Capítulo 37

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Un mes después...

Falta un mes aproximadamente para irnos de vacaciones Hans, Bella, Dalila y yo.

He estado yendo con la terapeuta: me hizo ver que debía afrontar lo que me pasó para poder procesarlo y superarlo. Por fortuna, eso es lo que ha estado pasando. Todavía no estoy al cien, pero estoy mejor que hace un mes.

Tuve razón en algo: Hans ha estado apoyándome incondicionalmente. Luego de que nos reconciliamos, regresó todo a la normalidad. Noté que él mejoró: se rasuró, durmió mejor para quitar sus ojeras y regresó a trabajar. Su cabello se lo dejó largo, lo cual me gustó porque se ve más guapo. Además, me ha estado apoyando.

Me ayudó a vender todos los muebles que había en mi sala, así como a elegir una nueva. Eso fue porque tenía muy malos recuerdos con la vieja sala, entonces eso no ayudaba en nada a que superara lo sucedido.

Las cosas con Bella y Dalila van bien. Hasta ahorita no hemos tenido nada de relaciones sexuales.

Con Karen, quedamos en que lo que pasó esa noche se queda como nuestro secreto, como si nada hubiera pasado.

Rompí lazos con todos los chicos con los que me acosté. Muchos me rogaron, otros me insultaron, y a otros les valió gorro; pero eso ya no importa. Lo primordial era ya no tener sexo con ellos por impulso, por apetito sexual o para descargar mi energía de las cosas que me habían pasado.

Un consejo que me dio la terapeuta para mi apetito sexual, fue hacer ejercicio y buscar una actividad que me agrade. Ha estado funcionando un poco, aunque no puedo evitar tener ganas, y menos cuando diario veo gente teniendo sexo. Es una horrible tortura, pero todo lo demás va bien...

Voy al trabajo y el día transcurre como los otros. Terminan las grabaciones y cuando voy detrás de María, alguien me llama. Volteo hacia atrás y noto que me llamó el director de la grabación que acaban de hacer.

-¿Podemos ir a mi oficina a hablar de algo muy importante?-, me pregunta.

Miro a María y asiente con la cabeza.

-Claro-, respondo y lo sigo a su oficina.

-Toma asiento-, me indica y lo hago, -tengo una propuesta para ti. Puede que te llame la atención porque cualquiera de estos dos puestos que te voy a ofrecer, aumentará tu sueldo-, argumenta.

-Claro, lo escucho-, replico confirmando lo que dijo.

-Antes que nada, me presento. Soy Gregorio-, dice estrechándome su mano.

-Selena-, me presento correspondiendo a su saludo.

-Mucho gusto. Ahora, uno de los puestos es de modelo. Serían fotos en lencería y solamente vendrías dos o tres veces a la semana. Tu sueldo aumentaría un 40 por ciento del que tienes ahora. Y el otro puesto es de actriz...-

-Perdón, pero creo que ninguno de los dos puestos es para mí-, lo interrumpo inmediatamente. 

Suena tentador ser modelo por el sueldo, pero...eso implica que mucha gente vería mi cuerpo y...puede que mis papás se enteren.

-Tranquila. Si no te interesa el puesto de actriz, no hay problema-, me tranquiliza y se levanta para ir atrás de mi. Gira mi silla, se pone en cuclillas y pone ropa en mis piernas, -éste tipo de ropa es la que tendrías que ponerte si es que te interesa el puesto de modelo-, explica.

Tomo la ropa y es ropa interior color rojo con detalles en negro. Se me viene a la mente la ropa que me dio Fragoso la segunda vez que estuve con él. Intento olvidar esa escena. Fragoso ahora está en la cárcel.

-¿Quieres probártela? Puedes cambiarte aquí y yo espero afuera-, propone.

-No, creo que así estoy bien-, replico algo incómoda.

-No hay problema. Tranquila-, dice poniendo una de sus manos en mi pierna izquierda. Esto no me da buena espina.

-De verdad, me doy cuenta que con el puesto que tengo estoy bien. Gracias por su oferta-, lo rechazo amablemente. 

Se levanta ligeramente para que su rostro quede frente al mío, mientras su mano queda cerca de mi entrepierna.

-No hay problema. Son sólo fotos-, me susurra. 

Me quedo quieta por la impresión. Estoy en shock.

Su mano se desvía a mi entrepierna y la empieza a frotar. Un mes de abstinencia parece que en este momento se va a la basura. Lentamente echo mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Siento unos besos en mi cuello. Disfruto la sensación hasta que unos ojos cafés aparecen en mi mente. Esos ojos pertenecen a Hans. 

Reacciono y enseguida me quito al señor Gregorio de encima.

-No me busque otra vez. No me interesa ninguno de los dos puestos-, decreto velozmente y salgo de ahí.

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