[ cuarenta ]

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Ella sacó las llaves de su cartera y comenzó a caminar. Estaba por llegar tarde a la presentación de su hijo, y no se podía permitir aquello. Se subió al auto y arrancó lo más rápido que pudo. Cuando llegó se bajó y casi corrió hacia dentro del auditorio. Un poco agitada se acercó a una de las profesoras.

-Señorita Mimí, ¿Dónde está mi hijo? -le preguntó recuperando un poco el aire que había perdido.

-Claudio está detrás del escenario señora Meyer -le señaló el camino con el dedo.
Rosario asintió con la cabeza y movió de nuevo sus piernas para acercarse al lugar. Corrió una cortina y lo divisó parado en medio de todas las niñas. Sonrió levemente. Él levantó su pequeña mirada y sonrió mostrando todos sus dientes al verla.

-Lo siento señoritas, pero llegó mi reina -les dijo a las niñas y se abrió camino de ellas para acercarse a su madre. Rosario se agachó cuando él estuvo cerca.

-Eres todo un galancito -le dijo divertida.

-Lo sé mami, pero solo me interesas tú -dijo él.

-Okey, acabas de ganarte un helado para cuando termine la función -dijo ella y acomodó un poco su pelo - ¿Estas nervioso?

-No, para nada -afirmó y sonrió.
Su madre levantó su mano y acarició su rostro. Su nariz pequeña adornaba su cara de niño. Él era tan bello, su pequeño bebe. Con solo 5 años ya era todo un hoUna de las profesoras de ballet se acercó a ellos.

-La función ya va a comenzar -les avisó. Ambos asintieron y volvieron a mirarse.

- ¿Papá vino? - le preguntó él esperanzado.

-No Claudio, papá está ocupado -dijo ella.

-Siempre está ocupado -susurró bajando la mirada.
Rosario tomó su mentón e hizo que la mirara a los ojos. Ella no podía permitir que la concentración y la autoestima de su hijo bajaran por eso.

-Pero yo estoy aquí y yo quiero verte brillar. Jhon también vino a verte...

- ¿Jhon está aquí? -dijo entusiasmado.
Jhon siempre venía a verlo y eso lo alentaba. Rosario sonrió.

-Si, está aquí y ambos queremos que seas el niño más lindo de todos.
Claudio rió divertido.

-Soy el único niño, mami -le dijo.

-Tienes razón, pero no importa. Para mí eres único y estoy muy orgullosa de ser tu madre. Ahora sal a ese escenario y haz lo que sabes hacer -dijo y le dio una pequeña palmada para que caminara.
Claudio movió sus pequeñas piernas hacia el escenario y Rosario lo perdió de vista.
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Se sentó en el gran piano de la casa de su abuela. Tenía que terminar de saber las notas, antes de que su madre llegara. Levantó la tapa del piano y se sentó en el asiento. Sus pequeñas piernas no alcanzaban el pedal. Así que buscó un libro y lo apoyó sobre él para poder tocar tranquilo. Miró las 88 teclas del majestuoso piano de cola. Con cuidado apoyó uno de sus pequeños dedos sobre una de ellas.

-Cuando toques el piano, siempre has de cuenta que estas tocando un pedazo de tu alma, y tócalo con cuidado... porque él siente las emociones que tienes cuando lo tocas -le dijo su madre sentándose a su lado.

- ¿El siente mis emociones? -le preguntó él algo asombrado.

-Claro que él te siente. Ahora pon tus manos como te dije la otra vez, y solo toca después de que yo lo haga -le dijo ella.

Claudio vio como su madre apoyaba sus manos sobre la otra mitad del piano, en la que él no estaba. Sus largos y finos dedos empezaron a moverse, causando que la música saliera suave y melodiosa.
El pequeño de cabellos plateados comenzó a mover los dedos también, copiando el acto de su madre. Rosario sonrió contenta mientras veía todo lo que su pequeño de 7 años había avanzado solo en dos semanas. Claudio miró a su madre y le sonrió, enseñándole una sonrisa que una pequeña separación en las paletas de sus dientes. Le encantaba tanto llegar de la escuela y sentarse a tocar con su madre. Amaba pasar la tarde con su madre, hablando de los músicos más importantes de la música clásica. Y aprendiendo a tocar algún instrumento nuevo.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora