[ treinta y cuatro ]

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Miré a mí alrededor fijándome si ella no estaba por ahí. No, no había ninguna señal de ella.

— ¿Se puede saber qué demonios haces? —me preguntó Ulises.

—Estoy mirando —le dije y volví a mirar para todos lados.

—Si, ya lo se. Pero ¿Qué miras? —me dijo él.

—Nada, nada. No me hagas caso —dije y dejé de mirar. Silverio me miró frunciendo el ceño.

— ¿Hay algo que quieras contarnos? —me dijo Gil. Lo miré bien.
¡Oh, diablos! Romina, ya le fue con el cuento.

— ¿Tu noviecita ya te fue con el chisme? —le dije con tono burlón.

— ¿Qué? ¿Qué pasó? —preguntó Ulises.

— ¿Sabes con quien se acostó ayer a la madrugada, Claudio? —le dijo Silverio.

—No, ¿Con quién?

—Silverio —le dije para que se detuviera.

—Con Emilia —le dijo. Ulises se giró a verme sin poder creerlo.

—No es cierto —me dijo.

— ¡Maldita sea, Silverio! No tuviste que haberlo dicho —dije enojado.

—No, no puedo creer que lo hayas conseguido —me dijo Ulises aun sin poder creerlo.

—Bueno, ya esta no quiero hablar del tema —le dije y volví a mirar a mí alrededor.
Estábamos en la Universidad, ayer por la tarde me la pasé peleando con Anna y Romina y también riendo un poco. Aquellas dos me acusaron de ser un cínico que necesita urgentemente la ayuda de un profesional. Y puede ser que tengan razón, pero yo ni iba a dejar que se salieran con la suya. Hoy era un día nuevo y yo tenía que estar muy alerta para vigilar a Emilia.
El auto que yo estaba esperando que llegara, llegó y se estacionó a unos cuantos metros de donde estábamos nosotros. Las tres bajaron al mismo tiempo. Mi mirada se posó en mi prima. Al instante Anna me miró fijamente. Sonrió triunfante y me sacó la lengua en forma de burla. Vi como las tres entraban a la Universidad y comencé a empujar a mis amigos para que caminaran.

— ¿Qué sucede? —preguntó Ulises.

—Caminen, caminen. No podemos perder de vista a esas tres —les dije y los seguí empujando.
Las divisé caminando hacia uno de los salones, entonces apresuré nuestros pasos y sigilosamente nos acercamos más a ellas.

—Hoy tenemos que ir a la biblioteca antes del medio día, Emilia —le dijo mi castaña prima.

— ¿Para qué? —preguntó.

—Tienen que ayudarme a dar unos libros, ¿sí? —dijo Romina.
Entrecerré los ojos, pequeñas manipuladoras. ¿Con que ese es su plan? Hacerlos cruzarse en la biblioteca, que ella le de sus libros. No lo van a lograr...

—Claro, no hay ningún problema —dijo Emilia.

—Claro que si hay un problema —susurré.

— ¿Cuál es el problema? —me preguntó Ulises.
Detuvimos nuestros pasos justo antes de entrar al salón. Ellas ya habían entrado.

—Que la loca de mi prima y la pequeña diabólica, quieren hacer que Emilia salga con un tipejo —les conté.

— ¿Qué tipejo? —me preguntó Silverio. Entrecerré los ojos y miré hacia la puerta del salón.

—León Rubio —sentencié.

— ¿León? ¿El presidente del centro? —dijo Ulises.

—Ese mismo —afirmé.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora