Capítulo 36

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-¿Qué haces aquí sola?-, interroga Karen alzando la voz por la música.

-Nada. Salí a distraerme-, le contesto. 

Mira a todos lados y luego me mira. Enseguida me extiende su mano. La miro un momento y la acepto. Me lleva a la pista de baile y nos movemos al ritmo de la música. 

Bailamos de forma sensual. Ella termina atrás de mí muy pegada a mi cuerpo. Decido provocarla un poco y muevo mi cadera restregándome en su cuerpo. Siento que toma mi cintura y la aprieta un poco. Sigo así hasta que me obliga a voltearme para tenerla de frente. Se acerca y recarga su frente en la mía. Siento su respiración entrecortada. 

-¿Y si vamos a otro lugar?-, me pregunta. 

Lo medito un minuto: creo que ya sé lo que quiere, y aunque me quejé en el pasado de ella por ser tan perra, ahora yo me siento así. Además quiero descargar mi energía en algo y creo que es mi mejor oportunidad. La miro y asiento con la cabeza. Entonces me toma de la mano y salimos del lugar . 

Tomamos un taxi y ella le da una dirección. Creo que es un hotel. Llegamos y efectivamente es un hotel. Ella pide un cuarto, paga y nos dirigimos a la habitación. 

En cuanto llegamos y cierro la puerta, ella asalta mis labios. Le correspondo y paso mis manos por su cuerpo. Ella está temblando un poco además de que su piel está chinita. Muerdo un poco sus labios mientras le voy quitando su ropa. Ella jadea demasiado. Creo que es como yo: se excita rápido. 

La llevo a la cama y hago que se acueste. Me deshago del resto de su ropa y admiro su cuerpo desnudo: pechos grandes, cadera un poco ancha y sus piernas delgadas pero largas. La miro, y sin dejar de hacerlo, me inclino para lamer sus pezones. Ella se retuerce del placer e intenta mantener su mirada en lo que le estoy haciendo, pero noto que no puede evitar echar la cabeza hacia atrás. Luego de eso, bajo hacia donde está su clítoris y lo chupo. 

Algo que he notado con los chicos y las chicas del trabajo es que se controlan un poco más. En cambio, los de mi escuela se excitan con mucha facilidad, y Karen no es la excepción, porque ahorita está gimiendo demasiado y su zona íntima está muy mojada. 

Introduzco dos dedos en su interior y noto que toma las cobijas y las aprieta. Me encanta ver cuando hacen eso (hablando de Bella y Dalila que son las únicas chicas con las que había estado, hasta ahora).

Sigo chupando e introduciendo mis dedos en su interior, hasta que llega a tener varios orgasmos con gemidos tan intensos, que hacen que me humedezca. Se levanta y me mira con deseo.

-¿Puedo intentar hacerte lo mismo?-, me interroga suspirando. Sonrío y asiento con la cabeza. 

Entonces cambiamos de lugar: yo me acuesto y ella se pone encima de mi. Le ayudo a quitarme la ropa y luego se va directamente a mi zona íntima. Lo lame lentamente, pero de algún modo hace que me excite rápido...o tal vez es porque ya estaba así de prendida. Lo chupa y hace ruidos, que provocan que me retuerza un poco por la excitación. Introduce sus dedos en mi interior mientras sigue chupando. Intento resistir lo más que puedo, y la recompensa por eso es tener varios orgasmos intensos acompañados de gemidos que no permiten que me calme.

Después de un rato logro tranquilizarme. Karen se acomoda a un lado de mi, y se queda dormida. Yo ya no quiero hacer nada, pero tampoco me quiero quedar. Me levanto en silencio, me visto y salgo de ahí. Me siento como una prostituta o algo así...es extraño. Tomo un taxi que me lleva a casa.

Cuando se abren las puertas del elevador, veo a alguien afuera de la puerta de mi departamento. Al acercarme, veo que es Hans, y noto que está fumando.

-¿Qué rayos haces? ¿Desde cuándo fumas?-, le cuestiono mirando el cigarro y luego a él.

-¿Eso importa?-, me pregunta indiferente. 

Le arrebato el cigarro, abro la puerta de mi departamento, me dirijo al baño y lo echo al lavabo. Salgo y Hans está dentro de mi departamento prendiendo otro cigarro.

-No es bueno que fumes-, le reprocho. No servirá de nada si le quito el cigarro porque sacará otro.

-¿Y eso qué? No me interesa-, dice mientras sigue fumando.

-Tanta amabilidad cuando vienen mis padres, pero luego eres una mierda conmigo-, expreso furiosa. Empiezo a arrepentirme de haberme ido del hotel.

-Disculpa. No sabía que tenía que seguir aparentando lo que no, al igual que tú lo haces-, replica molesto.

-¿De qué hablas?-, cuestiono enojada.

-¿Crees que no me iba a enterar? Me lo restregaron en la cara-, manifiesta furioso sin dejar de fumar.

-No entiendo tus malditos rodeos-, expongo molesta porque no entiendo nada.

-Que estás de perra acostándote con medio mundo-, responde tratando de mostrarse indiferente, aunque no puede ocultar su enojo. Me quedo muda de la impresión.

-¿Quién te lo dijo?-

-Vaya. Por un momento esperé que fuera mentira, pero veo que no es así. No importa quién me lo dijo. El punto es que estás de puta quién sabe por qué. De hecho, supongo que vienes regresando luego de tener sexo con alguien, ¿no?-, cuestiona con molestia. Se termina su cigarro y saca otro.

-No me digas así, cabrón-, le exijo apretando los dientes.

-¿Te molesta que te digan tus verdades? Aún no comprendo por qué hiciste eso. Además, Bella me dijo que dejaste de ir con la terapeuta. ¿Qué carajos te pasa?-

-No me pasa nada-

-Es obvio que tienes algo-, expone con ironía.

-No sabía que todavía te preocupabas por mi-, le digo cambiando de tema. Gira la cabeza evitando verme. Di justo en el clavo.

-¿Pues qué crees? Sigo preocupándome por ti. Mi nuevo look, no creas que fue nada más porque sí. Por si no lo has notado, no he ido a trabajar y me la he pasado encerrado en casa. ¿Y sabes por qué? Porque me siento un imbécil por haberte dicho lo que te dije hace unas semanas, pero estúpidamente mi orgullo no me permite encontrar la manera de disculparme contigo. Así que perdón por todo...y me preocupa que estés de este modo, porque tú no eres así...-, finaliza con la voz quebrada. 

Mis emociones se suavizan, y mi enojo y miedo se van. En cambio, la culpabilidad y la tristeza acuden a mi. Todo lo que he hecho en estas semanas...por mi apetito sexual, por mis impulsos...por intentar olvidar lo que me hizo Fragoso. Entonces empiezo a llorar, pero ya no me pasa como hace unas semanas que lloré y aún tuve el coraje de correr a Hans. Hoy no. Me siento mal y sin ánimos para hacer nada.

Estoy mal, y necesito ayuda. Todo este tiempo lo he sabido, pero he intentado seguir adelante por mi propia cuenta. Ahora me doy cuenta de que no es así, porque no puedo. 

Me dio miedo afrontar mis recuerdos con Fragoso. Maldito es él por hacerme lo que me hizo.

Siento unos brazos que me rodean con suavidad. Me aferro a ellos y lloro con más fuerza. Por más que discutamos, sé que Hans será mi compañero fiel y que siempre estará disponible para mi sin importar que estemos enojados, sin importar que esté mal o cualquier otra cosa. Él estará conmigo.

ProvocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora