[ cincuenta y tres ]

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Aquella cínica sonrisa no salía de su rostro. Sentí que la sangre me hervía ¿Qué diablos hacia él aquí?

-¿Qué quieres? -le pregunté de mala manera. Él volvió a mirar a Emilia.

-¿No me vas a invitar a pasar? -me preguntó.
Me quedé quieto en el lugar... no iba a dejarlo pasar. Sentí unas pequeñas manos apoyarse en mi espalda. Giré mi cabeza y la miré. Ella asintió levemente.

-Pasa -le dije a mi padre y me corrí de la puerta. Él entró y miró a su alrededor.

-Buenos días, Emilia -le dijo a ella.

-Buenos días, Señor Meyer -le respondió.

-Espero no haber llegado en un mal momento.

-No, para nada -dijo Emilia y sonrió de manera falsa. Reí por lo bajo -Estábamos por desayunar ¿Quiere desayunar con nosotros?

-No gracias -dijo él y se sentó en una de las sillas. Emilia me miró y sonrió de manera dulce.

-¿Qué lo trae por aquí, señor Meyer? -le preguntó.

-Necesito hablar unos asuntos con Claudio -le dijo de manera tajante.

-Bueno... yo ya me estaba por ir, y...

-No, tú no te vas a ningún lado -la detuve. Ella me miró -Cualquier cosa de la que me quieras hablar puedes hacerlo delante de Emilia, padre.
Él me miró fijo, y luego miró a Emilia. Ella se veía algo sorprendida.

-Es un asunto delicado -prosiguió él.

-No interesa... yo no tengo secretos con mi novia. Si no se entera ahora, se va a enterar después.

-¿Novia? -preguntó confundido.

-Oh, como fui tan tonto de no decirte papi -dije irónico y me acerqué a Emilia para abrazarla de costado -Te presento a tu nuera... ¿no es encantadora?
Bernie nos miró algo atónitos. Giré mi cabeza para mirar a Emilia y sus mejillas estaban totalmente enrojecidas. Levantó la cabeza y me miró. Le guiñé un ojo y negó divertida con la cabeza.

-Así que son... novios.

-Si -dijo ella asintiendo -Espero que le agrade la idea de tenerme en su familia. A mi me encanta que usted sea mi suegro -noté aquel particular tono de sarcasmo.

-Claro que estoy contento... no te imaginas cuanto pequeña -le dijo él.
Noté algo muy extraño en aquella afirmación. La miré fijo, tratando de saber que pretendía.

-¿Y bien? ¿Qué has venido? -le pregunté de manera cortante.

-Cariño, no seas tan grosero. ¿Por qué no le ofreces una taza de café a tu padre? -me preguntó Emilia. La miré y ella alzó ambas cejas.

-Oh si, tienes razón amor -le dije y me acerqué a donde estaba ella -Papi, ¿quieres café?

-Un poco estaría bien -me dijo él. Agarré una taza y serví el café. Me acerqué al oído de Emilia.

-¿Puedo escupir un poco en él? -le pregunté.
Ella soltó una leve risita y ambos miramos a mi padre.

-Un poco no estaría mal... creo que ha arruinado algo -susurró ella.

-Ha arruinado todo -le aseguré. Tomé la taza y se la alcancé a mi padre -Aquí tienes...

-Gracias -susurró él.

-Bueno, ¿A qué has venido exactamente? -le pregunté mientras me sentaba frente a él.
Emilia tomó un vaso de jugo y se sentó a mi lado, mirando fijamente a mi padre. Él la miró y luego volvió su vista a mí.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora