¿Qué quieres de mí?

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Serena lo miró. Joder, el tío le encantaba. Estaba fascinada. Ahora mismo lo detestaba, quizás un poco menos, pero lo detestaba al fin. Le había mentido... Aunque podía ver por qué.

<<No eres el premio consuelo de nadie, Serena. Despídelo en la puerta y sigue con tu vida>> pensó, pero la idea le resultaba dolorosa.

-Pues esa es la historia. Siento mucho haberte mentido. Fui egoísta, Serena, lo sé. En todo momento, fui egoísta. No pensé en ti, ni en ella... O mejor dicho, sí, pensé en ti, pero no te cuidé. Preferí disfrutar lo que sabía que duraría poco. Realmente no puedo pensar en perderte ahora mismo. Por favor, no me saques de tu vida.

Serena lo miró. Que cínico. Quería seguir con ella como si nada pero en ningún momento había mencionado dejar a Sara.

-Vale y dime, ¿cuál es tu plan? ¿Qué es lo que quieres de mí? Digo yo, has venido a casa a disculparte pero no entiendo qué es lo que quieres...

-La verdad es que no lo sé. Solo sé que no quiero perderte.

-Ni dejar a tu novia. No me malentiendas, no me parece mal... Lo que digo es que... No sé qué esperas, ¿que yo sea tu amante hasta que te aburras?

-No, de ninguna manera... Yo... Estoy... Dame tiempo por favor. Solo... No me alejes.

Serena cerró los ojos. Que descaro. Que tío maravilloso... básicamente venía a proponerle ser su amante.

-¿Y qué pretendes? Que seamos amantes hasta que veas qué coño te va mejor?

-No, no... no es lo que quiero.

<<¿Qué quiere? ¿Que lo esperes en la cama cantando felices los 4?>>

-Pues tampoco es lo que quiero yo. Mira Raúl. Tú... Me gustas... Pero en la vida aprendí a quererme, sabes? Me ha costado, pero lo aprendí. Terminé una relación hace poco y no estoy para juegos.

Era cierto. Raúl le gustaba, le encantaba. Él jugaba con sus manos, nervioso. Y a ella esas manos le quitaban el sueño. Sí, estaba perdida por él, para ser honestos.

-No quiero jugar contigo. No quiero perderte y quiero que me des algo de tiempo, ¿vale?

-Es decir que lo que pretendes es jugar con ambas hasta que decidas cuál de las dos te va bien? Mira, no me interesa. No quiero esto. Ahora, tus cinco minutos se han acabado. Deberías irte... DEBES irte. Venga, te acompaño. -dijo levantándose de la silla para acompañarlo a la puerta.

-Serena por favor -replicó él sujetándola de la mano -Dame una oportunidad de solucionar todo. Una sola.

-Suéltame, Raúl. -dijo, replegando su mano para alejarse.

-Lo que tú quieras, solo... Una oportunidad. -respondió él acercándose pero en vez de caminar hacia la puerta, decidió acorralarla contra la pared. -Una sola, Serena y prometo que todo cambiará. -la sujeto de la cintura y cuando notó que Serena dudaba la besó.

Hostia, que en las películas parece mucho más sencillo. Quizás lo fuera para algunas personas, pero en ese instante se dio cuenta lo mucho que él le importaba. El contacto con sus labios fue como un bálsamo sanador. Ella siguió él beso, sin medir las consecuencias.

-Te quiero -le susurro al oído mientras la besaba.

Ella lo sujetó dudando de sí misma, pero él fue más rápido y presiono su cuerpo al suyo fundiéndose en otro beso más profundo.

Serena se rindió, no es que haya dado mucha pelea, pero no tardó en perderse y permitir que él la lleve a la habitación mientras besaba su cuello y exploraba su cuerpo ávidamente con sus manos.

-Raúl... Yo... No sé si esto...

El encontró su punto cuando exploraba bajo sus pantalones y la castaña poco pudo hacer. La escoltó a la cama y tardaron segundos para desnudar sus piernas... Necesitaban satisfacer la urgencia, sin pensar siquiera en esperar para desnudarse del todo.

El pantalón pijama de Serena aterrizó lejos, Raúl lo arrojó con violencia. Todo eso molestaba. La ropa molestaba, hasta la piel fastidiaba entre ellos.

Ella lo besó, también sentía esa misma urgencia. Joder, mañana podría ella pensar que iba a hacer, pero en ese momento lo único que quería era sentir a Raúl dentro de ella... Y él no se hizo esperar.

Apurado, se deshizo de su cinturón, desabrochó sus pantalones y en el apuro simplemente bajo su ropa lo necesario y la penetró.

Ella suspiró, fuerte. Un gemido se escapó de ambas bocas. Esa primera embestida siempre la transportaba a otro mundo, ajustó sus piernas a su cuerpo y se movió a un ritmo frenético sin dejar de besarlo. Linda manera de terminar una relación.

El joven castaño jugaba con su cuerpo mientras la besaba y terminaba de desnudarla. Se quitó el resto de la ropa, sin prácticamente salir de ella, y se deshizo también de la camiseta la joven, dejando al descubierto su pecho blanco y con una redondez exquisita. Lo besó, mientras ambos cuerpos se golpeaban buscando el éxtasis, que no tardó en llegar para ella, después de todo, el ya había aprendido bien que cosas le gustaban.

Sintió su cuerpo colapsar bajo el peso del joven y se aferró a su cuerpo sudado, mordiendo el lóbulo de su oreja y pidiéndole más al oído.

El castaño no pudo resistir mucho más tiempo y terminó unos segundos después, intentando salirse de ella para no liarla más parda de lo que ya la había liado. Un embarazo no era lo mejor que podías obsequiarle a alguien que posiblemente no querría verte más.

Se había confiado. De todas las veces que se habían visto, no todas se habían cuidado del todo bien y esa no era la excepción. Salió a tiempo para terminar fuera, pero por un pelo.

Ambos cuerpos cayeron pesados sobre la cama, reajustando la respiración.

-Joder -murmuró él, agitado, mirando al techo buscando su mano para entralazarla con la suya. -Madre mía...

Ella suspiró, intentando recobrar sus sentidos pese a que todo lo que percibía en ese momento era la mano de Raúl sosteniendo la suya.

Eso era lo que más le importaba.



Un invierno en Barcelona (Auronplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora