lo miró, tratando de descifrar esas palabras-. Ustedes dos son una pareja increíble. Él cree que lo abandonaste porque deseas un hombre de tu propio círculo. Alguien con la educación y las conexiones correctas para moverse en el entorno de los Higurashi. Cree que no serás feliz sin un ejecutivo que trabaje de nueve a cinco y la vida que se supone llevan en nuestro mundo. -Mirk posó las manos sobre los hombros de Aome.- Y tú... tú tienes miedo de amar.

- Sí.

- No será como tu matrimonio -le aseguró él-. Estoy seguro de que no será así. Te conozco y conozco a Inuyasha.

- Yo necesito saber.

- Háblale, dile lo que sientes -ordenó Mirk-. ¿Qué es lo que sientes?

- Lo amo -respondió ella y rompió en sollozos. Si sólo tuviera el valor de hablar con Inu, ¿se encontraría a salvo y feliz entre sus brazos en lugar de solitaria y triste en el apartamento vacío? ¿Podría conversar con él? ¿La escucharía?-. ¿Me escuchará si le hablo? -preguntó a Mirk.

- No lo sé. Nunca lo vi tan agitado. Está completamente retraído y alejado de mí. Sango y yo hemos hecho arreglos para ir a ver a los Guerreros en Cincinnati. Partimos desde Burke Field el viernes a las cinco de la tarde. Si deseas dejar de huir y restañar las heridas, entonces ten las maletas preparadas y viaja con nosotros. Es tu decisión.

- ¿Qué sucederá si no quiere volver a verme? -Ella tenía que conocer la opinión de Mirk acerca de sus posibilidades.

Miroku ya se había puesto el abrigo para irse, cuando ella salió de detrás del caballete y lo enfrentó.

- No sé cómo reaccionará -respondió Mirk-. Es terco y has herido tanto su amor propio como su corazón. Debes intentarlo para beneficio de los dos. ¿Lo intentarás, Aome?

Las palabras la traspasaron como un cuchillo.

- No lo sé -susurró ella-. No sé si podré.

La avioneta de la compañía ganó altura, doblando rápidamente sobre las aguas grises del lago hacia el sol poniente. Aome descansó la cabeza sobre el respaldo de su butaca y fingió dormir. Mirk revisaba su maletín de mano mientras Sango observaba nerviosa el paisaje que se iba encogiendo por la ventanilla. Aome se había asombrado al saber que su futura tía temía viajar en avionetas. Parecía una mujer tan segura que la evidencia de miedos simples y comunes era sencillamente conmovedora.

Los días habían pasado lentamente y Aome estaba destrozada por el constante flujo y reflujo de sus sentimientos. ¿Inu acordaría verla? ¿La escucharía? Se movió inquieta en su asiento al no tener respuestas satisfactorias. Sin embargo, lo intentaría. Quizá Inu escucharía a la nueva Aome que ya no era la reportera ansiosa por un artículo ni la mimada damita de sociedad. Tampoco era la persona solitaria, temerosa de amar y vivir, sino una mujer fuerte e invencible que al fin sabía lo que deseaba.

Necesitaba verlo, volver a ganar la confianza que él le había insuflado, porque también existiría la otra Aome, la que no olvidaba las elecciones desastrozas del pasado y que trataba de resolver los problemas huyendo de ellos. Debía hacer un último intento para salvar su felicidad del naufragio que ella misma había provocado. "Debo hablar sin tapujos, no debo retroceder" , se reconvino, pero tenía un nudo en el estómago al pensar en ver a Inuyasha cara a cara.

Mirk llamó la atención de Sango para que viera el crepúsculo en el horizonte en el momento en que Aome despertaba de su letargo. Pasaban sobre Queen City, una ciudad que se extendía a lo largo del Río Ohio. Minutos después habían aterrizado. Había oscurecido cuando se acercaron en auto al puente interestatal desde Kentucky y cruzaron el río para entrar a la ciudad. Aome descubrió que no podía apartar los ojos del estadio en cuanto apareció a su derecha. Construido sobre el río, estaba rodeado por focos de luz brillante que lo destacaban. Estaba conectado al centro de la ciudad por dos grandes puentes peatonales que cruzaban sobre la autopista por la que corrían en ese momento.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora