[ cincuenta y cuatro ]

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Ella dejó de caminar y entonces me giré a verla. A leguas se notaba que estaba realmente nerviosa por todo este motivo.

-¿Qué pasa mi amor? -le pregunté.

-Creo... creo que no es buena idea. Mejor llamo a mi madre y le digo que no venga. O quizás llame a papá y le diga a él que no venga -dijo y tomó su celular.

-Oye, oye -la detuve y le quité el pequeño aparatito -Todo va a estar bien. Ellos dos son personas grandes, van a comportarse.
Ella asintió y besé su frente. Volvimos a caminar y entramos al lujoso hotel para dirigirnos a la parte cómoda del restaurante. Un hombre calvo y de baja estatura se acercó a nosotros.

-Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarlos? -nos preguntó.

-Buenas tardes -lo saludó Emilia -Tenemos una reservación a nombre de Laura Ruiz.
El hombre miró la agenda que tenía en su mano y asintió.

-Si señorita, la mesa ya esta lista. Por aquí.
Comenzó a caminar y lo seguimos. Nos dio el paso para sentarnos en una adornada mesa con cuatro platos. Como todo un caballero le corrí la silla a mi novia y ella se sentó. El mozo se alejó inclinando levemente la cabeza. Vi como Emilia miraba a su alrededor...

-Amor, tranquila -le dije. Me miró a los ojos.

-Cuando mis padres lleguen se va a desatar la tercera guerra mundial -aseguró.

-Quien sabe -dije y acaricie su mejilla -Quizás sea hora de la paz mundial.

-¡No saben lo contenta que me puse cuando supe que íbamos a almorzar los tres juntos! -escuchamos su aguda voz. Ambos nos giramos a verla. Me puse de pie y ella se acercó a abrazarme -Eres un desconsiderado. No fuiste a visitarme como lo prometiste.

-Lo siento -le dije y me alejé de ella -Pero las cosas no estaban bien en esos tiempos.
Ella miró a Emilia y luego volvió a mirarme.

-¿Acaso ella te prohibió que me vieras? -me preguntó.

-No, no -dije divertido. Emilia se puso de pie.

-¿Puedes hacerme el favor de saludar a tu hija como corresponde? -le dijo. Laura sonrió y se acercó a ella para abrazarla y besar su rostro.

-Eres tan celosa -aseguró alejándose de ella.

-No son celos -cuestionó ella -Solo me molesta que siempre estés a favor de los demás. De cualquier extraño, menos de mí.

-Eso no es verdad -le dijo su madre mientras se sacaba el abrigo y todos tomábamos asiento. Laura miró bien la mesa y frunció el ceño -¿Por qué hay cuatro platos? Somos solo tres personas.

-Mmm, lo que pasa es que...

-Se confundieron -interrumpí a Emilia, que soltó un leve suspiro.

-Voy a pedir que lo quiten -dijo y se puso de pie.

-¡No! -dijo Emilia elevando un poco más la voz. Laura la miró extrañada -No, no digas nada. La mesa se ve bien así... con cuatro platos.
Laura volvió a sentarse y pícaramente miró nuestra cercanía.

-¿Hay algo que deban decirme? -nos preguntó. Miré a Emilia y sonreí.

-Laura, luego de hacerme sufrir como un idiota y casi enloquecerme por completo tu hija ha aceptado que me ama -le conté. Su boca se abrió del asombro y miró a Emilia con los ojos bien abiertos.

-En realidad no fue tan así -dijo Emilia mirándome con reproche -Lo que esta queriendo decirte es que...

-Eres mi suegra -le dije y la miré.

peligrosa obsesión; claumilia [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora