[ cincuenta y siete ]

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Como una intuición de si misma Emilia se puso frente a mí. La miré y no pude evitar sonreír divertido.

—¿Qué necesitas Gómez? —le pregunté sin dejar de sonreír.
Él no dejaba de mirar a Emilia. Estaba esperando a que ella le dijera algo sobre lo que acababa de ver.

—¿Por qué lo estabas besando? —le preguntó él a ella.
Emilia me miró y luego volvió la vista a él.

—Creo que debemos hablar Kevin, pero no aquí —le dijo ella. Entonces dejé de sonreír y me puse algo nervioso. ¿A dónde quería hablar si no era ahí? Ella se giró a verme —Debo hablar con él, Claudio.

—¿No me estarás pidiendo que te deje sola con este idiota? —le dije en voz baja.
Ella levantó su mano y acarició mi rostro.

—Es solo por unos minutos. Iré a hablar con él, le contaré todo y volveré a buscarte.

—No —sentencié.

—Por favor mi amor. Es mejor si yo hablo con él y dejamos las cosas bien en claras.

—No confió en él, Emi.

—Pero si confías en mí, ¿verdad? —me dijo mientras me miraba fijo a los ojos.

—Si —dije soltando un suspiro. Ella sonrió y se puso en puntas de pie para besarme cortamente. Giró y miró de nuevo a Gómez que estaba rojo de la rabia.

—Vamos, Kevin —le dijo ella y comenzó a caminar.
Gómez la siguió y pasó por lado en forma retadora.

—Le tocas un pelo y te mato —le susurré cuando pasó por mi lado.
Él sonrió como si acabara de escuchar un chiste. Y a mí me encantaría ver su cara cuando Emilia le diga: Kevin, Claudio y yo somos novios. Lo lamento idiota, pero nunca sentí nada por ti además de lastima.
Reí por lo bajo y decidí ir a caminar un poco para no pensar tanto en que dejé sola a mi novia con su ex. Pero eso... no es malo, no lo es. Ella misma me ha dicho que nunca lo amó y que solo lo aprecia como a un amigo. Pero él, él es un maldito infeliz.

—Claudio, ¿podemos hablar? —me giré a verla al escuchar su voz.

—Antonia —le dije y tragué un poco de saliva. ¿Qué es lo que quiere ahora? —¿Hablar? ¿De qué?

—Claudio... no sé si tú te has dado cuenta de que yo... yo estoy enamorada de ti —me dijo.
Cerré los ojos fuertemente y maldije para mis adentros. Lo que menos quería escuchar en este momento era la declaración de amor de Antonia.

—Antonia yo... —intenté hablar pero ella se acercó y apoyó uno de sus dedos sobre mis labios. Al instante me alejé.

—Déjame hablar —me pidió. Asentí.

—Voy a escucharte, pero evita tocarme... por favor —le dije. Ella asintió.

—¿En qué andas? —me preguntó.

—¿Con qué? —le pregunté.

—Con tu vida... hace como una semana que no te veía. Y no lo se... ya no sales, ya no estas faltando a clases, ya no eres el mismo de siempre.

—Cambie —le aseguré.

—¿Cambiaste?

—En realidad me cambiaron.

—Emilia, ¿cierto? —dijo mientras sus ojos se humedecían un poco.
Sentí un nudo en mi estomago y eso creo que se llama culpa. Me siento mal por ella, me siento por mal haberla ilusionado. Y ahora que amo a alguien se como se siente aquello.

—Si, por ella —le contesté.

—Claudio, yo estoy dispuesta a compartirte con Emilia —me dijo.
Fruncí el ceño y la miré bien.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora