[ veinticuatro ]

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El negó divertido con la cabeza.
-Llévenselo a una celda individual, está demasiado joven como para meterlo con los grandes.

-Gracias sargento, es usted muy considerado.

-No me subestimes jovencito -me aclaró -Ahora llévenselo.
Me empujaron un poco hasta tirarme dentro de una celda que contenía una cama, y a un costado un baño.
Miré a mi alrededor y maldije por lo bajo. Otra vez caí en este agujero, y esta vez necesitaba de un milagro para poder salir de aquí. Me senté en la cama y trate de calmarme, poniéndome como loco no voy a lograr nada.
Las horas comenzaron a pasar, y se me hacían interminables. Me puse a pensar cuantos años eras lo que podía llegar a pasar en un lugar como este, y juro que llegué a desesperarme.

-Meyer, tienes visitas -me dijeron. Levanté la cabeza y vi como mis dos amigos se acercaban.

- ¿Qué hiciste Claudio? -preguntó Silverio.

-Tenía que hacerlo -le dije.

-Pero ¿Acaso no te pusiste a pensar en las consecuencias? -dijo Ulises. Los miré.

- ¡No, maldita sea! -Rugí, y me puse de pie - ¡Ese maldito infeliz me buscó, y me encontró!

-Ese no es el problema ahora Claudio -me dijo Silverio -El problema ahora es que tendrás un juicio y una sentencia .Gomez, puede hundirte.

-Pues que lo haga, no me interesa...

-Ambos sabemos que si te importa Claudio -dijo Gil.

-Si, tienes razón -dije soltando un suspiro.

-Nosotros haremos todo lo que podamos, no estás solo en esto. Debo decirte que tú prima esta como loca buscando un buen abogado. La condenada de verdad te quiere -me contó Ulises.

-Mi prima, y yo que quería devolverla por donde vino -dije nostálgico

-Y otra que está que trepa las paredes es... Emilia.

- ¿Emilia? -pregunté.

-Si -asintió Ulises -Le dijeron que habías golpeado a Kevin, que él estaba en el hospital y tú que estabas preso, y lo primero que hizo fue preguntar por ti.

-Emi... -musité.
Era por ella que yo estaba aquí adentro, pero juro que no estaba arrepentido. Y juro que todas las cosas que le dije a Gomez, fueron cosas que me salieron del alma. Cosas que deseo, cosas que imagino. Emilia Ruiz está metida en mi cabeza de una forma que no puedo describir.
La noche se me pasó lenta en aquel lugar. No pude dormir pensando en todo lo que podía pasar si no salía de aquí. De verdad tuve que haberme controlado... pero él, él me saco de quicio. Además, ¿Cómo logró saber todo eso? Alguien estuvo hablándole a aquel infeliz de mi vida. Al día siguiente los guardias me dieron de desayunar y me dieron la noticia de que tenía una visita.
Vi como ella entraba con cuidado y con algo de asco miraba a su alrededor.

- ¿Antonia? ¿Qué haces aquí? -le pregunté. Ella se acercó más a la celda.

-No sabes lo preocupada que he estado por ti -me dijo ella.

-No hacía falta que vinieras Antonia -dije mientras me ponía de pie.

-A pesar de que quieras darme celos con la odiosa de Ruiz, yo estoy aquí... Y hablando de ella, ¿Dónde está? ¿No era que tenían algo?

-Si, si lo tienen teñida -escuché la voz de Anna. Ambos nos giramos a verla, no estaba solo. Emilia venía a su lado -Vamos Toñita, ellos tienen que hablar de sus cosas... o hacer cosas ¿me entiendes verdad?

-No vas a pedirme que me vaya por ella, ¿verdad? -me preguntó Antonia.
Miré a Emilia y luego a Anna. Volví mi vista a Antonia.

-Va a ser mejor que te vayas Antonia, este no es lugar para ti -le dije lo más amable que pude.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora