[ cuarenta y cuatro ]

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Suaves gemidos escapaban de sus labios, que eran rápidamente acallados por los míos. Besé cada centímetro de su piel que estaba a mi alcance, mientras aun me movía dentro de ella.

-Claudio... -gimió mi nombre mientras sentía que poco a poco la iba llevando a su clímax.
Mordisqueé sus labios y tironeé de ellos con suavidad, mientras me movía despacio la sostenía entre mis brazos. Ella entrelazó sus piernas con las mías y me mantuvo cerca.

-Quiero que sepas una cosa -le hablé agitadamente. Sus ojos se clavaron en los míos. Me acerqué a ella y rocé su nariz con la mía -Yo quiero hacer el amor contigo... hoy, mañana... pasado mañana y por muchas, muchas noches más.
No sé cómo fue, pero ella giró sobre el colchón y quedó sobre mí. Gruñí fuertemente al sentirla así. Salvaje... completamente mía. Comenzó a moverse suave sobre mí y era tan placentero verla, que no pude contenerme. Me senté y capturé sus labios en un caliente beso.

-Y yo quiero que lo hagas -me dijo agitada y soltando apenas mi boca.
No se cuanto tiempo estuvimos así, y tampoco era que me importaba.
Por mí iba a estar dentro de ella toda la noche. Pero entonces sentí que tenía que liberarme. La tomé de las caderas y la empujé más cerca de mí.
Ella boqueó y se aferró a mi cuello, mientras me mordía levemente el hombro. Luego de unos segundos gimió mi nombre al correrse en mis brazos. Me recosté con ella y giré atrapándola de nuevo.
Besándola otra vez, aceleré mis embates, buscando mi propia paz. Y cuando la encontré no cerré los ojos, solo bajé la mirada hacia ella.
Emilia respiraba trabajosamente, sus labios estaban rojos y un poco hinchados. Levantó su mirada para encontrarse con la mía.
Me sonrió y levantó su mano para acariciar mi rostro.
Entonces supe que no había nada que yo no hiciera por ella. Si ella quería, sería capaz de bajar al infierno y matar al mismo diablo, solo para hacerla sonreír.
Maldije por lo bajo ante el pensamiento. Me estaba por apartar de ella, pero me tomó de la barbilla e hizo que la mirara.

-No te atrevas a alejarte de mí -me ordenó y luego me besó ferozmente.
Apenas podía respirar al sentirla con cada fibra de mí ser. Su pequeño y femenino cuerpo debajo del mío. Pero el calor de sus labios y el valor de su intrépida voluntad eran los que me calentaban.
El fuego de su pasión ardía a través de mí, haciéndome sentir vulnerable y al mismo tiempo fuerte y decidido. Soltó levemente mis labios, entonces la miré a los ojos y luego bajé sobre ella, para poder apoyar mi cabeza sobre su pecho.

- ¿Escuchas la lluvia? -le pregunté.

-Si -me contestó sin dejar de acariciar mis cabellos.

- ¿Sabes que escucho yo? -le dije.

- ¿Qué? -preguntó.

-Escucho tu corazón...

- ¿Y qué te dice mi corazón?

-Me dice: Más te vale Meyer que te quedes, porque o si no te juro que te vas a arrepentir de haberme hecho latir como loca -le dije.
Ella rió divertida, haciéndome levantar la cabeza para mirarla.

- ¿Y qué dice el tuyo? -me preguntó.

- ¿Por qué no lo escuchas tú misma? -dije y giré en el colchón para que ella quedara sobre mi pecho. Se apoyó suavemente, colocando su mano izquierda en el lado derecho de mi pecho. Con mi mano acaricie su espalda - ¿Y qué te dice?

-Me dice: Cariño, ¿Por qué no lo repetimos? Fue muuuy interesante participar esta vez... aunque debo confesarte que la primera vez también participé -me dijo y levantó su cabeza para mirarme - ¿Eso es lo que está diciendo?

-Exactamente eso es lo que está diciendo -le contesté.
Sonrió y se acercó a mí besando suavemente mis labios. Respiré profundamente y su perfume invadió mi cuerpo. Que agradable era oler a ella.
Mordió mis labios traviesamente. Arqueé una de mis cejas y me alejé con cuidado.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora