Capítulo 34

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Miro a Dalila y se acerca a nosotras sin poder evitar la alegría reflejada en su rostro. Yo beso a Bella, mientras Dalila besa su cuello. Poco a poco y con una sensualidad que jamás había experimentado, desvisto a Bella prenda por prenda. 

Paso las yemas de mis dedos por cada parte de su cuerpo, y ella se estremece. Las tres nos dirigimos al sillón donde Bella se acuesta, yo quedo encima de ella y Dalila atrás de mí. Beso cada parte del cuerpo de Bella y ella se retuerce de placer, mientras Dalila me baja mi pantalón y siento sus manos pasar por mis nalgas. Luego pone su mano en mi zona íntima y la empieza a frotar. Gimo mientras yo empiezo a lamer el clítoris de Bella. Nos estimulamos por un rato hasta que Dalila saca un consolador de su bolso. 

-¿Quieres con este o que Selena te lo haga?-, Dalila le pregunta a Bella.

-No, quiero que Selena me lo haga con sus dedos-, replica Bella intentando aparentar tranquilidad, pero pude notar que se puso un poco nerviosa al ver el consolador. 

Para hacerla olvidar su nerviosismo, introduzco tres dedos en su interior, lo cual provoca que gima. Enseguida, Dalila introduce el consolador en mi vagina. Dalila y yo aceleramos nuestras embestidas hasta que Bella y yo llegamos al clímax con un intenso gemido. 

Luego, nos acomodamos de modo en que las tres podemos hacernos un oral. Nos tomamos nuestro tiempo hasta que las tres tenemos varios orgasmos. Nos calmamos, pero yo aún tengo ganas de hacer algo más. Me levanto y pienso en proponer que nos acomodemos en una posición diferente, pero noto que las dos se acomodan y se quedan dormidas en el sillón. 

El enojo y otro sentimiento que no reconozco me invaden. Lo medito un rato hasta que decido ir a mi cuarto. Con la luz apagada, me acuesto en mi cama y empiezo a frotar mi clítoris. Me tomo mi tiempo en lo que me vuelvo a excitar. Finalmente, me enciendo otra vez y acelero mis movimientos. Empiezo  a mover mi cadera al ritmo en que mi mano se mueve en mi clítoris hasta que suelto un gemido acompañado de varios orgasmos. Me vale hacer mucho ruido. De hecho, mis gemidos ayudan a excitarme. 

Me calmo y luego me tapo con mis cobijas. Por un momento, pienso en levantarme y cubrir a las chicas con una cobija, pero el hecho de no haber podido hacer nada más con ellas porque se quedaron dormidas, provoca que no me levante a cobijarlas. Total, si les da frío, pueden  venir a mi cama...

-No...no...no-, escucho a lo lejos. 

Intento volver a dormir, pero vuelvo a escuchar los quejidos  de alguien. Decido levantarme, busco una bata para ponérmela y salgo a la sala. Encuentro a Dalila levantada viendo algo en el sillón. Me acerco y es Bella quien se está quejando. Me parece que es una pesadilla. 

-Bella-, le hablo, pero no despierta. 

Con cautela, la toco para despertarla, aunque no funciona. Ella sigue quejándose. 

-Me desperté porque se estaba quejando. Me parece que la escuché decir el nombre de Fragoso, entonces no supe qué hacer-, explica Dalila nerviosa.

Alarmada, le hablo a Bella un poco más fuerte y la muevo para que reaccione. 

-¡No!-, exclama Bella al fin despertándose. Voltea a ver a su alrededor algo confundida y en cuanto me ve, me abraza y se pone a llorar. La abrazo e intento calmarla. Creo que no fue buena idea tener sexo hoy.

-¿Qué pasó? ¿Qué estabas soñando?-, le pregunto una vez que ya se tranquilizó.

-Soñé con Fragoso. Me estaba...violando...-, responde intentando no llorar otra vez. 

No quiero sonar mala onda, pero yo estuve más veces con él y no tuve pesadillas...bueno, quizá al principio sí, pero ahora no. En cambio Bella tuvo suficiente con una vez que estuvo con él...aunque a ella le tocó de un modo salvaje y feo. Supongo que esa fue la diferencia.

-Ya está en la cárcel. Ya no podrá hacerte nada-, le expongo intentando reconfortarla. No sé qué más decirle.

-¿Desde cuándo has tenido las pesadillas?-, le pregunta Dalila.

-Dos días después de que me violó-

-¿Y ya estás recibiendo tratamiento?-, vuelve a interrogar Dalila.

-Sí...aunque no sé si estoy progresando. La terapeuta dijo que mejoraría de poco a poco...-

-¿Y tener sexo ayuda a que tengas pesadillas?-, la cuestiona Dalila.

-Supongo. Ya llevaba dos días sin tener pesadillas...-, responde Bella dudosa.

-Opino que deberías tomarte un descanso...es decir, no deberías seguir trabajando...sigues trabajando, ¿no?-, pregunta Dalila.

-Sí, pero tengo que hacerlo. Si no, ¿de dónde saco dinero para mantenerme?-, explica Bella preocupada. Dalila no responde nada.

-Será mejor que vayamos a dormir. Si quieren, nos acomodamos en mi cama...o yo me quedo en el sillón...-, digo. La verdad es que ya tengo sueño, y aunque quiero ayudar a Bella, no sé cómo.

-Nos acomodamos todas en tu cama-, decreta Bella. Supongo que no quiere dormir sola. 

Vamos a mi cuarto donde les doy una pijama, se visten y luego nos acostamos las tres en mi cama...

Ya han pasado dos semanas desde que supe que Bella tenía pesadillas. Para mi sorpresa, Dalila la está ayudando: le ofreció irse a vivir a casa de Dalila y de algún modo, la va a mantener. Aún no sé cómo le va a hacer Dalila, es decir, no sé si su sueldo le alcanza para mantenerse a ella y a Bella, o si tiene un as bajo la manga. Entiendo que Dalila prácticamente le rogó a Bella para que aceptara, y lo logró. No sé muchos detalles porque ya no veo tan seguido a ninguna de las dos. 

Me alegra que Bella esté siendo apoyada, pero por otro lado me da coraje conmigo misma por no poder ayudarla mucho, además de que estoy molesta con ellas (principalmente con Dalila) por tomar su distancia de mi. 

Eso me tiene algo mal, aparte de que aún no le hablo a Hans. En estas dos semanas no lo he visto, pero he sabido que ha estado de mal humor casi todo el tiempo, y también he escuchado que se han quejado de él porque está siendo algo rudo con las chicas. No sé si está enojado conmigo o consigo mismo, pero veo que lo que pasó en mi departamento le afectó demasiado. 

Mientras tanto, sigo tratando de controlar mi deseo sexual. Es horrible porque sigo excitándome demasiado cuando están grabando.

Y hablando de grabaciones, a María le están haciendo un oral. La miro y sus gestos, sus gemidos, y el modo en que el otro actor le está haciendo el oral me prende demasiado. Intento controlarme, pero ésta vez no puedo. 

Salgo de la habitación y voy a paso decido al baño. En mi camino, se atraviesa un chico de unos veinti tantos años con el torso desnudo. Es flaco, de estatura promedio, cabello corto, ojos color café, nariz ancha y labios carnosos. No es guapo, pero tiene algo atractivo.

-Tú eres la secretaria de María, ¿no? Estás mejor de lo que pensé-, expresa mirándome de arriba a abajo y lamiendo sus labios. 

Pierdo mi cordura y lo llevo a una habitación vacía. Lo empiezo a besar, le quito la toalla que cubría sus partes y lo empiezo a masturbar. Él me corresponde y me empieza a desnudar. Me pone contra una pared y me penetra con algo de fuerza. Me duele, pero se compensa con la excitación que tengo. Me siento tan perversa así, y me gusta. Finalmente, los dos llegamos a nuestro clímax. 

-Gracias-, le digo dándole un último beso, me visto y luego salgo de ahí.

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