1 - Hola Verano - Una cerveza

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Serena se sentía abrumada.

Sentada en el sofá verde de su nuevo apartamento en Barcelona (si es que a esa caja de zapatos sin habitación podían llamarla de esa manera, claro), trataba de respirar sin llorar. Ese sofá, también era su cama y la silla donde cenaba... Aunque varios días también era su escritorio y la cama de su gato.

Lloraba en silencio.

¿Cuánto tiempo llevaba sentada en la misma posición, escuchando sus propios gemidos espasmódicos y su angustia?

<<Venga ya, que ese hijo de puta no vale la pena, Sere.>> Se dijo.

Respiró. Profundo.
Al menos lo intentó. Decidió que pasarse la noche del sábado agobiante y caluroso en ese espacio asfixiante luego de haber descubierto que su ahora ex estaba follando con una niñata con el cuerpo de una modelo, era peligroso para su dignidad.

<<Venga, Serena, tú puedes>> se repitió mentalmente.

Decidió también que la mejor opción era llamar a su mejor amiga Zulema, a ver si distraerse un poco era un plan mejor que llorar por los años que había perdido al lado del tío más mentiroso de toda España.

Alcanzó su móvil y no tuvo que explicar mucho para que su amiga acudiera, se limitó a hacer un nota de voz lamentable mezclada de espasmos, lágrimas y mocos, y el timbre sonó en los próximos 45 minutos.

-Joder, tía, que te ves como una mierda -dijo Zulema, con sus cabellos negros y sus ojos demasiado pintados, como de costumbre, sonriendo desde la puerta cuando le abrió.

Serena hizo una mueca que intentaba parecer una sonrisa y emitió un sonido que pretendía imitar una risa, pero nada de eso salió demasiado bien.

-Vale, entra ya, Zule. -replicó, abriendo la puerta.

Zulema, su amiga de la infancia, su mejor amiga, entró cargando algunas bolsas.

-Ese hijoputa te ha jodido la vida pero bien, tía -lanzó mientras le alcanzaba una cerveza observando las pintas que llevaba la castaña y el estado deplorable del apartamento. No había hecho precisamente la limpieza y al ser tan pequeño el caos parecía más grande.

-Pues sí... Pero qué puedo hacer? -respondió Serena cogiendo la cerveza que su amiga le alcanzaba -Tu te ves muy bien... Vaya vestido me llevas -sonrió.

La morena lo lució y le hizo un ademán, aceptando el cumplido.

-Gracias, monada... Es que hoy saldremos a tomar unas copillas por Barcelona. Si el gilipollas de tu ex te trajo aquí, pues vamos a aprovecharlo. Venga, vístete.

Serena la miró, resignada. Sabía que decirle que no a Zulema era una batalla perdida.

-Y por la gloria de Dios, vamos a maquillar esa cara que parece que hubiera explotado. -agregó.

Unos minutos más tarde, luego que ambas hubiesen terminado sus respectivas bebidas, la joven de cabello castaño decidió bañarse y ponerse algo decente en el cuerpo, para luego permitirle a su amiga que la maquillara un poco. No mucho realmente, base por aquí, un corrector por allí, algo de delineador y el Rojo Ruby Woo en los labios.

Al pasar, se miró al espejo y se sorprendió.

Tenia los labios de su madre Giulia, una bellísima fotografa italiana que viajaba por el mundo desde que fue abandonada por Alexandre Delacroix, su padre, el pintor francés que huyó de sus vidas cuando Serena tenía 6 años.

-Gracias, Zule

-Estas preciosa, tía. Ahora... ¿Vamos de cañas?

Un invierno en Barcelona (Auronplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora