- ¡Aome, mi Dios! ¿Dónde estás? ¿Te encuentras bien? Hemos estado muy preocupados. -Miroku respiró profundamente, exhalando despacio para aflojar la tensión.
- Estoy muy bien, tío Mirk. Lamento haberte preocupado. Ahora comprendo que debía haber llamado antes.
A Miroku no le agradó el tono inseguro de la voz de Aome. Por enésima vez intentó adivinar lo que había sucedido entre Inuyasha y su sobrina la noche de la fiesta de caridad. Jamás había visto a Inu tan retraído. Aparte de decir que le había pedido a Aome la mano y que ella se había rehusado, no comentó nada más. Juntos habían revisado el apartamento de Aome, descubriendo que ella había sacado algo de ropa y elementos personales y que había partido -de acuerdo a la versión del portero- en su propio auto.
- Aome, por favor, dime ¿dónde te encuentras? Deja que vaya a buscarte y te traiga de regreso a casa. -Miró a Sango que abandonaba su lugar junto a la chimenea y se dirigía a su lado. Le tendió la mano y la atrajo a sus brazos.- Cualquier cosa que haya pasado entre tú e Inu puede tener solución.
- No lo creo así.
El temor volvió a apoderarse de Mirk como lo hiciera tan a menudo en estos últimos días al oír sollozos en la voz de Aome. ¿Actuaba correctamente al no notificar a los padres? ¿Al no intentar encontrarla y traerla de regreso?
- Por favor, regresa a casa y permítenos ayudarte.
Ella suspiró.
- Lo haré muy pronto. Ya estoy cansada de mi propia compañía. -Se rió con voz cascada y triste.- Quizá cambié más de lo que creía, pero no lo descubrí a tiempo y ahora es demasiado tarde.
Miroku notó que el lugar desde donde ella llamaba era tranquilo, Aome continuó fingiendo alegría.
- Mañana estaré de vuelta, lo prometo. Por favor, no te preocupes más. Siento haberles provocado tantos problemas. -Y cortó.
- ¡Maldición! Cortó la comunicación. ¿Estoy haciendo lo correcto al dejarla sola?
- Tú la conoces más que nadie -le recordó Sango-. Confía en tu intuición.
Él la soltó para pasear agitado por el cuarto y ella lo observó condolida como lo había hecho desde que Mirk le informara sobre la desaparición de Aome cuatro días atrás.
- Cuando regrese pondré las cosas en claro. -Mirk se dirigió al bar en el fondo del salón.- No permitiré que destruyan sus vidas. No permitiré que Aome vuelva a escaparse, esta vez no. Seré duro con ella. Debo obligarla a que luche por lo que quiere.
Miroku se sirvió licor y echó un cubo de hielo en la copa, tomando la bebida de un solo trago, mientras observaba la imagen de Sango en el espejo. Ella, de pie junto a la ventana, miraba el paisaje otoñal. Un rayo de luz hizo brillar el anillo que lucía en la mano izquierda. Le parecía increíble que se hubiera comprometido con él. La vida sería distinta en el futuro. Ahora tenía a alguien a quien amar, una compañera dulce y tierna. Si unos meses antes alguien le hubiera dicho que encontraría una mujer y que se casaría con ella, hubiera pensado que estaba loco. Pero gracias a la estrategia de su sobrina, la simiente de la idea había echado raíces y dado su fruto.
Ahora Aome necesitaba su ayuda. La preocupación por su sobrina lo había llevado a quedarse junto al teléfono esperando su llamado y sin embargo, Sango había permanecido a su lado.
- Lamento que esto suceda en estos momentos. Tenía unos planes muy románticos para este fin de semana. ¿Deseas cambiar de opinión sobre nuestro casamiento? -Miroku regresó al lado de Sango y ella le tomó la mano.
- ¡Jamás! Espero que no seas tú el que ya quiera cambiar de idea. -Sango frunció el ceño.
- Desde luego que no. -Miroku la besó en los labios y al sentir la reacción en ellos, supo que el amor de Sango era un precioso don.
- No te preocupes por mí, Miroku. No soy una criatura. Sé a lo que voy casándome contigo. Ahora debes concentrarte en Aome. Estaré junto a ti el resto de nuestras vidas.
- Quiero eso por escrito, Sango -exigió él y ella comprendió que bromeaba sólo a medias.
- No puedo pensar en nadie que me agradara más para envejecer juntos. -Sango le atrajo la cabeza para besarlo y por primera vez en su vida, Mirk sintió que había regresado al hogar.
***
- Aome, déjame entrar.
La voz de Miroku era tensa pero Aome no podía discernir cuál emoción regía su tono. El golpeteo insistente a la puerta la hizo correr. Empero, antes de girar el picaporte oyó el campanilleo del timbre.
- Mirk, estoy aquí -le gritó casi al abrir la puerta-. Por favor pasa. ¿Querrías tomar algo?
- Esta no es una visita social, Aome -replico él, severo-. He pensado en todos los argumentos para hacerte entrar en razón y ahora estoy a punto de perder la paciencia -continuó.
- No te comprendo -lo atajó Aome, haciendo tiempo al tomar la bufanda y el abrigo de Mirk.
Era un día frío y ventoso y ella no se había aventurado a salir. En realidad, apenas había dejado el apartamento desde que volviera hacía una semana. Su búsqueda de respuestas la había hecho arribar a conclusiones perturbadoras. No le había llevado mucho tiempo descubrir que se había enamorado de Inuyasha Taisho. Sin embargo, ésa era la causa para que otras dudas saltaran a la palestra. Las preguntas giraban en su mente. ¿Podía manejar a un hombre como Inu junto con su carrera de pintora? ¿Lograría tener éxito ahora, cuando había fracasado en el pasado? La confianza en sus propias fuerzas había desaparecido. Temía no poder tener a Inuyasha y sustentar su impulso creador al mismo tiempo. ¿No sería mejor dedicarse a su trabajo, ese don intangible que él le había devuelto, antes de arriesgarse a perder a ambos? Ante esas dudas había preferido permanecer protegida, canalizando su empuje y frustración hacia la pintura.
- Aome, desde tu regreso he pensado en la pelea en el Country Club y lo que sucedió después, esperando que confiaras en mí. Evidentemente no has decidido hacerlo.
Ella se dirigió al caballete y se mostró ocupada dando pinceladas sobre la tela.
- No deseo hablar de esa noche. -Pretendía estar inmersa en el trabajo, pero no pudo negar su deseo de oír algo sobre Inuyasha.- El equipo marcha muy bien. Ganaron dos partidos importantes después de lo de Nueva Orleans. ¿Cómo está él, Mirk? -Se arrepintió de formular la pregunta, pero ya estaba hecho.
- No lo sé, no lo he visto desde el día que escapaste.
Aome se sintió tocada por la pesadumbre que intuyó en las palabras de su tío.
- No te preguntaré qué sucedió para que decidieras abandonarlo, Aome. Quizá sea mejor que lo ignore.
Aome comprendió que su deserción también había producido una resquebrajadura en la amistad que los había unido. Era una carga más en su haber.
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Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)
FanfictionHacía mucho tiempo que ningún hombre la hacía sentirse como una mujer. Pero Inuyasha Taisho, el entrenador de Cleveland Warrior, amenazaba con derretir el castillo de hielo de Aome al primer encuentro. De pronto todo se iluminó entre la hermosa peri...