sesenta y dos

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Me desperté y me senté en la cama algo agitado. Miré hacia mi izquierda y Emilia dormía tranquilamente allí. Solté un suspiro y me volví a acostar. Había tenido una pesadilla, solo eso. Ella esta bien, ella esta a mi lado.

—¿Qué sucede? —su dulce voz rozó mi oído. Giré mi cabeza para mirarla y ella tenía sus ojos bien abiertos.

—Nada, solo tuve una pesadilla —le dije y me acomodé bien de costado para acariciar su rostro.
Ella se acercó más a mí y escondió su cara en mi cuello. Sus brazos se metieron debajo de los míos y sus manos acariciaron mi espalda.

—Solo fue una pesadilla —susurró.

—Lo se —dije mientras cerraba los ojos y disfrutaba de su cercanía —¿Me das un beso?

—Primero necesito ir al baño —dijo mientras se alejaba.

—No, no... primero un besito —hice un puchero.

—Bien —dijo en un suspiro y se acercó a mi boca. Coloqué mi mano en su nuca y la acerqué más a mí.

—¿Me amas? —le pregunté cuando la solté.

—Mmm... no lo se —dijo ella mientras se ponía de pie. Sonrió y me volvió a besar —Claro que te amo, ¿Por qué lo preguntas?

—Solo quería volver a saberlo —le dije.

—Tontin —dijo divertida y entró al baño.
Aquel sueño había sido tan real. Emilia era alejada de mí y nunca más volvía a verla. Mi vida se volvía miserable y sin sentido. Había sido tan fea la sensación del vacío y el dolor. Me volví a acostar sobre la almohada y me tapé bien con las sábanas. Hacía un poco de frío.
Emilia salió del baño y volvió a acostarse a mi lado.

—¿Qué hora es? —le pregunté.

—Temprano, muy temprano —musitó mientras se acurrucaba entre mis brazos y volvía a cerrar los ojos.

—¿Qué tan temprano?

—Son las 5 de la mañana, amor.

—¿En serio? —pregunté.

—Si —dijo ella y besó mi pecho —Aun tenemos 4 horas más para dormir. Así que deja de hablar y cierra tus lindos ojos.
La abracé contra mi pecho y cerré mis ojos. Aun la maldita sensación me seguía molestando. Pero decidí ignorarla. Eso solo una sensación, nada significa.
Las cuatro horas que faltaban para levantarnos pasaron volando y Emilia fue la primera en levantarse y bañarse. Se puso el uniforme de la Universidad y luego se tiró encima de mí para despertarme mientras sus manos intentaban hacerme cosquillas.

—No vas a lograrlo, no las tengo —le dije sin abrir los ojos.

—Bueno, no tendrás cosquillas pero si te dan calor los besos —dijo ella y se metió debajo de las sábanas para comenzar a besar mi pecho y bajar hasta mi estomago.

—Emi... no —le dije.

—¿Viste? Yo sabía —susurró y su aliento quemó mis abdominales.

—No hagas eso. Espera... porque... ¡Emilia! —dije elevando mi voz y sacando las sábanas de encima de ella.
Ella estaba sentada a horcajadas sobre mí con aquella linda polera que estaba obligada a usar para asistir al campus. Sonreí al recordar que así mismo la quería yo cuando estaba encima de Betty. Ella mordió su labio inferior y me miró con ganas.

—¿Por qué no me haces caso y te levantas? —me preguntó.

—¿Por qué estas sentada encima mío con esa ropa? ¿Acaso piensas que así voy a levantarme y querer salir de esta cama? —le pregunté.
Podría decirse que ella casi gateó sobre mí hasta llegar a mi rostro. Sus labios rozaron los míos. Su aroma a ropa lavaba y perfume simplemente me excitó.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora