[ treinta y siete ]

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Sonrió levemente y se sentó bien en el asiento.

-León -dijo divertida -Si, ya llegué a casa... estoy por entrar.
Me miró y abrió la puerta del auto, se bajó y la cerró. Sin dejar de hablar y de sonreír me saludó con la mano, en una forma, debo decir, burlona.
Vi como se alejaba caminando hacia el edificio. Y ahora sí, Rubio no tendrá mi voto el año que viene. Si ese maldito celular no hubiese sonado, en este momento estaría saboreando de sus labios. Pero yo no soy así, yo no me voy a quedar con las ganas de besarla.
Rápidamente me bajé del auto y de la misma manera comencé a acercarme a ella.

-Está bien, adiós -escuché que decía y colgaba.
Entonces la tomé del brazo y la giré hacia mí.

-Claudio, ¿Qué haces?
Al instante tomé su boca con la mía, colocando mi mano en su nuca, para impedirle escapar. Moví mis labios sobre los suyos, de manera exigente, de manera dominante. Ella lograba que me sintiera desesperado por besarla. Logró despegarse apenas de mí.

-No Claudio, basta -dijo agitada. La callé besándola de nuevo. A paso ciego comencé a caminar, haciendo que ella caminara hacia atrás. Se volvió a alejar -No, no vas a subir conmigo.

- ¿Por qué no? -le pregunté con la voz algo ronca.

-Porque... porque está tú prima arriba y no quiero que subas.

-Entonces vamos a casa -dije y besé su boca cortamente.

-No tampoco... vete -me dijo.
La solté por un segundo y tomé mi celular. Marqué el número de mi prima y esperé a que me contestara.

- ¡Contigo quería hablar! ¿Se puede saber que estás haciendo en la cita de Emilia? ¿Cuál es tu problema Claudio? -me preguntó.

- ¿Dónde estás Anna? -le pregunté.
Los ojos de Emilia se abrieron bien y quiso hablar, pero coloque uno de mis dedos sobre sus labios.

-En casa tonto, ¿Dónde más voy a estar? -me contestó. Sonreí levemente.

-Eso es todo lo que quería saber primita, muchas gracias.

-Pero...
Corté antes de que siguiera diciéndome cosas. Miré intensamente a Emilia. Ella era una pequeña mentirosa, pero no iba a salirse con la suya.

-Anna no está aquí -le dije.
Volví a capturar su boca en un caliente beso. Ella no pudo reprimir un leve gemido que escapó de sus labios.
Entonces comencé a caminar de nuevo. De una u otra forma entramos al edificio. De una u otra forma logramos subir al ascensor, todo esto sin dejar de besarnos.
La apoyé levemente contra el espejo del ascensor y me alejé de sus labios para besar su mentón, y su cuello.
La caja de mental se detuvo en el piso 6. Casi desesperado logré abrir la puerta. Salimos y la tomé de la cintura apegándola a mí otra vez.
A ciegas volvimos a caminar hasta chocar contra la puerta del departamento. Busqué las llaves dentro del bolsillo de su abrigo y logré abrir...
Cerré la puerta detrás de nosotros, y alejándome apenas de sus labios para poder respirar me quité la chaqueta. Ella se quitó el abrigo. Caminamos un poco más cuando nuestros labios volvieron a juntarse, y caímos pesadamente sobre el sillón.
Caí sobre ella, ganándome un nuevo gemido. La besé más profundamente que antes, haciendo que el aire realmente nos faltara. Bajé mi mano por el contorno definido de su cuerpo, acariciándola sobre la suave tela de su ropa.

-No, no... por favor Claudio. Déjame -me pidió cuando solté sus labios y bajé a su cuello.
No, ella no podía pedirme eso. Simplemente no podía...

- ¿De verdad quieres que te deje? -le pregunté en un susurró cerca de su oído.

-Si, si... vete. Ya no más Claudio, ya no quiero más esto ¿no lo entiendes? No quiero ser un juguete con el que te diviertes un rato, no quiero serlo.
Entonces me alejé de ella para mirarla a los ojos. Sus ojos estaban vidriosos y me maldije a mi mismo por ello. Me alejé completamente de ella y me puse de pie.
Caminé hasta la puerta y tomé mi chaqueta que estaba en el suelo. Me giré a verla. Su mirada vidriosa, sus labios rojos, me hicieron darme cuenta de lo insensible que puedo llegar a ser.

-Tú no eres un juguete para mí -le dije y salí de allí antes de causarle más daño.
Llegué a mi casa y gracias a dios Anna no estaba levantada, no quería escuchar reclamos e insultos en este momento. Me cambié y me tiré en el sillón. Me acosté boca abajo y cerré mis ojos para intentar dormir...

Abrí un ojo por el sonido que acababa de provocar el microondas. Levanté un poco mi cabeza y miré a mi prima en la cocina.
-Anna-dije con la voz dormida -¿Por qué no dejas de hacer ese ruido?

-No hablo con arruinadores de citas -me dijo y siguió haciendo aquel molesto sonido.

Me senté en el sillón y un maldito dolor se apoderó de todo mi cuerpo.
Creo que tendré que comprar somníferos si Emilia va a tener este efecto en mí cada vez que pase algo entre nosotros. ¿Cuánto he dormido? ¿Tres horas?
Esto es terrible, encima me duele todo, como si hubiera dormido sobre una piedra. Aunque no estoy tan alejado de aquello.
Este maldito sillón terminara por dejarme paralítico en una silla de ruedas. Estirando mi cuerpo me puse de pie y camine hasta el baño. Me duché y salí para cambiarme y sentarme a la mesada en donde Anna había preparado todo el desayuno.

- ¿Y mi nana? -le pregunté.

-Rose llamó hoy por la mañana diciendo que no podía venir porque Brutus tuvo que ser llevado al veterinario de urgencia porque se comió una moneda -me dijo ella sin mirarme.

-Pobre perrito, tan tonto -musité y pinché un pedazo de fruta para comer.

-No es el único -dijo y clavó su mirada en mí. Y aquí vamos con los sermones de Anna Meyer -Yo te juro que no te entiendo. No sé, si es porque realmente eres imbécil o porque te gusta molestar a las personas.

- ¿Terminaste primita? -le pregunté.

- ¡No! -me chilló ofendida.
Me acerqué a ella y besé su mejilla ruidosamente, mientras ella intentaba alejarse.
Le revolví el cabello y le apreté los cachetes.

-Deja el sermón para después, por favor. Respeta mis sacrosantos alimentos -le pedí.

-Juro que eres tan complicado a veces y otras tan predecible y sencillo...

-Soy hombre primita es solo eso, no soy tan evolucionado como ustedes las mujeres. Soy básico y primitivo, por eso no me puedes entender a veces.

-Lo que no entiendo es lo que te pasa con Emilia-me dijo.
La miré y bajé la mirada a mi comida.

-Ni yo mismo lo entiendo -susurré. Al parecer ella no me escuchó.

-Primero dices que quieres una noche con ella, bueno... obtuviste la noche que querías. Y ahora no puedes tolerar la idea de que salga con otro, y no quieres admitir que son celos. Pero estoy segura de que a ti no te va molestar salir con alguna huequita...

-Te dolerá la cabeza si sigues tratando de racionalizarlo, créeme hablo por experiencia propia.

- ¿La amas? -me preguntó. Comencé a toser, ya que me atragante con el jugo que estaba tomando. Cuando logré estabilizarme un poco la miré.

-Define amar -le dije tosiendo un poco todavía.

-Simplemente amar Claudio... no lo se... no tiene una definición concreta. Es algo... un poco ilógico de donde lo mires. Es cuando te late rápido el corazón y no dejas de pensar en esa persona, estas así como idiotizado por ella y la ves en todos

 Es cuando te late rápido el corazón y no dejas de pensar en esa persona, estas así como idiotizado por ella y la ves en todos

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peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora