Donde tú quieras

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-Joder... Raúl... Qué cojones haces aquí?

-Lo siento, Serena, te he dicho que vendría... y aquí estoy... a decirte las cosas a la cara, coño.

Serena lo miró a los ojos... Como extrañaba sus ojos. Él la observó, directa y profundamente, con más ganas de besarla que nunca. Ella moría por besarlo también, pero intentaba mantenerse lo más fría posible.

-Raúl que no tengo nada que hablar contigo, tío.

-Sí que tenemos Serena, venga, por favor... Tú lo sabes bien... Hay cosas que no se han dicho. Por favor... He viajado hasta aquí solo para verte, vale?

-Cómo has conseguido mí dirección? -preguntó evitando su mirada, pero él le tomo el rostro y la obligó a mirarlo.

-Xavier se lo ha encontrado a Zulema en una libreta. -contestó acercándose a ella -Serena, por favor... Te... necesito cerca.

-Raúl, deja ya, coño... -replicó apartándose, pero el joven volvió a impedirlo, está vez tomándola de la cintura suavemente. Ella no opuso mucha resistencia.

-Déjame en paz -imploró con sus ojos -Vete, Raúl...

Él castaño la besó. Siguió el instinto de su cuerpo y ajustándose perfectamente a ella, profundizó su beso tomándola suavemente del cuello.
Serena no pudo pensar en nada más. Se aferró al joven con fuerza mientras lo sentía cerca, respirando agitado.

Cerró la puerta tras ella, pero sin dejar de besarlo. Lo tomó del cuello, y mordiéndole el labio inferior lo guió a su habitación.

La ropa caía a medida que avanzaban, para cuando llegaron a la cama, ambos estaban casi desnudos.

La tomó con fuerza y una necesidad abrumadora. Habían deseado eso durante meses, imaginándolo, pensándolo, soñándolo... ella había fantaseando con tenerlo dentro suyo, mirándola a los ojos.

Entró en ella con ganas de hacerle el amor por siempre, que aquella sensación de intensidad y satisfacción perdurara en el tiempo.

Gimieron ambos, en un beso desesperado, moviéndose al compás de la necesidad de que el otro se funda con la propia piel, tocando cada rincón del cuerpo.
El placer de finalmente sentir el calor de su piel era tan grande que no tardaron en llegar casi al mismo tiempo.

No había tiempo para pensar en Sara, ni en Miguel, ni en nada más que el éxtasis que les generaba acostarse juntos.

Finalmente, luego de un rato, se separaron, cayendo sobre la cama agitados, tomándose de la mano.

Se hizo un silencio entre los dos... Ahora sí aparecían destellos de Sara, de Miguel... Hostia puta.

Serena comenzó a sentirse horrible. La había cagado de nuevo... pero sosteniendo la mano de Raúl se sentía como una mujer superpoderosa... Feliz. Él la hacía feliz.

-Madre mía, pero ¿qué ha pasado? -preguntó él sonriendo.

-No sé, pero ha estado de puta madre a que no? -contestó uniéndose a su sonrisa.

Sus manos se mantuvieron juntas... Les tranquilizaba.

-Ahora si vas a decirme a qué has venido? O has venido solo para echarnos un polvo?

-No he venido a eso... Coño, bueno, sí... Eso... no puedo negar que pensé en... terminar en tu cama pero... He venido a hablar... Es que no puedo estar sin ti. Pensé que podía, pero te he extrañado más y más y... ya se me hace insoportable -confesó él, cabizbajo.

Ella suspiró. Acababan de acostarse... ¿De que serviría ponerse borde? Prefirió ser honesta con él y con ella misma.

-A mí también me cuesta, Raul. Me duele. Yo también te extraño...

-Entonces por qué me has bloqueado del puto WhatsApp, Serena?

-¿De verdad me lo preguntas? Joder, tío, porque tienes novia! Porque me habías mentido, coño.

-Te pedí tiempo, Serena... para rearmar mi vida, para poder solucionar las cosas.

-Te apareciste en mí casa con ella... en mí puta casa con tu novia... en plena Navidad.

-Lo sé, Serena... No sabía que estarías allí, es la casa de mí amigo también... Y tú ya te habías ido de Barcelona.

-Vale... ¿Y esto donde nos deja?

Raúl la beso.

-Dónde tú quieras. -dijo respirando hondo, nervioso y lanzó -Te amo, Serena.

Un invierno en Barcelona (Auronplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora