Sin respuesta

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¿Las redes? Sin respuesta.
¿E-mail? Sin respuesta.
¿Llamados? Sin respuesta.
¿Su casa?... Quizás.

Faltaba un día para montarse en el avión que le llevaría a compartir con la familia de su novia unas vacaciones algo accidentadas pero no quería irse sin antes hablar con ella.
Se mentalizó, jugó con respuestas en su cabeza día tras día... Quizás... Si ella lo escuchará...

Al menos pediría disculpas.

Caminó acojonado hasta la casa de la castaña, pero sabía que una posibilidad sería que le meta una hostia en la cara, o que Zulema le meta una hostia en la cara, o que simplemente le cierren la puta puerta en la cara... De todas las posibilidades, todo salía bien en... Una.

En esa posibilidad, Serena lo perdonaba y le decía que esperaría a que el resolviera su vida.

Se rió en voz alta. Eso no pasaría, claro, pero al menos, quería verla una vez más. Esa pulsión tan fuerte ligada al placer, la necesidad insaciable de acercarse a ella era compulsiva... Como la necesidad de rascarse una picadura aún sabiendo que la herida empeorará.

La puerta blanca se levantaba frente a él victoriosa. Timbró, con el estómago revuelto. Espero uno, dos minutos. Timbró nuevamente. Joder, macho, la ansiedad. Volvió a timbrar. Sus sentidos se ahogaban en un torrente de emociones que no lograba controlar.

Alguien habló del otro lado de la puerta.

Zulema.
Me cago en mí vida.

El catalán contesto con un hilo de voz.

-¿Se encuentra Serena? Es Raúl.

Se hizo un silencio del otro lado de la puerta, hasta que unos segundos después se escuchó una risa, estridente, lo que descolocó al joven.

-Pirate de aquí, gilipollas. Tira, tira para tu casa. -escuchó Raúl. Zulema no le dejaría entrar, ni ahora... Ni en un millón de años.

Suspiró, angustiado. Las ganas de llorar le invadieron otra vez.

****

-¿Es... Raúl? -preguntó Serena asomándose a la cocina.

Zulema le cruzó el paso.

-No es nadie que importe, cariño -le contestó su amiga, mirándola con sus ojos oscuros, escudriñando su rostro en busca de una reacción.

La castaña asintió, triste.

-Vale... Vemos juego de tronos?

Estaba claro que se sentía demasiado humillada para seguir dándole entidad a un tío que se había cargado con tanta saña todo lo que ella sentía. ¿Lo amaba? Quizás... Pero no podía acceder a ese nivel de afecto porque estaba cubierto por escombros emocionales que no le permitían ver ni sentir lo que no estaba en la superficie... Y la superficie escocía que te cagas.

***

Mientras tanto, fuera de la casa, Raúl intentaba recomponerse. Haber ido a buscarla era una idiotez pero ya no le quedaban más cartas por jugar y aunque ya había perdido la partida quería retirarse con honor.
Bueno, honor...

Timbró de nuevo. Si la vasca iba a ponerse hostil al menos lo intentaría otra vez. Quería ver a Serena y explicarle las cosas en la cara. Contarle la verdad, su verdad.

Él había querido dejar a Sara. De verdad había intentado... Bad timing, quizás. En otra vida, majete.

Se sentó en el umbral, desolado. Estaba claro que Serena no pensaba salir y los minutos en su reloj parecían burlarse de su angustia. Cada segundo, esa nube gris de realidad parecía acercarse más a su cabeza, pulsando en sus sienes con intensidad.

El no era feliz.
Sara no era feliz.
Serena no se era feliz.

Nadie era feliz...
Quizás lo único que podría hacer era sincerarse con ambas... Después de todo, tendría dos hijos y tendría que hacerse cargo de eso. Ya no podría seguir sosteniendo los niveles de stress, angustia y mentiras que llevaba mucho tiempo más.

<<A tomar por culo...>> Pensó antes de colgarse del timbre. Iba a cargarse su futuro pero bien.

***

La castaña no pudo evitar escuchar el timbre que parecía aullar. Sabía que era Raúl, no necesitaba ver su rostro lleno de ansiedad, lo sabía porque también había aprendido a leer en el rostro de su amiga.
Había que terminar esto de una vez por todas, ¿no?

-Abriré la puerta, Zule... Que no tiene pinta de irse pronto. -musitó Serena, algo angustiada. La morena la miró, fría, y asintió.

Dos minutos luego, la puerta se abrió, para sorpresa de Raúl.

Un invierno en Barcelona (Auronplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora