[ veintisiete ]

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Me acerqué al lugar en donde había dejado mis cosas y las tomé. Busqué a Laura con la mirada y despacio me acerqué a ella.

-Laura, necesito hablar contigo -le dije. Ella me miró.

-Luego continuamos muchachas -les dijo a las modelos que me echaron una devoradora mirada, como si yo fuera algo de comida. Aunque si lo soy, en este momento me siento como un yogurt vencido - ¿Qué sucede pequeño?

-Laura, renuncio -solté lo que tenía pensado sin ninguna traba. Sus ojos se abrieron bien.

- ¿Qué? Pero, ¿Por qué? ¡No puedes renunciar! ¡Eres el mejor ayudante que he tenido en años, Claudio! -me dijo

-Lo sé, lo sé, no hay nadie como yo. Pero es lo mejor para mí, antes de que tu hija me vuelva completamente loco.

- ¿Quieres que la rete un poco? -preguntó.

-No, no. Eso no cambiaria mi problema -dije. Me acerqué a ella y besé su mejilla -Eres la mejor jefa que un chico como yo podía tener...
Sus ojos se humedecieron y me miró con tristeza.

-Y tú eres el mejor ayudante del mundo -me dijo y acaricio mi mejilla maternalmente.
¿Hace cuanto que no recibo una caricia así? Tal vez de mi nana, pero no se siente parecido a la caricia de una madre. Eso debe sentir Emilia cada vez que su madre la acaricia o la mima.

-Adiós Laura -dije por lo bajo.

-Toma -sacó de su bolsillo un sobre con dinero -Esto es tu sueldo del mes...

-No, no lo quiero...

- ¿Cómo que no Claudio? Por favor, déjame pagarte...

-No podría cobrarle al mejor trabajo de mi vida.

-Por favor, por lo menos dame ese gusto. Ya que no te quedas, déjame pagarte el mes.

-Pero aun no termina el mes...

-Tómalo, y no acepto un no -sentenció. Suspiré y tomé el sobre. Ella se acercó a mí y me abrazó - ¿Vendrás a visitarme?

-Cada vez que pueda -le dije.
Se alejó y sonrió.

-Ya puedes irte.
Sonreí y me di vuelta para irme a quien sabe donde a despejar un poco mi cabeza y mis problema. Mejor dicho mi problema el cual tiene nombre y apellido, Emilia Ruiz.
Salí de las oficinas sobre Betty y comencé andar sin rumbo alguno. Hasta que sin darme cuenta estacioné frente al bar de Mary.
La última vez que vine aquí fue cuando esa... esa condenada se me puso a bailar sensualmente y provocar a todos los borrachos del lugar. Me bajé de la moto y caminando despacio entré.
Para la temprana hora que era, el lugar ya estaba infestado. Este era un lugar perfecto para desahogar culpas, dolores y problemas. Y no había nadie mejor que Mary para hablarlo. Ella no ponía un límite para tomar. Ella te dejaba tomar hasta que se te diera la gana, y por ese motivo era el bar más visitado de todos. Sonando los huesos de mis manos me senté en la barra. Mary me miró algo sorprendida.

-Vaya, vaya -dijo y sonrió -Hace bastante que no te veía por estos lados, Claudio ¿Qué te ha pasado?

-Sírveme un vaso de vodka -le dije. Ella asintió.
Puso el vaso frente a mí y lo llenó hasta el tope. Mi celular comenzó a sonar. Busqué en mi bolsillo y miré la pantalla. Emilia llamando.
Vacilé algunos segundos en contestar, pero fue más fuerte que yo y terminé por atender.

-Hola -dije apenas conteste.

- ¿Dónde estás? ¡Te necesito! -me dijo ella. Cerré los ojos con fuerza y maldije para mis adentros

-Supongo que no te refieres a que me necesitas por qué no puedes vivir sin mí, sino a que quieres que te haga algún mandado, ¿verdad? -le pregunté.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora